Una
resolución controvertida, la más polémica en años, es la relacionada con el uso
y consumo de la “cannabis índica”. El supremo tribunal de justicia, la SCJN, se
convirtió de la noche a la mañana en centro de interés mediático desplazando
asuntos como el de los transgénicos, los abusos del Grupo México en el
territorio nacional y aún sobre la disputa por el trasvase de agua en el sur de
Sonora.
La
fuga del “Chapo” Guzmán no alcanzó las alturas del escándalo informático como
el aludido. La vena humorística es la más socorrida en lo que se refiere al
torrente de expresiones que van desde la ironía, la dolosa crítica hasta la
reflexión mesurada y la crítica constructiva del cuestionado tema.
El
denominador común es sobre el papel de los ministros involucrados en la
resolución. Y con ello, la función de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
como órgano colegiado y máximo instituto destinado a establecer lo que es la
ley.
Los
llamados “memes” predominan en el
ambiente como un desahogo de la población ante lo que se considera una salida
en falso de los señores ministros. ¿Actuaron como si fuesen neófitos en el
ejercicio de sus atribuciones, olvidando su carácter de funcionarios sobre
quienes recae el deber de ser adalides, defensores de la Constitución y no mensajeros
de una justicia hecha a la medida de intereses sectoriales, minoritarios por lo
tanto?
¿Definieron
con precisión, acorde con la lógica jurídica y la ciencia del Derecho, los
términos “desarrollo de la personalidad”, derechos humanos, “entretenimiento” y
“lúdico”, etcétera, etcétera?
Bien
sabemos que los jueces y ministros no son ángeles venidos del cielo. No son
dioses llegados del Olimpo en el sentido de las divinidades homéricas, que por
cierto decidían en asambleas muy peculiares la suerte de los mortales, de un
Agamenón o de un Odiseo. Son señores de toga y birrete, elegidos por su saber,
su experiencia, honestidad y dignidad. Y esto es cierto en la medida que el
sitial que ocupan está en correspondencia con la suma de cualidades para ser
confiables en sus resoluciones y dictámenes. Pero hasta ahí.
En
la otra orilla, se trata de esclarecer que hay límites y alcances implícitos en
la resolución y se precisa que no es un fallo que legalice el uso y el consumo
de la mariguana. Además, no sienta precedentes con la finalidad de franquear el
consumo de estupefacientes; tampoco autoriza a los capos la renta de tierras,
la extorsión en caso opuesto; en suma, la siembra y el trasiego de droga, el
comercio internacional puesto de moda.
La
contra argumentación salta a la vista: se trata de una resolución a la demanda
de amparo interpuesta por cuatro personas. Por ¡cuatro personas! Y he aquí que
esas cuatro personas representarían, por decirlo así, tan sólo la cuatro
millonésima parte de la población nacional.
Pero
no es todo. Sin desdeñar lo festivo de los “memes” y sin menospreciar el
talento histriónico que los caracteriza, hay que reconocer que el debate apenas empieza
y contiene un trasfondo en el que palpita el afán de justicia, el saber hasta
qué punto la polémica lleva a fortalecer la SCJN, refrendando en la experiencia
lo que es en los conceptos: el más alto foro en donde si bien no se controlan
las finanzas ni el poder fáctico, sí es el baluarte que protege de los embates por
los facinerosos y es el escudo defensor ante la anarquía, la tiranía y el
manejo irresponsable de la autoridad.
La Suprema
Corte, estrella polar de la legalidad en México, ancla en donde se asegura el
poder revisor de la nación, sin duda saldrá fortalecida en su prestigio y
credibilidad en tanto columna principal del Pacto federal. Lo que ocurre en su entorno es feliz sacudida
tras la anunciada consulta ciudadana: en primer término a los expertos y
técnicos en las ramas del derecho que concurren en el análisis de su
funcionamiento eficaz al servicio de la justicia jurídica, inviolable,
objetiva, pronta y expedita.