El
siglo XX fue la centuria de la contienda entre ideologías. En particular la pugna socialismo-capitalismo. En los años del
primer cuarto de siglo, Europa fue escenario de la ruda, brutal amistad entre
Hitler y Mussolini, mientras que los últimos cincuenta años fueron el campus de
la “feroz controversia” Estados Unidos vs. URSS cuyo fin del principio ocurrió
con la caída del Muro de Berlín.
Hoy
en día el terrorismo representado por la yihad islámica es el primer capítulo
de una supuesta rivalidad entre Oriente y Occidente, la guerra no declarada,
aunque ya visible, entre Europa y el Este, cuya punta de lanza es el terrorismo
que empuña la consigna de “Alá es poderoso”, ´promovida por un Oriente otra vez
fanatizado, aunque esta ocasión sin la presunción de la lucha de clases. Impregnado
de una religiosidad salida de las cavernas, por la táctica que despliega.
Brutal
enemistad es la declarada desde la cuna histórica de los Derechos del Hombre,
contra un denominado “Estado Islámico”, de suyo anodino, de rostro anónimo (de
“facto”, no de “iure”), disperso entre los humos de una ideología religiosa
ancestral y oculto por una organización imposible
de identificar y geopolíticamente.
¿Con
quién, así, pues, librar la guerra anunciada por el Presidente Hollande? ¿A qué
Estado, contra qué país declarar la referida contienda bélica? ¿En qué espacio
y dónde descargar la furia a causa de la barbarie sobre la capital de la nación
victimada?
Un
crimen de lesa Humanidad es el perpetrado por estas falanges terroristas
autodenominadas Estado Islámico, pero con el perfil de clanes nómadas,
errantes, sin metas definidas ni objetivos precisos como no sean los
devastadores de todo lo que hallan a su paso.
Cuba
fue, entre otros, el país elegido por la disputa ideológica, con fachada de
guerra política y económica del siglo anterior, confrontación ideada entre las
dos potencias, la utópica y la efectiva, entre el efímero imperio de la
URSS y los Estados Unidos.
Hoy
es la nación francesa el escenario elegido para librar la batalla entre un
Occidente representado por la república gala y una organización virulenta,
dispuesta a todo, oculta entre la vestimenta de creencias religiosas
extremistas, totalitarias, al servicio de no se sabe qué instancias, poderes o
intereses de carácter omnímodo y absolutista.
¿A
qué oscuros intereses sirve el desbocado terrorismo islámico? ¿Quiénes son los
patrocinadores ocultos que mueven los resortes de la cobardía y la crueldad que
acaba de cegar vidas inocentes, ajenas a las batallas por el dominio y
predominio de voluntades para obtener ventajas políticas y económicas?
¿Se
conocerá a la brevedad la identidad de los mecenas vergonzantes y responsables
de estos crímenes inimaginables en los inicios del tercer milenio al cual se
aclamaba ya y vaticinaba como el siglo del humanismo, del cosmopolitismo,
liberado al fin de las izquierdas y las derechas, del dogmatismo a ultranza y
de las ideologías con fachada política y religiosa?
Revivió
en Francia, Europa y en todo el planeta la Noche de San Bartolomé. De manera
parecida al genocidio del pasado fin de semana, hace casi 500 años, bajo el
manto de la lucha de creencias fueron masacrados miles de hugonotes. Entonces
como hoy, se dirimía una sorda y enconada lucha política de imprevisibles
consecuencias en el Viejo continente.
Hoy
es la ideología religiosa islamista puesta en escena para dirimir no se sabe
aún que siniestros propósitos de índole internacional y mundial.
El
crimen organizado acecha por todas partes. Sirve a objetivos del más diverso
origen y finalidad. No sólo las drogas, por lo que se percibe, son el medio
ostensible y tangible. El terrorismo es un monstruo de mil cabezas, una esfinge
que emite enigmas indescifrables y útiles para distraer y poner en práctica
torvas finalidades.
En
su justa y explicable indignación, el presidente Hollande declara una guerra
total contra el terrorismo islámico, contra un Estado de nombre, ficticio por
lo tanto. Pero habrá que repasar y analizar a fondo la relación, los vínculos
posibles entre Oriente y Occidente desde Persia y Grecia hasta nuestros días,
antes que nada. La noche del terror pone en dramática y renovada alerta.