“Si
a la Universidad le va bien, le irá bien a México”, vaticinó el doctor Enrique
Luis Graue, ex director de la Facultad de Medicina, universitario de buena cepa,
con palabras de Guillermo Soberón Acevedo (el Rector Magnífico), así con
mayúsculas, coautor de la autonomía constitucional en la máxima casa de
estudios del país.
Cabe
agregar que, sin duda, le irá bien, si se toma debida cuenta el legado que dejó
el ex rector José Narro Robles, jefe nato durante su doble gestión, de 2007 a
2015.
Le
estamos reconocidos “la energía, pasión, y el espléndido liderazgo con el que
condujo a nuestra casa de estudios. Gracias a él, la Universidad es más grande
y prestigiada; es más fuerte y autónoma y es más nacional y mexicana”, expresó
con efusividad al rector saliente (doctor Narro) en el solemne acto de toma de
protesta.
Ciertamente,
las palabras del nuevo rector persuaden
acerca de que la H. Junta de Gobierno hizo la mejor elección entre los muy
distinguidos aspirantes a coordinar los destinos de la UNAM.
La
primera impresión es en el sentido de que la casa de la inteligencia es y seguirá
siendo “Mater et Magistra” por razón de su anterior desempeño al servicio de la
educación superior, por la ejemplar conducta, mayoritariamente hablando, de su
comunidad y por las gestiones de sus diligentes y honorables directivos,
docentes y administrativos, durante sus más de cien años de existir.
El
doctor Graue, según sus conceptos, será garante de continuidad y excelencia al
frente de la institución. Sus compromisos le otorgan credibilidad, misma que
deriva de su más reciente labor académica en la Facultad de la cual han sido,
entre otros, notables docentes y directivos: Zubirán Anchondo, Chávez, Sarukhán
y el ya mencionado ex rector, Guillermo Soberón Acevedo.
Con
él, cabe afirmar que la revolución también pasa por las universidades. Pasa la
revolución, pasan las revoluciones por los recintos universitarios siempre y
cuando sean aquellas a las que se refiere Thomas S. Kuhn en su obra “La
estructura de las revoluciones científicas” (FCE, 1971)
Precisamente
el genio de la Ilustración europea, Emmanuel Kant, calificó su obra filosófica como
una revolución copernicana, con el propósito asimismo de poner el acento en el
cambio de paradigma que él mismo hizo de la ancestral tradición de pensamiento
(presocrático, platónico, escolástico y demás) una afanadora al servicio de la
más afrentosa de las dependencias y esclavitudes: la que hace del sujeto de
conocimiento serviles y seguros copistas o reproductores de cosas, objetos y
entes de la experiencia.
Una
institución revolucionaria instituyente y transformadora es aquella capaz de innovar
los métodos para conocer nuevos mundos de verdades. Es y será siempre un testimonio
de juventud perenne, de vida nueva y modificadora de paradigmas. Esto le dará vitalidad,
nuevos impulsos y afán insaciable por la invención de inéditas formas de ver y
comprender el universo del conocimiento.
El
rector Graue enunció el término idóneo para definir el rumbo de la máxima casa
de estudios, el de la creatividad.
Se
refirió a creatividad en la enseñanza, la investigación y la tarea de difundir
y comunicar la cultura. Creatividad por medio del manejo de las innovaciones
tecnológicas de la informática en los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Creatividad en los talleres, laboratorios y campos experimentales en los que se
investiga, se producen experiencias novedosas en las ciencias y las
tecnologías, y se diseñan inexploradas estructuras y modelos para la
formulación de reglas y paradigmas en la búsqueda progresiva e infinita hacia
la verdad.
En
suma, con la designación del doctor Graue hay el compromiso de mantener en
constante rejuvenecimiento a la más antigua casa de la inteligencia, si se
retoma su pasado cronológico, el de Universidad Pontificia.
Rejuvenecerla, sí, con base en nuevos métodos de
enseñanza, el fortalecimiento de la
planta de maestros y de sus planes y programas de estudios.