Primero
el profesor Tiburcio Reyes y Quilantán, luego ella, Felisa Díaz de Reyes, hace
escasamente una semana, ambos han partido
de este mundo, dejando recuerdos académicos y muy sentidamente humanos de los
que, al no existir, el género al que pertenecemos no sobreviviría.
Soy testigo y
beneficiario de lo anterior.
En
Navojoa, mientras terminaba yo los estudios secundarios, allá por los años
sesenta, tuve la gran oportunidad y el privilegio sin par de conocerlos en el
internado del colegio adventista (Escuela Agrícola e Industrial del Pacífico),
hoy Universidad.
Ella,
la profesora Fela, así conocida por los alumnos estudiantes y estudiosos, daba
las clases de inglés; él, las de literatura universal y modelado.
En
Ciudad Obregón, proseguirían su valioso magisterio hasta el final de sus días.
En
septiembre de 1956 fue nuestro reencuentro decisivo, en Cajeme. A los años de
orfandad míos se sumaban los del azoro, el no saber qué hacer o, por supuesto,
cómo y en dónde llevarlo al cabo.
Fueron ellos, sin
previa consulta entre los dos, quienes resolverían mi dilema y el de no saber
qué rumbo tomar.
Entonces,
llevaba un año de dar sus servicios educativos, con estatus de plantel privado,
el Instituto Tecnológico del Noroeste (ITSON).
Los
egresados de secundaria tenían que ir a Hermosillo, Guadalajara o bien a otra
localidad con centros de estudios superiores, para seguir una carrera universitaria
o profesional.
Con
inusitada generosidad, los maestros Reyes me ofrecerían vivir a su amparo y
obtener, el sustento y la hospitalidad para lograr realizar el bachillerato;
entonces de dos años.
Era
director el director del ITSON, el doctor en Medicina, Julio Ibarra Urrea,
proveniente nada menos que de la UNAM, en donde fungía como director de
Servicios Escolares de la máxima casa de estudios, la UNAM.
Los
profesores Tiburcio y Felisa se convertirían en mis segundos padres. Y el
resto, a brazo partido me correspondería hacer lo mío en la Facultad de
Filosofía y Letras, en el servicio público (UNAM, Presidencia, SCJN, espacios
editoriales de diarios como “Novedades”), al lado de mi familia con mi hermosa
esposa Emma Clark Demoss y mis amadas hijas, nietos y el primer bisnieto, todos
deudores a los esposos y maestros Reyes, hoy descansando en paz con el agradecimiento
de familiares y prójimos.
Nuestras
condolencias desde esta ciudad-capital a sus seres queridos (Lupita y Armando),
quienes le dieron cristiana sepultura en Ciudad Obregón, a la maestra Felisa,
el miércoles anterior, al lado de su amado esposo, el profesor Reyes Quilantán.
Sin
duda se suman cientos de personas agradecidas por su generosa compañía, ayuda y
desinteresado respaldo, como el hoy diligente y metódico biólogo en la UAM.
Luis Bojórquez Castro, el sociólogo Servando Morales Monge, el contador público
y ex funcionario del IMSS Eduardo Domínguez Barraza, al igual que el periodista
Bernardo Torres.
Otras
personas, egresados del Colegio Americano, de la Casa de la Asegurada, del
CECYT, aquí y desde distintos lugares, se suman al duelo que a
todos nos embarga.
Dos
calles de la dinámica Ciudad Obregón, donde descansan ahora sus inolvidables
restos, llevan la memoria de los ilustres profesores.