Históricamente
cabe a nuestros antepasados (del Valle de Tehuacán) la gloria de haber sido los primeros en cultivar y propagar los
beneficios alimentarios del maíz, así como a Mesopotamia corresponde el mérito
de haber sido cuna del trigo y a Etiopia, con todo y la diversidad de
opiniones, el haber engendrado las plantaciones originarias del café.
Actualmente,
no sólo el trigo sino el maíz y la
cebada están bajo peligro real y latente como fuente de sustento humano, seguro
y confiable, sino en situación de potenciales mensajeros de contaminación, en
caso de la siembra de semilla transgénica por
Monsanto, la empresa cuyo
amenazador rostro se deja ver aquí y allá.
En
Sonora, ha sido motivo de alarma la pretensión de Monsanto para realizar un
plan piloto, con dicho objetivo, en los valles del sur de la Entidad.
A
los castigados rendimientos del trigo, con efectos que serían lamentables para
la economía regional, se añadiría el
referente a la incontenible propagación
de plagas. Más aún, los daños alcanzarían a la salud de las personas,
convirtiendo el uso de la semilla transgénica en fuente de perjuicios renales,
entre otros.
Sin
duda, la amenaza de Monsanto desencadenó, en cadena, la reacción en contra del publicitado
experimento.
La
Asociación de Productores Orgánicos de Sonora fue pionera al prender luces
rojas entre los hombres del campo, productores, ejidatarios y distribuidores,
haciendo un frente común con el objeto de poner en guardia y anteponer los
intereses sociales por encima de las ventajas financieras y las pingües
ganancias.
El
sólo anticipo de consecuencias adversas en el corto plazo, el panorama de ver extensiones de siembra convertido en
vivero de enfermedades haría el supuesto coro difícilmente inaudible y fácil de
contener.
En
estos días prenavideños, Monsanto ha reconocido que los cultivos de maíz
resultarían contaminados en caso de
hacer masiva la siembra y el cultivo de la planta oleaginosa con semillas
transgénicas. Además del maíz, lo mismo
ocurriría con el cártamo, el sorgo y el trigo.
La
entrega de permisos está en suspenso, dice la información. Por otra parte, las
organizaciones ambientalistas se mantienen en pie de lucha.
En
los tribunales, hay juicios que denuncian en forma colectiva los previsibles
efectos adversos por el uso agrícola de
la semilla transgénica.
Mientras
tanto, sigue pendiente los permisos de SAGARPA que autorizarían las pruebas
piloto y experimentales en favor de Monsanto.
No
obstante, habría que proceder con la aconsejable cautela del caso.
Como
toda transnacional movida por intereses económicos, comerciales y bursátiles,
Monsanto bien podría esconder bajo la manga la esgrima de los discursos dobles,
no para evitar las contradicciones retóricas, sino para utilizarlas en provecho
propio.
Como
es bien sabido, desde la remota antigüedad, en tiempos del auge de la retórica
persuasiva, el recurso argumentativo con el fin de confundir y tergiversar es
retomado una y otra vez para hacer bueno lo malo y bello lo deforme.
Hoy
reconoce Monsanto lo que por largo tiempo había negado.
Tiempo
al tiempo, dirían los precavidos. No sea que la admisión de marras no sea sino
estrategia para ganar la crucial polémica. Hacerla de abogado del diableo no
cabe, de ningún modo, en esta controversia.
Hay
mucho, humanamente hablando, implicado en el tema donde confluyen intereses
pecuniarios, asuntos de salud y productividad agraria.
Bastantes
problemas relativos al deterioro ambiental han ocasionado las mineras
transnacionales. Desde Yucatán hasta Sonora, los vestigios criminales están a
la vista.
Y
no es hora para cruzarse de brazos. Los valerosos defensores del agua hacen
acto de presencia. Nada ni nadie los arredra.
El
desafío es más que político. Involucra el bienestar de todos,
La
guerra por la tierra, la limpieza del aire y la distribución equitativa del
recurso hídrico sigue en términos de una declaración indeclinable. No hay, ni
habrá tregua con la finalidad de ganarla, en beneficio colectivo.