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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







martes, 15 de junio de 2010

EL TEJEDOR DE MILAGROS

Por: Federico Osorio Altúzar

El jefe nato del Partido Acción Nacional, filósofo-Rey en turno, es por hoy el demiurgo de la política mexicana, tejedor regio en la terminología del viejo Platón. Trata de hacer el milagro de aliar los elementos más dispares, de suyo contrarios y hasta contradictorios, para construir y armar el más imponente y eficaz mecanismo capaz de avasallar todo obstáculo a su paso. Pretende construir, a como haya lugar, la aplanadora partidista del siglo XXI.


En su vejez, el filósofo vuelve la mirada sobre los hombros de sus correligionarios para ojear las enseñanzas de los maestros del decir, del conocer y del vivir, los sofistas, llegados de Abdera y Leontini trayendo de buenas nuevas en sus alforjas itinerantes, lecciones que cayeron en la tierra abonada del Siglo de Pericles.

Redactaba Platón su testamento filosófico y en el “Político”, con el afán de definir y clasificar a los políticos, a la clase de gobernantes bajo cuyos mandos de poder se cobijaban tiranos, oligarcas y sanguinarios déspotas como Dionisio de Sicilia, trazó el perfil del “tejedor regio”, el hacedor de milagros en política, el taumaturgo del poder absoluto, capaz de hacer y deshacer entuertos y edificar la República ideal.

Como ese tejedor de fantasías políticas, el líder nato del PAN y sus cortesanos juntan aquellos elementos dispersos, disímiles entre sí: atractivos componentes a fin de ponerlos como en un vasto lienzo que sirva a la finalidad de la apariencia y en donde las partes se disponen para que formen parte de un mosaico nunca visto antes.

Así, derechas con izquierdas; hegelianos y marxistas, apologistas del Imperio y enemigos iconoclastas del Coloso del Norte; en fin, adoradores a ultranza de la ley y demoledores de oficio contra el orden y las instituciones, todos, en ese tejido regio, hilvanados con hilos grotescos para los ciudadanos, aunque invisibles para los tejedores, juegan y desempeñan un papel determinado. Unos de comparsa, otros de resistencia para defender lo indefendible, otros más de celadores para dejar entrar o para impedir la entrada.

Casos como los de Michoacán y Quintana Roo están y estarán a la orden del día. A fuerza de experimentar, los tejedores de milagros hasta patentarían la mezcla del agua con el aceite. En la tierra de Juárez, Oaxaca, en donde no se sabe donde empieza la oposición y donde acaba, la violencia hace de las suyas en favor de la anarquía, la mano dura del militarismo y el paramilitarismo, y cuando las fauces acechantes del dragón que, desde la frontera norte, se alistan viendo cómo suceden las cosas. La desnacionalización sigue triunfante su marcha.

Mientras tanto los líderes del PRI tratan de reparar y poner en movimiento su antigua, obsoleta y pesada aplanadora. En voz de su lideresa Beatriz Paredes amenazan y tratan de cautivar a sus rebaños de filigreses, simpatizadores y oportunistas, asegurando que ganarán de todas, todas. Inclusive se sienten otra vez sentados, como si no hubiese pasado nada en dos sexenios, en la sede de Los Pinos convertidos en oyameles: parajes semidesérticos, llenos de arbustos y huizaches.

Sea como fuere, por lo pronto el partido en el poder presidencial ya es el partido de las alianzas imposibles. Imposibles por su ineficacia, su falta de destreza para gobernar y concertar acuerdos entre las fuerzas posiblemente aptas para mandar. Mal andan, así pues, los tejedores regios, los hacedores de imposibles o de milagros.