Por Federico Osorio
Altúzar
La
clásica admonición de Francis Bacon en el sentido de que el pasado se crea y
recrea con base en testimonios y documentos, haciéndolos hablar -pues son
testigos mudos-, recobró actualidad con motivo de la muestra fotográfica en el
paraninfo de la vieja casona de San Ildefonso 30, obra aquélla de Guillermo
Gómez Figueroa, inaugurada por la directora de la Preparatoria de la UNAM,
Silvia Jurado Cuéllar. La muestra es parte de los festejos conmemorativos del
plantel a su cargo.
Siglo
y medio de vida son muchos años en la existencia del individuo, para quien los
hechos se desvanecen al compás del ritmo perceptivo y sensorial. Para las
instituciones, en cambio, el palpitar de los sucesos son incidencias, logros y
pausas que marcan la continuidad de lo humano por encima de lo fortuito y la
fatalidad.
Los
materiales gráficos de Gómez Figueroa, así,
suscitan la evocación de la existencia de la Preparatoria en la escena
captada y convertida en dato viviente y actual. La imagen se vuelve punto de
partida para reconstruir vivencias del pasado ancestral. En ese fluir
iconográfico en el que hay pasión y
entrega, la imagen “es hurtada al
infinitesimal fragmento de tiempo”, dijo sabiamente Alfredo Villanueva
Buenrostro, docente preparatoriano en su discurso epidíctico. Encomió, con
esmerado estilo, el trabajo “apasionado”, de entrega permanente por parte del
autor, comprometido en ejemplar “proceso de creación”.
En
sentido literal la Muestra es una hojeada gráfica que nos transporta a través
de cincuenta años de la Preparatoria, haciéndonos copartícipes de sus afanes y
días mediante la crónica ocular viviente, fascinante y testimonial. Nos lleva
al pulso recóndito de la institución, a través de un tercio de siglo en su
incesante servir con eficacia y desinterés. Honrando sólo el deber por el
deber.
Abarca
tiempos cercanos. La Muestra hace recordar, inclusive, la actuación de rectores
inolvidables: a Nabor Carrillo Flores, pacificador al instaurarse la nueva Universidad con los doctores Caso, González
Casanova, víctima del violento 68. Asimismo, con Ignacio Chávez, benefactor de
la Preparatoria por medio de su programa de formación de docentes en educación
media superior. Alude gráficamente la obra de sucesores insignes, entre otros
de Guillermo Soberón (impulsor de la desconcentración de la ENP en los años setenta)
y de José Sarukhán (“academizador” de la
academia universitaria), quienes le procuraron toda clase de sustento
institucional. Están presentes ahí ex directores ilustres: Moisés Hurtado,
Enrique Espinosa Súñer, Guadalupe Gorostieta; Schetino Maimone, Balmaseda…
La
muestra conlleva un mensaje diáfano a la comunidad y pone a consideración de
quienes la dirigen en tiempos turbulentos, con la responsabilidad de darle
continuidad y permanencia, el deber de rescatar su memoria, haciendo redivivo
su legado educativo. En 1978, durante los festejos centenarios con motivo de su
fundación, la Preparatoria contó con la pluma lúcida de su biógrafo, Ernesto
Lemoine, quien contribuyó con su talento y erudición a recrear sus trabajos,
afanes y sus días. “Efémerides” son constancia de su radiante “eros”
pedagógico, de su acendrado amor a la institución. Convocan, ahora, a fin de
que en el próximo sesquicentenario el plantel más representativo de los ideales
de libertad, orden y progreso en el Siglo XIX resplandezca en su prístina
grandeza y dignidad. La rectoría de José Narro Robles y la dirección de la ENP
a cargo de la maestra Jurado Cuéllar tienen la palabra.
En fin, la esmerada organización de la
Muestra, a cargo de Marco A. Labra (Difusión Cultural) y la presencia de
autores como Salvador Azuela Arriaga, ex director del plantel 7, indica que hay recursos
humanos idóneos a fin de enriquecer el acervo histórico, bibliográfico y
documental de la ENP.