Año de elecciones será el de 2015. Año
crucial en más de un sentido. Principalmente será prueba de fuego en lo que se
refiere a credibilidad, eficacia y sustentabilidad ideológica.
Mucho dependerá de la acertada selección
de aspirantes a gobernadores, diputados locales y federales, así como al cargo de
Presidente Municipal.
El partido en el poder, el PRI, proclama
que las candidaturas estarán precedidas por una meticulosa disciplina interna
con el propósito de mantener la unidad interna. Se compromete a respetar en la
letra y el espíritu, los lineamientos que establece el ordenamiento electoral.
Asimismo, y aquí comienzan los compromisos. efectuará un programa de consultas
(encuestas) en cada Entidad donde se lleven a cabo elecciones con el objetivo,
ciertamente plausible, de constatar el grado de asentimiento, popularidad y
fama pública de los candidatos.
La selección de los aspirantes al igual
que la consiguiente postulación de
candidatos, según el posicionamiento del PRI, habrá de ceñirse a requisitos de
calidad en el sentido de tomar en cuenta la honorabilidad de los prospectos. Se
atenderá, por otra parte, el resultado de las encuestas, lo cual es ya bastante
decir en favor de la oferta preelectoral.
Habrá de analizarse minuciosamente, como
con lupa, el currículum de los participantes, su pasado inmediato y mediato;
vale decir, su modesto o encumbrado desempeño en cargos anteriores de índole
administrativa o de representación popular.
De suceder así, y no hay hasta ahora
consenso unánime por parte de los ciudadanos, la competencia marcará una aurora
nueva para la democracia mexicana por ahora en deplorable declive, maltrecha y
víctima del golpismo por las derechas y las izquierdas, precedida de una sorda
lucha por el poder bajo el primado de la violencia como arma de combate. El
terrorismo es fórmula para amedrentar en vez de persuadir y la publicidad
imbricada en la maledicencia y la infamación como táctica para desacreditar y
envilecer a los adversarios.
No se hace, no por supuesto, el quehacer
político por conducto de ángeles o seres divinos. Mujeres y hombres, con
virtudes y debilidades, son quienes gobiernan en las altas esferas y en los más
modestos encargos representativos. Sin caer en el extremos de hacer inferencias
sacadas de las páginas de Jean Rostand, el ingenioso y talentoso biólogo con
alcances de filósofo en su libro “El Hombre y la Vida” (FCE, 1994), habrá que
decir que no estaría de más que en la selección de candidatos se introdujeran
algo así como un “test” para determinar:
ora la integridad de los aspirantes en lo que se refiere a cómo se reacciona
frente a situaciones de emergencia, ora lo que se esperaría de la capacidad para la toma óptima
de las decisiones. En fin, hacer acopio de información relativa a la conducta
pasada de quienes aspiran a ejercer la muy delicada tarea de contribuir en
formar la voluntad social y prever, con idea remedial, en qué medida verificará
su compromiso de respetar y hacer respetar la legalidad y la constitucionalidad
de sus acciones.
Además, si bien los políticos son seres
mortales, humanos como nosotros, sería conveniente que los aspirantes fuesen
enterados, con anticipación, acerca de que su conducta estará a la vista de
todos, con el seguimiento de los ciudadanos, a fin de que, como todo mortal, estarán
a las resultas de la Ley. Y, en particular, para que tomen conciencia de que el
fuero no es un escudo de impunidad; amparo inviolable para ocultar acciones
criminales y lesivas irremisiblemente en contra de la sociedad.
La selección y elección de los mejores
en el 2015 podría ser, sin duda, el comienzo de la nueva Era política del país:
el reinicio de un nuevo federalismo con la participación responsable de
mayorías y minorías.