Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







martes, 26 de octubre de 2010

CADENA PERPETUA EN CHIHUAHUA: ¿PRINCIPIO DEL FIN?


Por Federico Osorio Altúzar
Toda la fuerza del poder y la de todos los poderes públicos contra el flagelo del crimen organizado en Chihuahua y en todo el país. Si bien era previsible que se adelantara el Estado grande, el denominado Estado fuerte, a fin de modificar le ley penal en los términos dictaminados por el Congreso local, la preocupación ahora es si en el resto de la República ocurrirá lo mismo. La emergencia es nacional, lo mismo que la ineficacia punitiva.
Como insectos atemorizados buscarán refugio, sin duda, los “malandros” de toda laya.  El paso dado ni Dios, con todo respeto, lo quita. Es el primero, dice  Marco A. Quezada, presidente municipal de Chihuahua,  “para recuperar la paz social”, una paz productiva, promotora de empleo y bienestar venida a menos en un abrir y cerrar de ojos.
Lo importante es no dejar vacíos legales que faciliten la libre actuación de los delincuentes, asevera el munícipe chihuahuense, quien por cierto  inicia  bajo óptimos augurios políticos su mandato con el anuncio del libramiento carretero en la demarcación capitalina, obra pública largamente esperada en aras de la fluidez del transporte foráneo y el orden urbano. Con Marco Adán Quezada, suman su voluntad en la búsqueda de condiciones para restaurar la paz perdida y procurar el objetivo de que  resplandezca la justicia penal jurídica, los más de sesenta alcaldes de la entidad.
César Duarte ha lanzado inequívoco ultimátum a los asaltantes y sicarios, a los suplantadores de personas indefensas, a los tránsfugas de la justicia, para que devuelvan a las personas secuestradas y den la cara los infractores de la ley. A tres semanas de haber asumido su elevada representación popular demuestra su disposición de enfrentar, de una vez por todas, sin titubeos ni concesiones de ninguna clase, el miura de la criminalidad con la nueva normatividad en materia penal empuñada con rigor y con la adhesión de la sociedad y el consenso de los poderes públicos. Truena contra la impunidad y la provocación, los abusos y el inefable contubernio entre servidores públicos y forajidos. Ha llegado, da a entender, la hora no sólo de remediar sino de aplicar cirugía mayor en el falleciente organismo.
Pero Duarte Jáquez al igual que los alcaldes, los funcionarios de su gabinete y los integrantes de los poderes estatales  requiere de la adhesión y el respaldo de la sociedad en conjunto, sin diferencia de partidos e ideologías, para levar anclas y hacer la difícil e inclusive temeraria travesía. El mejor y acaso único blindaje eficaz con el que puede contar en estas horas difíciles, es el que pueden forjar en torno suyo, los ciudadanos y los medios de comunicación, haciendo causa común, cívica, participativa y responsable, en la defensa y la autodefensa legítima de la integridad de las personas humanas.
Novedoso capítulo inauguran el Ejecutivo y el legislativo en Chihuahua, aunque ahora apremia la concurrencia, en el esquema del federalismo, del Poder Judicial del Estado. La validez, ni la duda cabe, requiere de la eficacia; por cierto, mucho más que un mínimo de eficacia.
En los inicios de su administración pone César Duarte el acento de la legalidad en donde debe ir. Se hace oír con la debida franqueza y claridad, hasta los últimos rincones de la abatida demarcación chihuahuense, tratando de persuadir a sus coterráneos que la justicia por mano propia no es justicia. Es, en todo caso, venganza. Jurista fogueado en los más altos foros en donde se debate la legalidad y la constitucionalidad del mundo normativo, sus enunciados dan confianza y seguridad acerca de que el castigar con impunidad es un agravio aún mayor, pues al daño sin reparar se añade, de ese modo, la  execrable ofensa.    

jueves, 14 de octubre de 2010

LA SIERRA TARAHUMARA: ALMACÉN DE OPORTUNIDADES



                                                                      Por Federico Osorio Altúzar

En medio de la encendida polémica acerca del papel del municipio  en la vida del país, asumen su cargo los munícipes electos el pasado mes de julio. Son modernos adalides de la modernización al lado de mandatarios con visión renovadora al margen de ideologías y partidarismos. Es la vuelta al federalismo consagrado en el 115 constitucional, mandato por hoy ineludible.
En la alta y la baja Tarahumara se gesta un movimiento sociopolítico de insospechadas consecuencias, si las acciones se acompasan con los discursos de campaña. César Duarte, gobernador de Chihuahua, ha dado el banderazo de la renovación mediante una convocatoria persuasiva a la participación de líderes empresariales, dirigentes gremiales, coordinadores de la educación profesional y técnica, cuyo objetivo principal es poner término a la violencia, al odio y las venganzas por medio del trabajo organizado y la inversión productiva.
En los confines de la región serrana, colindante con los estados de Sonora, Durango y Sinaloa, hace eco el despertar de su largo sueño un proyecto innovador no sólo por el contenido de las propuestas sino por el carácter organizativo, el acento interdisciplinario y el sentido de cooperación a la luz de un ambicioso plan que involucra, de manera integral, los recursos que atesora la naturaleza al igual que los atesorados en el talento creativo de la población.
Es un proyecto con alternativas reales de desarrollo integral, asegura el presidente municipal de Moris, Martín Pérez Campos, por segunda vez electo, cuya demarcación geopolítica está vivamente descrita en  “Noticias Estadísticas del Estado de Chihuahua, por J. A. Escudero, cuya primera edición data de 1834. El proyecto ancla en lo profundo de la impresionante, ingente en sus retos y desafíos, Sierra Madre. Nace y toma impulso en una de sus regiones más pródigas, espléndida por sus habitantes, su historia y opulencia.
Inmersa en un olvido inexplicable, con siglos de soledad sobre sus hondonadas, cordilleras y sinuosidades; ahíto su vasto escenario de esperar con templanza y resignación, la Tarahumara  hace oír su voz convertida en grito rebelde para que su almacén de oportunidades sea lo que  el alcalde Pérez Campos propone en su llamado al trabajo organizado, a la inversión planificada, a la participación de todos, desde el modesto agricultor hasta el capitalista con visión del presente y del futuro.
Hay en la propuesta todo un menú de oportunidades a fin de concurrir con experiencia,  valor empresarial y pulso planificador al reto del siglo, al singular desafío municipal del que hablaba el desaparecido José Francisco Ruiz Massieu en el ya lejano 1982, cuando definía la figura política y ético-jurídica del municipio como una “manera de vivir de los mexicanos. Una manera descentralizada de vivir”.           
El proyecto, de suyo ambicioso pero anclado en información verificable, comprende carreteras por hacer, caminos rurales por emprender, urbanización y servicios básicos (energía, agua potable, rellenos sanitarios, hospitales y centros de salud con médicos y enfermeras; escuelas con maestros y con alumnos); drenaje, calles y espacios comunes.
Pero no hay que soslayar lo siguiente: sin tratarse de un milagro en la Tarahumara la llave maestra aquí, como en cualquier propuesta de orden social, económico y cultural, es la organización, la asociación, la planificación, antídotos ante todo riesgo de frustración y aun de fracaso. Son una cadena de municipios, más de 12 al parecer. Una red de voluntades con sus alcaldes al frente, quienes desde ahora se imponen deberes para hacer propuestas legislativas en orden a la seguridad jurídica del proyecto, a su información, difusión y persuasión masivas que aseguren integridad laboral y en materia ambiental. Estamos ante el despertar, luminoso despertar.


miércoles, 6 de octubre de 2010

JAVIER BARROS SIERRA, NO SE OLVIDA



El nombre del ingeniero Javier Barros Sierra está indisolublemente unido al 2 de octubre, a la noche lóbrega de la matanza de Tlatelolco,  como el de su ilustre antecesor, el maestro Justo Sierra, al 22 de septiembre de 1910, gloriosa fecha de la fundación de nuestra Universidad. Decir 2 de octubre es enunciar uno de los capítulos más dolorosos de la historia de México junto con el de la militarización de la Preparatoria por el chacal Huerta, en 1914. Es, acaso, el más dramático para nuestra máxima casa de estudios, para el IPN y otros centros de estudios. Ahí se registró la irreparable pérdida de vidas en plenitud de formación, a causa del odio vengativo y la felonía de un poder devastador. 
Javier Barros Sierra, Rector inolvidable, en sombrío desdén ocasionado por la ingratitud de siempre y la politiquería de no pocos disfrazados de universitarios exigió en 1968, en alto los ideales de legalidad, autonomía y libertad académica, respeto irrestricto a la garantías académicas mancilladas por los intemperantes solapados bajo el discurso populista y tercermundista, por los delirantes al servicio de la opresión y el afán anarquista en boga. 
Como muchos otros próceres universitarios, la memoria de Javier Barros Sierra ha sido suplantada, soterrada y aun tergiversada por la crónica de tijeras y engrudo, unas veces para hacerle el juego a la derecha gobiernista, otras para justificar la disputa y el reparto de privilegios y prebendas desde las alturas, sin faltar el modo de operar de los  desmemoriados que se las ingenian para dar a entender que con ellos, y sólo con ellos, es posible la excelencia de la cultura superior y la extensión de las ciencias, las humanidades y las nuevas tecnologías.
En 1966, frente a la intromisión irracional del diazordacismo en la Universidad, Barros Sierra sostuvo, en apoyo a la memorable Declaración del Consejo Universitario, lo siguiente: “La autonomía, más que un privilegio, entraña una responsabilidad para todos los miembros de la comunidad universitaria: la de cumplir con nuestros deberes y hacer honor a la institución, recordando que la autoridad y el orden en nuestra casa de estudios no se  fundan en un poder coercitivo, sino en una fuerza moral e intelectual, que sólo depende de la conciencia y la capacidad de cada uno de nosotros”.    
En 1968 el rector inolvidable refrendó, con singular bonhomía, la tesis de la autonomía, de la no intromisión interna y externa, en los asuntos privativos de la UNAM. Día a día, actualmente, la dignidad y el honor de los universitarios se encuentran bajo amenaza y acecho. Con Barros Sierra, no obstante, habrá que salvaguardar frente a cualquier asomo de irresponsabilidad y avaricia para defenestrarlo, el régimen irrestricto de libertades académicas.


CÉSAR DUARTE Y LA PAZ SOCIAL QUE TODOS QUEREMOS




El relevo político en la persona de César Duarte, novísimo mandatario del Estado de Chihuahua,   hace abrigar grandes esperanzas en la población urbana y mayores expectativas entre los sectores marginados, particularmente de la Sierra, agobiados por el desempleo, el desamparo ante el embate de la pobreza y la urgencia de políticas públicas eficaces relativas al bienestar: salud, educación, vivienda y falta de incentivos para al desarrollo integral.
La inseguridad es el clamor general, aunado al reclamo de justicia positiva o jurídica. En la entidad pionera en cuanto a reformas novedosas en el ramo del derecho penal, los recientes asomos de  justicia a mano propia dejan mucho qué decir acerca de cómo procurar y administrar justicia. Lentitud, impericia e impunidad van de la mano.
César Duarte recibe una administración pública cuyo principal mérito fue el impulso a la inversión, el fortalecimiento de la producción y  la productividad, sin que haya registros tangibles en el área de la equidad social y cultural, la igualdad de género y condiciones idóneas para el desarrollo económico, material y moral.
Ha crecido a ritmo considerable el Estado en dimensiones cuantitativas, tomando como trampolín el sexenio encabezado por el contador Patricio Martínez García, excepcional político y hombre de ideas y de libros. Pero se inmovilizó deplorablemente el desarrollo social, registrándose involuntario olvido de grupos en pleno subdesarrollo, sobre todo  los guarajíos, rarámuris, pimas y tarahumaras, cuya inmensa soledad de siglos es equiparable a la incomunicación, a la falta de una política educativa coherente que abata la ignorancia ancestral, la negligencia para crear escuelas de artes y oficios que ponga fin a la esclavitud disfrazada, la mendacidad abierta y la ostentosa humillación.
La violencia en la frontera y la improductividad, olvidando los portentos recursos en la agreste zona serrana, hacen la pinza que convierte al Estado orgullosamente prerrevolucionario y revolucionario en blanco socorrido de los retrógrados del vecino país y de los emisarios de la reacción criolla, que más parecen, éstos, salidos de las filas que hicieron resistencia al movimiento de liberación nacional encabezado por los paladines que nos dieron enseñanza y patria digna. Muchísimo bien hicieron, sin quererlo, los que entonces resistieron al embate renovador, como grandísimos males acarrean sus epígonos. Aquéllos hicieron diáfano el escenario para luchar con razón, heroísmo y justicia; éstos obstruyen con su inepcia y mala fe los avances incontenibles de la modernidad.
Chihuahua es tierra propicia para la inversión productiva por parte de hombres de empresa con visión de futuro; también es cuna de lúcidos educadores: Manuel Gómez Morín en el primer tercio del siglo y Salvador Zubirán en el segundo, figuras emblemáticas de una revolución pacífica en proceso aún de consolidación.             
Como la esperanza es lo último que muere, ya se oye el resonar de campanas que llaman a saldar una vieja, ancestral deuda, de siglos ya, para que los marginados de siempre, los nómadas de la montaña, los parias entre barrancos y  parajes olvidados e incomunicados, dejen por fin de ser los convidados de piedra del crecimiento, cuya estadística hace beneficiarios “per cápita”, de manera exclusiva a la vieja élite, a los hacendados de cuño porfirista y de inclinación colonialista.
Buen deseo y legítimo anhelo es que César Duarte haga valer el pluralismo político, sin poner énfasis en colores partidistas o en posturas ideológicas. Que oriente la política económica, la planeación democrática hacia la inversión productiva con criterio social y participativo, involucrando enclaves de pobreza, de frustración y olvido, y que reasuma el capítulo de la esperanza con verdadero ímpetu renovador.