Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







miércoles, 19 de septiembre de 2012

CHIHUAHUA: UNA CIUDAD VERDE EN EL NORTE DE MÉXICO




En el “Primer Foro Verde” efectuado en Chihuahua capital, esta urbe fue distinguida como Ciudad Verde, por “la responsabilidad de sus ciudadanos”,  altruismo  y disposición a fin de cuidar, restaurar y  preservar  el medio ambiente, cumpliendo así,  con genuina solidaridad cívica, las normas establecidas al respecto.
Cinco empresas de la entidad recibieron reconocimientos en calidad de benefactores de la sociedad por la propensión a promover y propiciar, en el despliegue de sus actividades productivas, el logro de metas y objetivos tendentes a colocar al Estado grande a la vanguardia industrial mediante la creación y el desarrollo de “negocios verdes”, empresas social y ambientalmente responsables.  
“El Heraldo de Chihuahua”, organización periodística prestigiada por su benemérita labor cotidiana en beneficio de la información de los chihuahuenses y los lectores de estados circunvecinos, fue galardonada por los servicios  de orientación en sus espacios editoriales, contribuyendo con profusión y acendrado humanismo a la causa que a todos atañe: la limpieza ambiental como parte ineludible de la salud física y mental de la población entera. La distinción de referencia implica ahondar en el compromiso; motivar, por medio del ejemplo, al seguimiento eficaz de la crucial tarea.
Ciudad Verde en un paisaje sediento de lluvias, en el corazón del desierto ávido de precipitaciones pluviales y con reservas en presas y represas, parece una verdadera paradoja. Más aún, sobre todo cuando el suministro de agua se ha convertido en origen de diversos conflictos, azuzados en la región por barzonistas en pie de lucha, con daños económicos entre comunidades agropecuarias en plena productividad.
No hay, sin embargo, contradicción alguna. La denominación de Ciudad Verde  alude a la sede desde la cual se generan y ponen en marcha acciones que involucran, entre otros, programas de investigación científica y tecnológica financiados con recursos oficiales y privados, dirigidos a innovar y revolucionar en el campo de la energía solar. Ciudad Verde, asimismo, en la medida que sus empresarios abanderan y asumen la parte ingente que les corresponde, aplicando los acuerdos y reglamentaciones ecológicas que supriman la contaminación ambiental.
En nuestros recuerdos, hacia inicios de este siglo, Chihuahua capital era una ciudad limpia y segura ante propios y ajenos. Era proverbial, como en su momento la “Urbe Blanca”, Mérida,  por la belleza de sus espacios públicos (jardines, paseos y atrios de iglesias) como por los aires de tranquilidad y respeto a la vida y bienes de las personas. Conjuntaba a lo anterior el principio de gobernabilidad que se hacía sentir desde Palacio de Gobierno en donde despachaba el hoy senador de la República, Patricio Martínez, hasta las más apartadas alcaldías en la Sierra Tarahumara. Claro, con sus asegunes.
Hoy, de nueva cuenta, nos congratula el poder escribir con acentos de justa emotividad este comentario de buenos augurios por el destino a que se enfila Chihuahua capital y la entidad en su conjunto. Con particular incidencia hacia los municipios olvidados, enclaves en donde miles y miles de pobladores de cañadas y barrancas siguen en espera de mayor atención y en donde las etnias ancestrales viven horas, días y años de extrema pobreza y marginación.
Chihuahua, pero no sólo Chihuahua, sino Durango, Sinaloa y Sonora, para no citar otras entidades bajo el flagelo, por hoy, de la indiferencia del centro del  país y la depredación de algunos de sus improvisados políticos y administradores, merecen ir por derroteros de bienestar y progreso. Proliferando las “ciudades verdes” en todo el territorio nacional, acabaría nuestra zozobra y frustración durante décadas y décadas de miseria y rezago material, social y cultural.

martes, 4 de septiembre de 2012

ENRIQUE PEÑA NIETO: LA PRESIDENCIA DEL SIGLO XXI




Rechazó por unanimidad el TEPJF la demanda del Movimiento Progresista en el sentido de anular la elección presidencial del 1 de julio. Con ese resultado, Enrique Peña Nieto recibió constancia de mayoría y es legítimo Presidente Electo de México. Cosa juzgada, por lo tanto, son los comicios del 1 de julio. Comienza, así, una segunda época revolucionaria, en términos de paz social y con el fin de promover y establecer las reformas que más apremian.
México tiene ya un Congreso federal dispuesto, hasta donde hoy se advierte, a innovar los formatos para enriquecer los contenidos normativos que hacen de nuestro país una nación de leyes, con poderes coordinados entre sí para alcanzar metas y objetivos de equidad, soberanía y tolerancia entre ciudadanos iguales ante la Ley. Los órganos camerales, en Reforma y en San Lázaro, se integran por experimentados políticos con probada capacidad y talento analítico, algunos, en el amplio sentido del términ; con amplia visión de Estado; profesional e ideológicamente a la altura de las exigencias modernizadoras que exige la sociedad. Al lado del Mandatario Electo alumbrarán, prueba en contrario, el escabroso camino hacia nuevos derroteros en lo económico, lo educativo y en el área de las relaciones internacionales, francamente desatendidas. 
De la convocatoria del Presidente Electo, se infiere su indeclinable determinación, a título de compromiso formal, de ejercer una Presidencia crítica, abierta a la crítica disidente, predispuesta a dar libre entrada a nuevas ideas, propuestas y sugerencias. Es decir, ofrece a los mexicanos una Magistratura  respetuosa de las potestades de la Ley y un Mandato con oídos atentos y con voluntad garante de los Derechos Humanos individuales y sociales.
Del lacónico mensaje emerge una nación tendente a reinstalar valores, ideales y principios con el propósito de fortalecer el federalismo político, jurídico y económico. Se perfila la vocación democrática de hacer de la legalidad y la constitucionalidad ejes funcionales de una República genuinamente soberana, integérrima en la defensa de sus litorales y fronteras, revestida por la dignidad de sus ciudadanos a fin de asumir, con entera responsabilidad y libertad, las decisiones que a todos nos incumben, afectan o favorecen.
En su mensaje, Enrique Peña Nieto se compromete a rediseñar el México plural del siglo XXI que continúa siendo esperanza y reclamo de millones de mexicanos quienes demandan que la representatividad en los congresos locales recupere su dignidad en los términos que señalan los preceptos del máximo ordenamiento jurídico, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. El centralismo es rémora que obstruye el desarrollo industrial agrario y sociocultural de México.
Atrás queda el México de la frustración y la nación de las esperanzas fallidas. El retorno del PRI a Los Pinos es preanuncio de la vuelta a los orígenes, lamentablemente traicionados en las últimas cuatro décadas, de 1989 a 2012.
Las instituciones responsables de que resplandezca la seguridad y el desarrollo social han pasado el crisol del fuego purificador. En adelante, ya no habrá lugar para dudar si México es una nación de leyes o de temperamentos, pues sabemos  mucho más acerca de por qué obedecer el derecho, por qué acatar las sentencias y respetar las resoluciones emanadas de los órganos de justicia radicados en el Poder Judicial de la Federación. Todas, en conjunto, son enseñanzas alcanzadas con muy elevado esfuerzo y cuya inversión y costo corresponde ahora tutelar al gobierno de la República. Y a los ciudadanos, a nosotros, a la sociedad, ser sus más  rigurosos e insobornables vigías.
Este es el México que todos queremos.