Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







domingo, 30 de octubre de 2016

EN LOMA DE BACUM: RESPETO A LA DIGNIDAD DEL HOMBRE

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Piden seguridad y acato al respeto humano los pobladores indígenas de “Loma de Bácum”. Demandan garantías que preserven valores para la buena convivencia, con arreglo a los principios amparados en los usos y costumbres, mismos a los que aludió recientemente el secretario de Gobierno, Miguel Pompa Corella.
A su vez, la empresa “Gasoducto de Aguaprieta”, responsable de la obra, invoca condiciones de seguridad con el objeto de proseguir el trazo dentro del corredor de servicios en la susodicha comunidad.
Se trata de una obra privada y no pública había dicho la gobernadora de Sonora, Claudia Pavlovich Arellano, lo que por lo visto en modo alguno exime de los buenos oficios de su administración, según se advierte por la asistencia de Pompa Corella en el diálogo con representantes de la etnia a principios de la semana anterior.
Los usos y costumbres, es sabido, no hacen de los grupos indígenas ínsulas ajenas al devenir social y económico del país. Están enmarcados dentro del esquema constitucional y, en esa medida, son garantes de los mismos derechos y deberes de sus integrantes que atañen, asimismo, a todos los mexicanos.
Se infiere que no denota el concepto legal de usos y costumbres un estatus de marginación o minusvalía de la dignidad o del respeto a la persona entendida como núcleo y centro de libertades individuales y colectivas.
La empresa constructora asegura, por su parte, que la obra proyectada, a la fecha en condiciones de suspensión provisional, tiene el consentimiento de la etnia yaqui derivado de consultas con sus líderes; dicen tener en su poder permisos y licencias requeridos por los tres órdenes de gobierno.
Circula, no obstante, en medios impresos de la localidad el acuerdo judicial del pasado lunes 23 de este mes, con base en el que se establece la notificación a la empresa  orden de no realizar ninguna obra en terrenos ubicados en Loma de Bácum.
Mientras tanto, motivan diversos comentarios las opiniones del conocido activista y defensor de los derechos humanos, Javier Sicilia. Refiriéndose al tema expresa: lo que está en el fondo no es “sino la dignidad humana y el respeto humano”.
En efecto, podría aducirse que nada ni nadie puede contener el progreso civilizador  basado en el avance de las ciencias y sus correspondientes tecnologías.
Podrán diferirse los impactos, hacerse los ajustes necesarios a través de negociaciones, proceder entre estiras y aflojas.
Pero también hay razones probadas y un trasfondo de justicia social en la exigencia de no anteponer los progresos materiales pasando, con ese propósito, por encima del decoro de las personas, los derechos a la seguridad familiar, y particularmente suscitando riesgos actuales y latentes a la convivencia personal y de la comunidad en que se vive y se convive.
Viene a la memoria lo ocurrido con motivo de la Revolución Industrial cuando la aplicación de las portentosas invenciones tecnológicas dieron lugar a conflictos en el seno de la sociedad: empresas por un lado; por otro, inconformidad de los obreros en la Inglaterra de aquel tiempo.
T.S. Ashton y  Giorgio Mori en sus libros sobre la Revolución Industrial formulan comentarios sobre la importancia del suceso memorable. Enteran acerca de las peripecias sociales que dieron lugar por causa de los drásticos cambios económicos, culturales y educativos durante y después de la gran conmoción que produjo una de las más notables mutaciones de la historia de Occidente.

Dan sabias enseñanzas en el sentido de que es posible compartir progreso y dignidad. Es decir, coordinar cambios socioeconómicos con respetabilidad hacia los seres humanos. En Loma de Bácum, guardada toda diferencia, se plantea similar dilema.

domingo, 23 de octubre de 2016

DIÁLOGO Y NEGOCIACIÓN CON LA ETNIA YAQUI

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Como pocas veces, los términos arriba enunciados adquieren su cabal significado a la luz de los sucesos de violencia y enfrentamiento registrados en “Loma de Bácum”.
Se invoca el díálogo, no el monólogo, como vía a fin de evitar la confrontación.
Se impone el ejercicio de la negociación a título de hacer efectivo el “dar a cada quien lo suyo”, pero con arreglo al derecho positivo o vigente.
Las conjeturas no sirven para nada: son inútiles para zanjar problemas de fondo.
Buscar culpables, por lo pronto, sería como encontrar el hilo negro en estas horas de apremio.
Tiempo habrá para ello. Y esto no quiere decir que habría de echarse todo en saco roto.
Lo importante y decisivo está en detener y contener la riña entre hermanos.
Atizar la hoguera sirve tan sólo a finalidades siniestras, cuando lo que  se requiere, de inmediato, es aplicar los criterios de serenidad a través de la persuasión.
La frase “Usos y Costumbres”,  ciertamente, tiene connotaciones ambiguas y equívocas que podrían dar lugar a que grupos antagónicos practicaran  la consigna de hacerse justicia, internamente, por mano propia.
Más de una vez dicho concepto ha servido para que gente inescrupulosa dejara que las cosas siguiesen un curso violento y de funestas consecuencias.
No habría que olvidar, justamente hoy, que la susodicha denominación tiene sabor a marginación, a desdén y extrema confinación.
Mucho se habla de nuestro pasado esplendoroso y de las luminosas culturas autóctonas
Con lujo de publicidad se habla de la urgencia inaplazable que hay con el propósito de preservar las lenguas aborígenes.
Asimismo, de  la necesidad de salvaguardar, por todos los medios, el legado cultural de los antecesores.
Sin embargo, poco o nada se lleva a cabo para impartir enseñanzas prácticas a los niños indígenas. Brillan por su ausencia los instructores cuya misión sería la de educar a los adultos en actividades productivas a través de la horticultura, la hidroponia y actividades ecológicas tendentes a sanear el ambiente, reclamar las ilícitas incursiones de empresas mineras, desnacionalizadas y extranjeras, responsables de la contaminación de ríos y cosechas.
En nombre de “usos y costumbres”, los pueblos indígenas pierden, día a día, su identidad.
Es decir, sucumben por el peso no de la civilización, del progreso y de la modernidad o postmodernidad.
Más bien, sufren atropellos tras atropello a sus legítimas aspiraciones y esperanzas.
Negociar con ellos, dialogar con ellos, tomando como referentes los derechos es camino a seguir.
Respetar al pie de la letra las resoluciones que les atañe y les compete.
En vez de la denostación y la carga de improperios, bien se hará en  respetar las garantías que les corresponden como mexicanos, no de segunda. Sino en el sentido de conciudadanos  con las responsabilidades y los deberes de todos aquellos que hemos nacido  bajo el amparo de estos cielos y de normas de convivencia igualitaria. Son, pues, mexicanos con voz y voto.
Etnia indómita, con un pasado forjado en la adversidad, los yaquis dan su batalla por la dignidad y los ideales de igualdad y libertad.
Sus usos y costumbres tienen delimitaciones legales en el marco constitucional.
Bajo su égida, toda confrontación es susceptible de resolución en términos de  comprensión y entendimiento.
Desde ese punto de vista, nada contra le legalidad. Nada contra los usos y costumbres que han hecho posible la convivencia cívica en sana paz y concordia.

Así, cualesquier intento por dar alas a la violencia interna, alentar la confrontación fratricida no sólo sería desleal sino un acto de locura extrema, equivalente al harakiri en aras de la sinrazón y el daño en perjuicio propio.

lunes, 17 de octubre de 2016

¿ANARQUISTAS EN LA UNAM?: TOLERANCIA, NO IMPUNIDAD

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Bajo la enseña de “todos contra el Estado”, el anarquismo hace también de las suyas en Ciudad Universitaria, sumándose a la ya interminable cadena de hechos delincuenciales que han convertido la geografía nacional en escenario de sucesos amparados en la tolerancia y la impunidad.
Provocación en unos casos, violencia organizada en otros, justicia por mano propia en muchos más, la inseguridad pretende hacer de las instituciones públicas el blanco sobre el cual lanzar sus amenazas y ensayar su proyecto desestabilizador.
Guerrero y Michoacán al principio. Chiapas y Oaxaca después. Sinaloa, Chihuahua y Sonora al par. No hay Entidad al margen de secuestros, magnicidios y latrocinio realizado por quienes menos se hubiese esperado.
El Estado de Veracruz es el más reciente ejemplo de la incontenible ola de corrupción oficial.
Permea una especie de estela autodestructiva desde la cúspide del poder en la que se devoran entre sí los más altos representantes y en donde los poderes del Estado son víctima de creciente impunidad.
Cómplices en esta insufrible cascada de violencia soterrada, los partidos se han convertido en trampolín para aventureros de la política. Semillero de políticos improvisados, puerta de entrada y aduana  por la cual  ingresan no los mejores sino el recurso humano menos calificado, para decirlo en términos eufemísticos.
Hoy en día, desde el campus de la máxima casa de estudios el estallido delincuencial hace estremecer la conciencia de la sociedad macerada y aturdida a causa de los abusos contra la autoridad, por mor de los embates de la corrupción oficializada y en virtud de la victoria no de la imputación sino de la cínica y declarada impunidad. Esta última se ostenta reina de la malversación de bienes públicos y es coraza del anarquismo desquiciante. A punto de  poner a sus servicios al Estado y a los poderes que lo integran.
El jueves anterior, para no ir lejos, enmascarados llamados ”anarquistas” incendiaron la unidad de un Metrobús como protesta por lo que consideran acto arbitrario de la autoridad el haber sentenciado a prisión  correligionarios suyos, por sucesos similares cometidos hace un par de años.
“Mater et Magistra”, así es ponderada la UNAM. Su actual Rector, Enrique Graue, la convalida en ese rango, como lo que ha sido y es desde su refundación: paradigma insustituible que modula, con su ejemplo, el sentido de la legalidad por medio del ejercicio responsable de su régimen de autonomía.
Lidera la garantía de expresión a través de la enseñanza y de sus valiosas contribuciones editoriales. Fomenta y estimula la creatividad en los órdenes de la investigación y del arte. Propone rutas a seguir a través de la incorporación y uso de las técnicas modernas de la informática.
Es modelo en donde la sociedad mexicana puede verse y en donde se reflejan los avances del progreso, la igualdad y las formas democráticas. Es medida del saber laico y parámetro de transparencia en el ejercicio de los recursos económicos que tiene a su disposición y bajo el límpido beneficio comunitario.
En palabras del rector Graue, la UNAM es baluarte de integridad. Y no habría por qué confundirla con asomos de caos, violencia y provocación. Mucho menos en su seno se equipara la tolerancia con la impunidad en horas en las que la Nación entera ve y encuentra en ella destellas de claridad, mesura y respetabilidad en todos los órdenes que le competen.
El anarquismo es virus contra el cual la UNAM tiene antídoto suficiente y probadamente eficaz.

Continúa incólume: es ejemplo luminoso, confiable, a proseguir.

domingo, 9 de octubre de 2016

J. MANUEL. SANTOS: NOBEL DE LA PAZ

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El Comité Noruego  resolvió otorgar el Nobel de la Paz al mandatario colombiano Juan Manuel Santos en una decisión que ha causado sorpresa en círculos políticos de su país y del exterior.
Seguramente, después de dos décadas se había puesto en el cesto de los olvidos la resolución que, en su momento, motivó un malestar similar cuando, junto con Isaac Rabin  y Shimon Peres, Yasser Arafat fue asimismo distinguido con la presea con la cual se enaltece a los héroes de la conciliación y la concordia.
En aquel entonces la indisposición con la que se recibió el premio fue por haber colocado al lado de los forjadores de los acuerdos de Oslo, también Yasser Arafat, connotado líder de las falanges terroristas a las que se imputaba la muerte de decenas de civiles israelíes, ancianos y mujeres indefensas.
Esta vez, la irritación nace del hecho mediante el cual se excluye a Rodrigo Londoño, líder de la guerrilla, a quien consideraban merecedor del galardón, de manera similar a como se había exaltado, conjuntamente, al dirigente árabe, en 1994, por méritos ciertamente inexplicables.
Cabe mencionar el dato relacionado con la jornada plebiscitaria efectuada con el propósito de conocer el “sí” y el “no” de los colombianos en torno al proceso y a los acuerdos pactados entre el gobierno y la guerrilla.
Como se sabe, el resultado del referéndum fue un rechazo al acuerdo pactado en La Habana.
No obstante, el Premio Nobel de la Paz fue otorgado al presidente Juan Manuel Santos.
Representa una convalidación al esfuerzo del mandatario de Colombia. Y en cierto modo, una calificación implícita al movimiento que a lo largo de medio siglo ha ensangrentado a centenares de hogares en aquel país.
El “no”, por tanto, está vinculado al procedimiento de hacer justicia por mano propia. En otras palabras, la resolución es en favor de la vida institucional que se expresa por la repulsa implícita a toda forma de sublevación armada contra los gobiernos establecidos o legítimos. En definitiva, equivale a una condena del terrorismo beligerante igual al que defienden y auspician las fuerzas armadas llamadas revolucionarias.
Por otra parte, se corre la voz acerca de una posible manipulación del pasado referéndum. Más aún, se alude a una vedada infiltración del crimen organizado, para el cual los acuerdos de paz lesionan y afectan de manera directa sus nefandos intereses.
Al margen de conjeturas, habrá que considerar que la paz es un proceso por lo general azaroso, complejo, cuesta arriba. No cae buenamente de las nubes. Implica concesiones de las partes. Requiere de tiempo, por lo mismo.
Está rodeado, en permanente amenaza, de incertidumbre, dolo, engaños secretos y de traiciones. Exige de la voluntad lo mismo que de la destreza, el aplomo de sus coautores.
Se habla de acuerdos y desacuerdos, de asentimientos y disentimientos. Y al final de pactos, cuyo aval está en manos de quienes están dispuestos a respetar y cumplir los convenios.
En este sentido el Premio Nobel de la Paz lo comparten por igual pueblo y gobierno, sociedad y representante del poder político de Colombia. Es un homenaje público, internacional, discernido en aras de una paz anhelada y convertida en hazaña de la negociación política, proseguida durante varios años.
Quizás sea prematuro echar las campanas a vuelo. Pero el proceso continúa abierto, susceptible de ser enriquecido. Dependerá su buen éxito de hacer a un lado el rencor; de no anteponer la venganza como vía para lograr el cierre, poco a poco, de heridos que todavía sangran.

La paz por medio del derecho está, nuevamente, a prueba. Colombia, los colombianos, lo merecen. 

lunes, 3 de octubre de 2016

SHIMON PERES: EL SUEÑO DE LA PAZ PERPETUA

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Realista, contemporizador, hombre forjado en el principio según el cual los tratados y los  acuerdos pueden llevar a la convivencia en paz armónica, Shimon Peres deja una herencia admirable no sólo para judíos y árabes. Asimismo, para la comunidad internacional.
Muestra de lo anterior, es el hecho insólito de que en sus funerales estrecharon las manos el Presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abas, y el Primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu. El líder árabe no había pisado tierra israelí durante  años, dada la rivalidad entre su comunidad y la que abanderó el aventajado alumno de Gurión.
Explicable la asistencia del mandatario estadunidense, Barack Obama y la presencia del ex presidente Clinton, así fue la del jefe del Poder Ejecutivo nuestro, Enrique Peña Nieto. Rubrica la participación invariable de los hombres de Estado en los menesteres de la comprensión entre naciones. Líderes notables del orbe se sumaron al póstumo adiós.
Paradigma de negociación, Shimon Peres es lámpara que alumbra en toda conflagración donde los conflictos pareciera que no tendrían fin,  sino por la fuerza de las armas y no por la fuerza de la razón. Es decir, por la fuerza de las leyes y los tratados, con  base en el deber jurídico.
Fue un sueño que lo llevó a confrontar las sucesivas guerras de Israel con sus vecinos levantados en armas. No padeció sobresalto alguno que  defraudara su esperanza en la paz perpetua: la paz permanente entre pueblos cercanos en la geografía, pero distantes en ideología, convicciones y creencias.
La paz perpetua a que aspiraba Shimon Peres no era, ciertamente, la paz de los sepulcros. Y nada tenía que ver con la inscripción satírica que, al decir del autor de “La Crítica de la Razón Pura”, Kant, lucía en casa del hostelero holandés.
Era la paz fundada en pactos de no agresión, de no violencia, de no acciones terroristas y siniestramente sorpresivas, secretas, en que mueren civiles inermes; niños, ancianos y mujeres.
La paz que el líder israelí convirtió en bandera de lucha, fue la paz de seres racionales, conscientes de su dignidad y la de sus congéneres; la paz que se fragua en todo proceso de diálogo: de concesiones y contra posiciones, de disputas y persuasiones mutuas.
Hubo de luchar, como sucede con líderes y estadistas dignos de ese nombre, contra la cerrazón interna y externa de sus compatriotas y de todos los enemigos de Israel. En foros y sedes de confrontación logró superar las actitudes extremistas y puso en las mesas de las negociaciones la retórica política que hace de la polémica (erística) el inicio y no el desacuerdo al infinito, el comienzo de todo tratado y no su negación y conculcación absolutas.
Su muerte a los más de noventa años, culmina toda una era de guerras y guerrillas que colocaron al Medio Oriente en las compuertas de más de una guerra atroz y de pavorosas consecuencias. Abonó, junto con estadistas y líderes de todas las tendencias políticas e ideológicas, la paz y la concordia entre sus compatriotas y los dirigentes del mundo árabe.
Dejó preparado el terreno para llevar a buen término las negociaciones sobre los territorios que corresponden legítimamente a los palestinos. Su tenaz injerencia en los acuerdos de paz son testimonios fehacientes de que Israel no aspira a la ocupación de tierras que no le pertenecen. Otro son los diferendos esgrimidos por los palestinos.

Los tratados de Camp David y de Oslo son letra viva para reanudar la ardua tarea de alcanzar la paz entre árabes y judíos. En ellos descansa el sueño de la paz perpetua tal y como él la concibió.