Piden
seguridad y acato al respeto humano los pobladores indígenas de “Loma de Bácum”.
Demandan garantías que preserven valores para la buena convivencia, con arreglo
a los principios amparados en los usos y costumbres, mismos a los que aludió recientemente
el secretario de Gobierno, Miguel Pompa Corella.
A
su vez, la empresa “Gasoducto de Aguaprieta”, responsable de la obra, invoca
condiciones de seguridad con el objeto de proseguir el trazo dentro del
corredor de servicios en la susodicha comunidad.
Se
trata de una obra privada y no pública había dicho la gobernadora de Sonora,
Claudia Pavlovich Arellano, lo que por lo visto en modo alguno exime de los
buenos oficios de su administración, según se advierte por la asistencia de
Pompa Corella en el diálogo con representantes de la etnia a principios de la
semana anterior.
Los
usos y costumbres, es sabido, no hacen de los grupos indígenas ínsulas ajenas
al devenir social y económico del país. Están enmarcados dentro del esquema
constitucional y, en esa medida, son garantes de los mismos derechos y deberes
de sus integrantes que atañen, asimismo, a todos los mexicanos.
Se
infiere que no denota el concepto legal de usos y costumbres un estatus de
marginación o minusvalía de la dignidad o del respeto a la persona entendida
como núcleo y centro de libertades individuales y colectivas.
La
empresa constructora asegura, por su parte, que la obra proyectada, a la fecha
en condiciones de suspensión provisional, tiene el consentimiento de la etnia
yaqui derivado de consultas con sus líderes; dicen tener en su poder permisos y
licencias requeridos por los tres órdenes de gobierno.
Circula,
no obstante, en medios impresos de la localidad el acuerdo judicial del pasado
lunes 23 de este mes, con base en el que se establece la notificación a la
empresa orden de no realizar ninguna
obra en terrenos ubicados en Loma de Bácum.
Mientras
tanto, motivan diversos comentarios las opiniones del conocido activista y defensor
de los derechos humanos, Javier Sicilia. Refiriéndose al tema expresa: lo que
está en el fondo no es “sino la dignidad humana y el respeto humano”.
En
efecto, podría aducirse que nada ni nadie puede contener el progreso
civilizador basado en el avance de las
ciencias y sus correspondientes tecnologías.
Podrán
diferirse los impactos, hacerse los ajustes necesarios a través de negociaciones,
proceder entre estiras y aflojas.
Pero también hay
razones probadas y un trasfondo de justicia social en la exigencia de no
anteponer los progresos materiales pasando, con ese propósito, por encima del
decoro de las personas, los derechos a la seguridad familiar, y particularmente
suscitando riesgos actuales y latentes a la convivencia personal y de la
comunidad en que se vive y se convive.
Viene
a la memoria lo ocurrido con motivo de la Revolución Industrial cuando la
aplicación de las portentosas invenciones tecnológicas dieron lugar a conflictos
en el seno de la sociedad: empresas por un lado; por otro, inconformidad de los
obreros en la Inglaterra de aquel tiempo.
T.S.
Ashton y Giorgio Mori en sus libros sobre
la Revolución Industrial formulan comentarios sobre la importancia del suceso memorable.
Enteran acerca de las peripecias sociales que dieron lugar por causa de los
drásticos cambios económicos, culturales y educativos durante y después de la
gran conmoción que produjo una de las más notables mutaciones de la historia de
Occidente.
Dan
sabias enseñanzas en el sentido de que es posible compartir progreso y
dignidad. Es decir, coordinar cambios socioeconómicos con respetabilidad hacia
los seres humanos. En Loma de Bácum, guardada toda diferencia, se plantea
similar dilema.