Detuvo su reloj biológico y
nos abandonó físicamente Tiburcio Reyes Quilantán, maestro muy distinguido,
amado y reconocido por diversas generaciones de alumnos en aulas de colegios
privados y de instituciones públicas de su segunda pequeña patria: en su Sonora
querida.
Dijo adiós a sus familiares
íntimos en la ciudad y puerto de Veracruz, asistido por su compañera de
siempre, la maestra Felisa Díaz y la tierna compañía de Lupita, insustituible
sostén del ejemplar matrimonio hoy ensombrecido por el doloroso luto.
Recibirá cristiana sepultura
el próximo viernes en suelo sonorense.
Para quien esto escribe, los
maestros Reyes-Díaz fueron y seguirán siendo, hasta el último minuto de la
existencia, padre y madre sustitutos en la orfandad física por la ausencia de sus progenitores.
En la que es hoy Universidad del Pacífico y
más tarde en Cajeme fueron para el suscrito, almas tutelares en las difíciles
horas de la primera juventud,así como brújula orientadora hacia el saber y la
digna convivencia. Fueron manos bondadosas y pródigas en lo espiritual y en lo
material, solícitos; todo ello para facilitar el salir con buen éxito del
bachillerato en el naciente Tecnológico del Noroeste (ITNO), ciertamente
inolvidable cuna académica, previa en los estudios en la Facultad de Filosofía
y Letras de la UNAM.
Nada de lo que ahora es feliz
y viviente realidad, familiar y personal, al lado de mis seres amados lo sería, así, sin la protección
generosa, sin el noble cariño paternal y maternal por parte de quienes ahora, su
recuerdo, se ha visto ensombrecido por la fatalidad.
Mi esposa Emma, mis hijas y
nietos comparten el dolor, la sensación que anonada, lo que hace vibrar la parte
más sensible de los afectos. Quiero decir, lo que es inefable; lo que casi es
imposible expresar.
Sobrevivirá, empero, el
maestro Reyes Quilantán con la gratitud de todos aquellos que abrevaron en su
sabia enseñanza y resultaron dignos discípulos en sus clases de retórica y de
oratoria hasta resultar, algunos de ellos, triunfadores en concursos del Estado
yen justas nacionales. No pocos hoy, sin duda, estarán rodeándolo en ceremonia
póstuma allá en la añorada Cajeme, con merecida devoción, cumplido respeto y
limpia admiración en su postrer despedida.
Los crespones de luto van en
lo hondo del corazón. Los llevamos así, y así los seguiremos llevando todos
quienes fuimos destinatarios de su eros pedagógico, de su asistencia vital
y de su diligente apoyo.
Felisa, su acongojada esposa,
maestra también y madre ejemplar nuestra, recibirá, no lo dudamos, los
condolidos pésames de quienes han hecho y hacen de cada día un tejido de
bondad, amor, afecto sin límites. Sin esperar nada a cambio.
Pero ha sido dicho: “Navigare necesse est”. Así: “Es necesario, ineludible, proseguir”.