Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 25 de febrero de 2013

EL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA TIENE LA PALABRA




Dice Emilio Chuayffet, secretario de Educación, que México está lejos de ser un país de lectores. Bajo esta consideración, la Reforma Educativa sentará las bases para elevar la calidad educativa de los mexicanos y propiciará cada vez más diligentes lectores.
A su vez, José Carreño Carlón, director del Fondo de Cultura Económica, comunicólogo muy reconocido, refrenda esperanzas y propósitos que alientan en la organización a fin de convertirla en editorial de vanguardia, foro de renovación cultural a través de la página impresa.
Lo anterior se dijo en el convivio con ex directores del Fondo, autores, funcionarios públicos y distribuidores de libros con sello de la casa editora. Y ahí mismo se anunció el inicio de otra revolución, la que en vez de cadáveres prodiga vida; es decir, vida duradera: la del espíritu. Callados testigos de honor en dicho acuerdo fueron las casas de estudios y de cultura superior aledañas, al igual que prestigiosos institutos de investigación, sede de académicos universitarios.
A sus 80 años, el FCE pone en marcha la otra revolución, la del libro: la revolución de la página impresa a través del libro digital. En conmemoración de sus cuatro décadas de existencia, de incesante producción editorial, se lanza al campo de lucha investido de proyectos, ideas e ideales; equipado con programas y propuestas novedosas; predispuesto a convertir los acervos bibliográficos en arsenal propicio para dar la mejor de todas las batallas: en contra de los prejuicios, la indolencia y la resistencia a la ilustración. Por cuenta propia.
Carreño Carlón ofrece hacer del Fondo de Cultura, de sus archivos y pródigos almacenes, una verdadera trinchera de combate a fin de vencer al gigante de la ignorancia que lo corroe todo y derrotar la autosuficiencia que todo lo aniquila y envilece.
Nos proponemos colocar al Fondo, anticipó Carreño, en la cabeza de las innovaciones tecnológicas relativas a producción de libros electrónicos, plataformas digitales y lectores en distintos formatos. Preservaremos y ampliaremos, añadió, su ya de por sí rico catálogo en lo que se refiere a novedades bibliográficas y en cuanto a calidad de las mismas. Exploraremos, expresó, nuevas formas para difundir obras y autores; vía internet, por caso. Rediseñaremos el mapa de distribución a lo largo y ancho de la República, en respuesta oportuna y eficaz, a las demandas de librerías institucionales que hagan frente a la precariedad de oferta en el mercado cultural y al raquitismo de potenciales consumidores de obras científicas y humanísticas en nuestra superpoblada provincia. 
No están solos, por cierto y afortunadamente, el FCE y su recién nombrado director, Pepe Carreño Carlón, en esta revolución educativa y cultural. Está a su lado el secretario Chuayffet, y arriba el Presidente Enrique Peña Nieto. Y por añadidura, si hiciese falta, rodea al diligente comunicólogo un puñado de colaboradores, prestos en el manejo de la pluma y expertos en la promoción de las ideas que, seguramente, le respaldarán para alcanzar y superar, de ser posible, las metas y los objetivos de su histórico compromiso.
En esta perspectiva, cabe evocar a Platón en el “Fedro” cuando sostiene que la letra escrita no habla de suyo, por sí sola. Es indispensable ponerla en diálogo, como por cierto lo hizo el ateniense a través de sus más de 50 obras por boca de sus personajes, reales o idealizados para fines propios, expositivos o apologéticos.
Al Fondo de Cultura presidido por Carreño Carlón corresponde poner al alcance de lectores de magros recursos económicos la página impresa, en condiciones de ser leída, entendida y capaz de comunicarse con los demás. Le toca hacer de las librerías foros de entendimiento, idóneos para el diálogo y el debate; el libro no es, a secas, un objeto de compraventa. Y el lector, un espejo reproductor de cosas.

lunes, 18 de febrero de 2013

DE MARTÍN LUTERO AL PAPA BENEDICTO XVI




“Lutero fue el último de los grandes monjes medievales”, escribió Veit Valentin en su Historia de Alemania (Editorial Sudamericana, 1947). Podríamos decir que fue pionero de la “Revolución Copernicana” en el campo de la filosofía, específicamente en la Ética,  inaugurada por su ilustre coterráneo: Emmanuel Kant. Su nombre, pensamiento y vida han vuelto, trasponiendo fronteras en el tiempo y la geografía.
La renuncia del Papa Benedicto XVI nos hace volver a la época en que vivió y actuó el llamado “Profeta de la Reforma”, a la época de transición que marcó los inicios de la separación entre Iglesia y Estado. Y, en particular, al capítulo aún sin concluir de la libertad de creencias, de culto y de tolerancia como fundamento de la moralidad originada en la responsabilidad y la libertad.
Razones no faltan para aludir a un paralelismo que, a no pocos, daría ocasión para afirmar que la historia se repite o bien para invocar la ley del eterno retorno, incluyendo la conjetura relativa a un supuesto destino manifiesto.
Ciertamente, Benedicto XVI ingresa a la historia de la Iglesia, por cierto en una  encrucijada histórica similar a  pesar de que Lutero enfrentó a la oposición imperante en condiciones por demás adversas. Mientras el gran monje medieval tuvo que vérselas envuelto en la soledad del vacío y el desdén de sus correligionarios, Benedicto XVI tiene tras de sí toda una corriente de ideas religiosas a su favor.
Deja el trono papal después de haber contribuido a borrar del mapa sacramental la visión terrorífica del purgatorio como lugar establecido para expiar las penas y el castigo eterno de los transgresores.
Lutero, en cambio, asumió el crucial debate contra las bulas de indulgencia en los umbrales mismos de la Inquisición y frente a las más violentas amenazas de la intolerancia.
No obstante, hay un sutil hilo de continuidad que hacen de ambos, de Martín Lutero y el papa Benedicto XVI, coartífices de la libertad de conciencia; paladines desde sus propias perspectivas y de su personal interpretación del dogma, promotores de la fe religiosa y de la creencia según los renovados cánones y principios deducidos de la razón, la voluntad y el sentimiento, fuentes  insoslayables de renovación psíquica y origen de todo lo humano.
Monje medieval y Papa moderno despiertan, cada quien desde su momento histórico,  del sueño dogmático que hacía ver al purgatorio como sitio en donde las penas eran perdonadas por la Iglesia, y sólo a través de ella. Entrevieron, o vieron con plena claridad, que las indulgencias no se vinculaban con las “buenas obras”, entendido esto último como la exteriorización de conductas con el propósito de alcanzar la gracia que proviene del cielo. El miedo al purgatorio, por parte del creyente, motiva y conduce a la  generosidad y a la dádiva, dando lugar a un floreciente y apetitivo negocio.
En el pasado, las indulgencias se convirtieron en un deplorable y repudiable abuso que llevaba al extremo de que las instancias para tal efecto vendiesen bulas para la salvación del alma de quienes hubiesen, en vida, perpetrado acciones ilícitas, criminales. Incluso las había para quienes jamás hubieran acatado el dogma de la confesión. De lo que hay, a la fecha, son datos relacionados con personas encumbradas en la política y los negocios, partícipes de la ilusión y el autoengaño por vía de la compra de redención, respecto de toda acción nefanda, impune a los ojos de los tribunales y de los organismos encargados de castigar, de manera pública y ejemplar.
De Martín al papa Benedicto XVI, repetimos, hay un hilo sutil de continuidad. Pasa por Bacon, Leibniz, Rousseau, Kant y llega hasta el príncipe de los juristas modernos, Hans Kelsen. Habría que descubrirlo y ponerlo de manifiesto. Es un tema de nuestro tiempo.

domingo, 10 de febrero de 2013

DULCE MARÍA GRANJA: KANT EN MEXICO






El 16 de febrero de 1804 murió Emmanuel Kant, figura emblemática de la filosofía moderna, en su natal Könisberg. A dos siglos, su presencia en todo el planeta es insoslayable. Vida y obra suyas, resplandecen día a día. Cada aurora y cada ocaso son testimonio de su perennidad. Como astro sideral, su enseñanza ilumina  los siglos que le precedieron, alumbra el presente y esclarece el porvenir.
Dulce María Granja ha sido y es promotora señera de la vida y obra del pensador prusiano. Desde el cubículo y la cátedra; a través de la palabra escrita y hablada, en la UNAM y la UAM, su eros kantiano la lleva a traducir cientos y cientos de páginas del alemán al español: “Crítica de la Razón Práctica”, “Sobre el Sentimiento de lo Bello y lo Sublime”.
El nombre de Kant brota cotidianamente de sus labios, en el aula y el auditorio. En 2004, hace nueve años la escuchamos durante su disertación en el solemne homenaje al pensador con motivo del bicentenario de su muerte, efectuado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Después, hemos reflexionado en soledad, leyendo y releyendo sus ensayos, prólogos y sus eruditas tablas de correspondencias de traducción de términos en traslaciones  propias y de especialistas extranjeros. Su labor merece un galardón para reconocerla como distinguida voz y valiosa pluma que contribuyen admirable y discretamente en  la difusión del pensamiento crítico, desde su personal interpretación y expresión diáfana de talento, dedicación y firmeza intelectual. Son beneméritas sus aportaciones al conocimiento de Kant, por su vocación a fin de dar a conocer en diversos medios al héroe de la Ilustración universal.
Hace tres meses, por estos días, la maestra Granja Castro participó, en Bogotá, Colombia, en el coloquio internacional sobre Kant con la ponencia “Kant en el siglo XIX”, en la que retomó el hilo de sus investigaciones que se refieren, con base en  documentación inédita, a la influencia directa y mediata de la filosofía crítica en México, desde los remotos tiempos de la Independencia.
Ella es autora de obras que avalan lo anterior: “Kant en Español” (UNAM, UAM, 1997) y “El Neokantismo en México”(UNAM, 2001). Asimismo, impreso en España (Anthropos, 2010), es autora de “Lecciones de Kant para hoy”.
En Bogotá, su ponencia refrenda la continuidad de su misión para difundir a Kant como un pensador que ha dejado huellas y abierto horizontes en el quehacer educativo, reformador, instaurador y apologético de libertades, derechos, obligaciones y responsabilidades que confluyen en la formación del hombre de la cultura democrática, republicana y, al propio tiempo, al agente del cosmopolitismo en manos de estadistas como el presidente Wilson  tras la Primera Guerra Mundial y de la Sociedad de Naciones al igual que de  la actual Organización de Naciones Unidas.
El pulso kantiano volvió a palpitar en Colombia desde la disertación de la Dra. Granja al evocar a José Luis Mora, al reformista Melchor Ocampo y al culminar en tono mayor con los enunciados programáticos de Barreda, Sierra, Parra y Caso. Envuelto en ropajes del eclecticismo, de los iconoclastas de aquel tiempo, entre nubes y nubarrones de los idealismos absolutos en boga, Kant se abre airoso y señorial paso, al igual que lo hizo, con donaire, en la pasada centuria frente a los partidarios del marxismo, el existencialismo, el positivismo lógico y otros “ismos”más,  de nada grata memoria.
Dulce María es doctora en filosofía, directora del Centro de Documentación Kantiana (UAM), presidenta del Consejo Directivo de la Biblioteca Immanuel Kant para la publicación de la obra del filósofo, en edición bilingüe. En suma, es catedrática en la UNAM del curso “Filosofía de Kant”; Maestra indiscutible en la amplia connotación y extensión del concepto.

lunes, 4 de febrero de 2013

RUBÉN BONIFAZ NUÑO: EL HUMANISMO ESTÁ DE LUTO




Murió a los 89 años, cargado de gloria, en plenitud espiritual  con el corazón ahíto de bonhomía, precedido de amor y comprensión, el maestro, académico, poeta y traductor, Rubén Bonifaz Nuño. Veracruzano ilustre, mexicano ecuménico y señero universitario, las palabras faltan para rendirle un último adiós.
Su nombre se enlaza al de otros coterráneos suyos: a los Rébsamen, a los Díaz Mirón, a los Héctor Rodríguez. Con él evocamos figuras ingentes que llenan páginas de pundonor, lucidez y talento. Quien tuvo ocasión de tratarlo de cerca, jamás podría olvidar su voz sin afectaciones, la sonrisa fácil y comunicativa. 
Vivió en la Universidad y para la UNAM. Convivió gozosamente con sus colegas: investigadores y docentes; con sus numerosos seguidores y alumnos. Dio  comedida atención a los empleados administrativos que le asistían en el quehacer cotidiano  dentro de la que fue su casa-hogar, a la que tanto amó y cuya comunidad jamás lo olvidará.
Tuve el privilegio de conocerlo allá por la década de los sesenta y de  recibir el beneficio de su bondad; lo entrevisté en su despacho de la Torre de Humanidades, estreché su mano en los corredores de Filosofía y Letras, asimismo, solía darle el saludo cordial en los espacios por donde iba y venía de,  y hacia, Publicaciones en el campus de CU.
Indefectiblemente lo asocio con la figura de dos maestros míos: Rafael Moreno y Bernabé Navarro, sin olvidar por supuesto el afecto y la consideración que siempre  profesé a Guillermo Héctor Rodríguez.  Oriundos de la tierra del café, el humanista y el filósofo, él, de la tibia, sensual y bella Córdoba; mi maestro Héctor Rodríguez del ancestral Coatepec, sitio pletórico de verdor, cubierto en las calladas noches por un  cielo acogedor tachonado de astros.
Por intermedio suyo y de mi benefactor, el maestro Moreno, obtuve mi primera ocupación: fui por ellos recomendado al doctor Efrén C. del Pozo, secretario general de la Unión de Universidades de América Latina (UDUAL) para coordinar la revista del susodicho órgano filial de la Asociación Internacional de Universidades. Rafael Moreno habría de apadrinarme en mi ingreso de profesor a la Preparatoria. Y con ambos, con su desprendido cobijo, cursamos a finales del 68 un curso piloto de griego clásico impartido por la inolvidable maestra, la doctora Margarita Julieta Tapia.
En horas difíciles para el autor de esta dolorida y mal expresada evocación, acudí al doctor Bonifaz en su cubículo  de Humanidades tras haber recibido el veto para obtener una beca en Investigaciones Filosóficas. Cordialmente, como solía hacerlo con quienes se acercaban a su lado, me hizo ver, en forma por demás convicente, que los caminos de la vida se hacen con dificultad, tenacidad, independencia y entrega sin límites. “Hasta llegado el medio día, me dijo, atiendo los deberes administrativos para, enseguida, dedicarme a mi tarea cotidiana de investigar, proseguir los proyectos académicos encaminados a la publicación de mis escritos.” Dirigió entonces su mirada al estante repleto de sus obras impresas: ensayos y traducciones.
Su legado está ahí, al alcance de estudiosos, aprendices en el saber, así como de alumnos diligentes, motivados  por su enseñanza iluminadora. Latinos y griegos fueron la pasión intelectual de su existencia. Enseñó con el ejemplo, mostró que el fin del trabajo intelectual es el de compartir los frutos  a los demás. En esto y en muchas otras aristas de su vida, fue maestro desprendido y virtuoso. Dio lo mejor, lo óptimo, de sí mismo sin la búsqueda insaciable, muchas veces pírrica, de la recompensa o del desdén.
En forma similar al poeta de la Hélade, Homero, vivió sus últimos años el maestro Bonifaz, sin la luz de sus ojos. Pero los destellos de su alma buena, emanan desde  adentro, en forma permanente.

viernes, 1 de febrero de 2013

LOS MUNÍCIPES DEL PAÍS TIENEN LA PALABRA




“Ahora o nunca”, es la consigna de los municipios. Tras el regreso del PRI  a los Pinos,  la promesa de dar eficacia a los principios  jurídicos del federalismo se ha convertido en imperativo ineludible.
Mientras el EZLN difunde sus proclamas como en tiempos de Camacho Solís y de Salinas Gortari, el Presidente Peña Nieto contraataca: emite un programa a fin de restituir los derechos civiles a los pobladores errabundos, y derechos agrarios a las comunidades  desprotegidas. Llega la hora para que, en minas y bosques, las trasnacionales pongan tierra de por medio y dejen de señorear en zonas abandonadas a la incuria. En Sonora rinde protesta como coordinador en la entidad ante la Federación Nacional de Municipios (FENAMM), el alcalde de Cajeme, Rogelio Díaz Brown, en horas en que los sonorenses pasan momentos álgidos, en particular  productores, indígenas del Mayo y el Yaqui, y miembros de la clase trabajadora. El impuesto de la tenencia vehicular, no es lo único.
Sonora es, por hoy, símbolo del naufragio municipalista. Su Ejecutivo ejemplifica la anarquía de Estado, siendo él mismo un tránsfuga de la Ley. Y cómo la sufrida entidad, hay otras que igualmente sobrellevan el peso de la inepcia gubernamental a causa de la ineficacia de las instituciones de control, el desdén de los congresos locales y la complicidad política en la cúpula del poder.
Frente a dicho panorama, los presidentes municipales están llamados a ejercer sus funciones tutelares, sus atribuciones y facultades para denunciar abusos y contubernios, como también para hacer efectivo los programas de solidaridad; dar efectividad a los proyectos de inversión en los poblados que requieren de apoyos oficiales. En modo alguno, de la caridad pública.
Casos de endeudamiento  como el de Hermosillo, otrora floreciente municipio, económica y socialmente, se explican por la complicidad gubernamental, asimismo,  como el que representa el “Acueducto Independencia”,  obra ésta inventada por la ambición de políticos locales encumbrados con piel de empresarios, o al revés. Se entienden en la medida que  hay munícipes perversos coludidos con sicarios en el poder, quienes propician violencia al Estado de Derecho, con lujo de impunidad.
En contrapartida, mientras esto ocurre son del dominio público  desempeños heroicos y ejemplares de funcionarios que, llegados al poder en cabeceras municipales, ameritan mención por su vocación de servicio, aunado a virtudes de  compromiso solidario que los identifica en el acato a sus deberes cívicos atendidos con pulcritud y sin afanes de recompensa mal habida. Por ejemplo, así sucede en la zona serrana de Chihuahua, en donde por cierto, hace días, se borró de un plumazo en la geografía de la pobreza extrema el municipio de Batopilas, en decreto presidencial, 
Allá, precisamente, como botón de muestra, en el mapa donde conviven rarámuris, tarahumaras  pimas y guarajíos, Martín Pérez Campos, dos veces munícipe de Moris, hace la hombrada de multiplicar panes y peces con el fin de asistir a los pobladores desvalidos y afectados por la sequía. En persona, desafiando la inclemencia invernal,  la dispersión de pueblos y aldeas, entrega avíos y despensas; atiende a pequeños agricultores y ganaderos; vigila la aplicación responsable de los recursos para la construcción de represas; lleva, en fin, accesorios para que haya luz en los hogares y agua potable para indígenas e indigentes. Acude a la capital del país, a fin de acelerar los acuerdos. Sin duda, hay otros casos que relatar.
Basados en ejemplos de honestidad y transparencia pública, podrá decirse que ha llegado la hora de los municipios. Y que los munícipes en activo tienen, en efecto, la  palabra. Pero bien lo sabemos: una solitaria golondrina no hace verano.