Dice Emilio Chuayffet,
secretario de Educación, que México está lejos de ser un país de lectores. Bajo
esta consideración, la Reforma Educativa sentará las bases para elevar la
calidad educativa de los mexicanos y propiciará cada vez más diligentes
lectores.
A su vez, José Carreño
Carlón, director del Fondo de Cultura Económica, comunicólogo muy reconocido,
refrenda esperanzas y propósitos que alientan en la organización a fin de
convertirla en editorial de vanguardia, foro de renovación cultural a través de
la página impresa.
Lo anterior se dijo en el
convivio con ex directores del Fondo, autores, funcionarios públicos y
distribuidores de libros con sello de la casa editora. Y ahí mismo se anunció
el inicio de otra revolución, la que en vez de cadáveres prodiga vida; es
decir, vida duradera: la del espíritu. Callados testigos de honor en dicho
acuerdo fueron las casas de estudios y de cultura superior aledañas, al igual
que prestigiosos institutos de investigación, sede de académicos universitarios.
A sus 80 años, el FCE
pone en marcha la otra revolución, la del libro: la revolución de la página
impresa a través del libro digital. En conmemoración de sus cuatro décadas de
existencia, de incesante producción editorial, se lanza al campo de lucha
investido de proyectos, ideas e ideales; equipado con programas y propuestas
novedosas; predispuesto a convertir los acervos bibliográficos en arsenal
propicio para dar la mejor de todas las batallas: en contra de los prejuicios,
la indolencia y la resistencia a la ilustración. Por cuenta propia.
Carreño Carlón ofrece
hacer del Fondo de Cultura, de sus archivos y pródigos almacenes, una verdadera
trinchera de combate a fin de vencer al gigante de la ignorancia que lo corroe
todo y derrotar la autosuficiencia que todo lo aniquila y envilece.
Nos proponemos colocar al
Fondo, anticipó Carreño, en la cabeza de las innovaciones tecnológicas
relativas a producción de libros electrónicos, plataformas digitales y lectores
en distintos formatos. Preservaremos y ampliaremos, añadió, su ya de por sí
rico catálogo en lo que se refiere a novedades bibliográficas y en cuanto a
calidad de las mismas. Exploraremos, expresó, nuevas formas para difundir obras
y autores; vía internet, por caso. Rediseñaremos el mapa de distribución a lo
largo y ancho de la República, en respuesta oportuna y eficaz, a las demandas
de librerías institucionales que hagan frente a la precariedad de oferta en el
mercado cultural y al raquitismo de potenciales consumidores de obras
científicas y humanísticas en nuestra superpoblada provincia.
No están solos, por
cierto y afortunadamente, el FCE y su recién nombrado director, Pepe Carreño
Carlón, en esta revolución educativa y cultural. Está a su lado el secretario
Chuayffet, y arriba el Presidente Enrique Peña Nieto. Y por añadidura, si
hiciese falta, rodea al diligente comunicólogo un puñado de colaboradores,
prestos en el manejo de la pluma y expertos en la promoción de las ideas que, seguramente,
le respaldarán para alcanzar y superar, de ser posible, las metas y los
objetivos de su histórico compromiso.
En esta perspectiva, cabe
evocar a Platón en el “Fedro” cuando sostiene que la letra escrita no habla de
suyo, por sí sola. Es indispensable ponerla en diálogo, como por cierto lo hizo
el ateniense a través de sus más de 50 obras por boca de sus personajes, reales
o idealizados para fines propios, expositivos o apologéticos.
Al Fondo de Cultura
presidido por Carreño Carlón corresponde poner al alcance de lectores de magros
recursos económicos la página impresa, en condiciones de ser leída, entendida y
capaz de comunicarse con los demás. Le toca hacer de las librerías foros de
entendimiento, idóneos para el diálogo y el debate; el libro no es, a secas, un
objeto de compraventa. Y el lector, un espejo reproductor de cosas.