Concluyó
ayer sábado la H. Junta de Gobierno de la UNAM, la primera etapa de la jornada
previa a la elección de Rector para el periodo 2015-2019. Dicho preámbulo se
efectuó siguiendo un escrupuloso proceso de consulta a la comunidad
universitaria, seguido del apoyo, por vez primera, de los medios de comunicación,
electrónicos y a través de la página escrita.
Antes
de dos semanas, se cubrirá la siguiente etapa de la cual emergerá el nombre del
sucesor del doctor José Narro Robles.
La
consulta a la comunidad deja enseñanzas que, seguramente, servirán de guía para
las designaciones venideras en universidades y tecnológicos de índole pública
asentados en el territorio nacional. La primera, acaso la principal, se refiere
al formato de la consulta, a su carácter de indagación con sentido abierto, sin
intermediación de grupos y sin asomo de manipulación auspiciada por
representantes de grupúsculos partidistas.
Laica
es la Universidad y no sólo “de nomine”. En las cinco palabras se resume su
naturaleza apartidista, anti dogmática y con destino autónomo en cuanto al
quehacer que se lleva intramuros.
Nacional
es otro de los elementos definitorios. Con ello se alude a su índole magistral,
su carácter de paradigma en cuanto a la cobertura de la forma y el contenido de
sus programas y planes de estudios. Asimismo, por su experiencia a fin de
propiciar la unidad en la diversidad de enseñanzas y expander sus acervos
culturales a la sociedad en general, sin distinción alguna.
Su
definición de entidad educativa, autónoma, conlleva el deslinde entre lo académico
y lo laboral, sin desconocer que las tareas de la docencia, investigación,
difusión y extensión cultural, implican relaciones contractuales. Por lo tanto
estatutarias, normativas, como toda actividad regida por la obligatoriedad.
La
consulta abierta se apareja al ideal de libertades. Y esta vez se da un paso
adelante con el propósito de abonar y fortalecer el susodicho ideal, con motivo
de la designación del próximo titular de
los destinos de la institución.
Una
flagrante contradicción sería la de seguir haciendo loas y prodigando aplausos
a la autonomía, si por una parte se festina la independencia, por ejemplo, de
criterios en la docencia y la investigación. Y, si por otra, los directivos
fuesen nominados siguiendo pautas y modelos tomados de fuentes y paradigmas
tachados de autoritarismo, amiguismo; o bien de atavismos. Todo ello en provecho
de la corrupción y la mediocridad.
El
proceso de referencia pone ante los ojos de la nación ni más ni menos la
viabilidad de formas de convivencia que tienen aplicabilidad en las relaciones
a nivel mucho más complejos en donde el régimen de libertades, la red de
garantías y las de comunicación pueden confluir sin los consabidos tabúes y sin
la falsa alarma que erosiona todo lo que tiene que ver con la participación
cívica y ciudadana.
Es
edificante, como mucho de lo que ocurre en la UNAM, por lo siguiente:
La
reforma del país orientada a una nación de leyes pasa por el proceso de validar
o refrendar las instituciones públicas. La convivencia colegiada, el ejercicio
participativo y la vigencia del Estado de Derecho son concurrentes y en modo
alguno segmentos aislados entre sí, en espera de una convergencia espontánea o
milagrosa.
Hoy
es la UNAM. Mañana las universidades y tecnológicos en donde se configura y
cultiva la verdad de la ciencia, y en cuyo seno se establece lo que es la
voluntad social y se comunica y comparte el sentido del gusto estético a través
del arte y las técnicas que lo hacen posible. Y así sucesivamente.
Generosa
es la enseñanza que puede dar la Universidad Nacional Autónoma de México en
horas de transición en las que la expresión “vida democrática” manifiesta un
anhelo que puede convertirse en logro constatable. De ahí la importancia de su
cátedra ejemplar. La H. Junta de Gobierno, por tanto, tiene la palabra.