Juntos
recorren el planeta lo mismo el terrorismo islámico y el crimen organizado. En
Inglaterra y en Francia, al igual que en los Estados Unidos, la barbarie hace
de las suyas como si el odio mezclado al rencor fuesen uno y el mismo recurso legítimo para dirimir
las controversias.
Aquí,
el día del aniversario en el que fue asesinado el prócer sonorense, Luis
Donaldo Colosio, fue víctima de la insania Miroslava Breach en la capital de
Chihuahua en una acción por demás cobarde a manos de sicarios al servicio del
llamado crimen organizado.
Días
antes había sido privado de la vida el diarista veracruzano Ricardo Monlui
Cabrera.
Sobra
el decir que México se ha convertido en territorio en donde la impunidad
pretende sentar sus reales y, desde ese nefasto predominio, trata de someter al
Estado de Derecho, amenazando, agrediendo y proponiéndose nulificar la
legalidad institucional, maniatar a los poderes públicos por medio del soborno
y la complicidad y hacer valer, con lujo de prepotencia, lo que Edmundo Valadés
transmutó en metáfora, con su proverbial talento, la verdad que hay en la
expresión: “La muerte tiene permiso”.
Miroslava,
periodista de larga y reconocida trayectoria, se vuelve la mujer mártir de este
atardecer luctuoso en nuestro país. Originaria de un poblado del Estado Grande,
Chínipas, labró con tesón admirable la carrera informativa, la actividad señera
que en un tiempo fue privativa para hombres avezados, y dio a su quehacer
comunicativo los blasones que dan forma y contenido al difícil, incomprendido
por lo general, pero indispensable oficio de la palabra escrita.
Entendió
cabalmente que los espacios de su profesión eran mucho más que foros que la
retórica epidíctica utiliza como escenario para el elogio infundado, la
exaltación inmerecida y para el encomio
sin límites.
Eligió,
con arreglo a una ética personal ajustada a los valores de la libertad, al
compromiso y a la responsabilidad, la vía de la denuncia. Es decir, se dio el
margen a fin de compartir en sus escritos la voz de los que carecen de ella, o
bien que no la tienen al alcance.
Escogió,
así, el sendero lleno de espinas que es el de las dificultades para sostener
con dignidad una postura indoblegable: la firme determinación de informar con
transparencia, de enterar a los lectores con datos irrecusables, o de dar a la
verdad su significado relativo y, por lo tanto, a expensas de comprobación en la experiencia.
Los
arteros criminales acallaron, ciertamente, su voz. A mansalva, como lo hacen
los cobardes, la privaron de la existencia ante la mirada atónita de sus dos
hijos. Sin embargo, su muerte fecundará, con su ejemplo, la actividad que más
temen los criminales que acechan desde la oscuridad.
Amparados
en la impunidad y la complicidad propiciada a menudo desde las esferas del
poder político y económico, el terrorismo extiende su maldad valiéndose de la
efectividad de sus provocaciones, amenazas y atentados. Mientras la
drogadicción sigue haciendo su diabólica encomienda.
Desde hoy, el nombre de Miroslava Breach queda
inscrito en la impresionante lista de mártires de la libertad de expresión.