Vivir
fuera del presupuesto es vivir en el error, dijo alguna vez el humorista
veracruzano César Garizurieta, refiriéndose a quienes en lugar de vivir de su
trabajo prefieren hacerlo a costa de la beneficencia pública.
Otra
cosa, en modo alguno equiparable al dicho del sureño, es el que tiene que ver
con el presupuesto público en casos cuando se refiere a la distribución de
recursos destinados al desarrollo social de los municipios, células básicas del
Federalismo.
Toda
coordinación y planeación para el desarrollo regional y el progreso territorial
han de pasar por el municipio entendido como pivote de la modernización
educativa y cultural, la remodelación urbana, los enclaves turísticos,
económicos y agroindustriales.
En
“Federalismo y Municipios”, Roberto Ortega Lomelí (FCE,1994) alude con
particular acierto a los vínculos entre uno y otros, señalando que “la
evolución y organización del Estado mexicano no pueden explicarse sin su consideración”.
Las
reformas planteadas y en vías de implementarse así lo confirman. La lucha
contra el centralismo jurídico, político y económico, no concluye. Y
corresponde a los actuales políticos con visión de futuro evitar que se anuble
en la renovada etapa hacia la modernización del país. Sin interferencias
internas y sin las consabidas presiones y acechanzas desde el exterior.
Volviendo
al tema del soslayo presupuestario de que es víctima el municipio de Cajeme,
habrá que subrayar que el presupuesto federal es aire renovable que respiran
las entidades municipales para no sucumbir ante las demandas sociales que
aumentan cada vez y reclaman atención impostergable.
El
presupuesto público, diríase, es como el aire que requieren para vivir y
sobrevivir todo los organismos vivo. De faltar, cesan de actuar las funciones
vitales hasta sucumbir por inacción o bien por inanición.
Cajeme está, en
primera lectura, doblemente vulnerada.
No
bien han pasado dos meses de la cuarentena en que se tuvo al municipio por
parte del gobierno anterior, cuando la exclusión del PEF 2016 por razones aún
no precisadas cae como recipiente con agua fría sobre las propuestas y
proyectos del Ayuntamiento. Y esto, sin esperarlo el alcalde entrante Faustino
Félix Chávez y mucho menos sin presentirlo la ciudadanía.
Obras
inconclusas, calles sin pavimentar, avenidas plagadas de baches, entre otras dificultades,
forman parte de la nómina de problemas, carencias y anomalías que son motivo de
reclamo a causa de la corrupción administrativa generada en la gestión de
Padrés Elías quien obturó la transferencia del presupuesto estatal con los
resultados tangibles que, por cierto, nada tienen que ver con el desempeño de
la alcaldía anterior.
Lamentables
y riesgosos por falta de mantenimiento son los caminos vecinales, cuyo derecho
de tránsito se cobra con las recurrentes cuotas por muertes y accidentes. La pandemia
que representa el dengue denota el desdén que hubo hacia los programas
preventivos en la Entidad, lo mismo la deserción escolar por la aplicación
responsable del programa de becas en cuanto a su cobertura oportuna.
Durante
seis largos años, las administraciones municipales distanciadas del ex
gobernador fueron objeto de la discriminación presupuestal ordenada por el
político escudado en el panismo protector enquistado en Los Pinos desde
principios de siglo. Por años, representantes populares en el Congreso de la
Unión desplegaron auténtica batalla para allegar recursos a las alcaldías
confrontadas, desdeñadas desde las curules de una oposición estatal empeñada en
poner de rodillas a los municipios disidentes.
Hoy
la situación es otra. Municipios como Cajeme ponen su mirada en el Congreso
local en procura de gestiones favorables al derecho que les asiste ante el
olvido registrado en el PEF 2016. Los diputados y senadores en el Congreso
federal habrán de hacer lo propio.
Daño
y ofensa a menudo se conjuntan. El municipio de Cajeme está urgido de que sean
restañadas las heridas causadas por motivaciones ideológicas y políticas,
propiciadas por el ejercicio de un poder mal ejercido. Todo indica que existe
voluntad para hacerlo.
Los
ciudadanos están ávidos de participar y de hacer que prevalezcan sus derechos y
obligaciones. La aurora de la democracia en Sonora despunta. Y hay fundadas
esperanzas de una profunda y eficaz renovación federalista.