Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 12 de diciembre de 2011

HAY HAMBRE Y SED EN LAS ZONAS MARGINADAS



                                                       Por Federico Osorio Altúzar

Tierra de promisión ha sido la región septentrional de México.  Gozan de renombre sus valles y llanuras, lo mismo sus escabrosas estribaciones, imponentes formaciones sobre las que se alzan sierras y montañas. En aquéllos germinan los generosos productos alimentarios que dan sustento; en éstas, se guardan insospechados tesoros y caudales que dan riqueza a inversionistas y empresarios.
Pero hoy en día sufren hambre y sed no sólo de justicia, vastas regiones en donde existen sitios de espléndida reserva ecológica. Sonora, Chihuahua y Durango son testimonio de un drama (hambre y sed) que podría haberse atenuado en sus consecuencias;  evitado en gran medida, prevenido a tiempo.
A la fecha, la real y pavorosa hambruna a causa de la sequía, deja efectos letales, dolor y luto; amenaza por un incierto porvenir, lastrado de penurias sin cuento. Lo que ahí ocurre es un caso excepcional, por la falta de alimentos; por la desnutrición, las enfermedades y el desempleo. Por aquello que, antes que lamentar dado lo tangible e inocultable de los hechos, exige que se arrostre con diligencia y firme voluntad política. Es decir, con inteligencia,  resolución y visión humanitaria. Malas son las comparaciones, se dice. Pero, según lo que se ve, las analogías no son, del todo, inútiles y desechables. El tema del hambre y la sed en vastas regiones del Norte y el Noroeste inducen a comparar, con el propósito de distinguir entre lo fatal y lo previsible, lo necesario y lo factible, lo indefectible y o remediable,
Así, mientras  en Chihuahua, la administración liderada por César Duarte trata de reconvertir el Estado grande en un gran Estado a la altura de los enclaves de progreso y desarrollo económico y social del sur de los Estados Unidos; por otra parte, en el Estado de Sonora, la administración política con su gobernador Padrés Elías, a juzgar por la información reciente, hace hasta lo imposible para que la entidad bajo su mandato se haga pedazos entre sus manos. Es decir, con sus equívocas decisiones desde la sede del Ejecutivo, que se dice representar, divide, socava en lo económico, lo político y lo social a los sonorenses que viven en el norte y en el sur a causa de un asunto vital: el agua y el suministro del mismo, por la construcción del acueducto que por cierto lleva el nombre de Independencia. Sin embargo, por su viciado origen de planificación y desarrollo es considerado de la discordia, por los enfrentamientos.
En Chihuahua, el gobernador Duarte, político de acciones y de planes con ideas anunció, con antelación a la crisis del agua, de la hambruna y la improductividad en la Tarahumara, un programa que, de pasar del proyecto a la realidad tangible, significará el resurgimiento económico y social, en el corto y mediano plazos, de la sierra chihuahuense. Huertos, viveros y reforestación de bosques, sustitutos del cultivo de estupefacientes, es el proyecto anunciado recientemente, pero cuya consecución requiere, como los seres humanos y lo mismo la fauna, del líquido vital, en forma oportuna y suficiente.          
El político norteño anuncia la construcción de presas, un vasto y organizado sistema para el acopio del líquido, con grandes receptáculos del insumo, al grado de que pueda ser el despertar del largo sueño incubado entre la gente de la montaña: la obtención de energía complementaria a la producida merced a vientos y a la  emanaciones solares.
En fin, entre tanto en Sonora (como en Guerrero, en Oaxaca y Veracruz), el mandatario sigue la táctica de  proceder con petulancia y desacato a la legalidad y la constitucionalidad, en Chihuahua su gobierno actúa con apego a la legislación y con la mira más elevada de promover la convivencia en paz, progreso y armonía. Para arrostrar crisis dramáticas como la actual. 

viernes, 9 de diciembre de 2011

JOSEFINA GRANJA: TEORÍA Y PRÁCTICA EN LA EDUCACIÓN NACIONAL





                                                 Por Federico Osorio Altúzar

En plena actividad intelectual, la doctora Josefina Granja Castro fue sorprendida por la muerte implacable. El pasado 9 de noviembre, la noticia se generalizó entre los asistentes al  XI Congreso Nacional de Investigación Educativa, efectuado en el Auditorio “Benito Juárez” de la Facultad de Derecho (UNAM). En esa ocasión, miembros del cuerpo magisterial de la UAM y de las instituciones de educación superior mencionadas rindieron, post mortem, sentido homenaje a su distinguida colega, cuya corta vida tributó a la enseñanza, y a la indagación histórica y  pedagógica. Su obra escrita en libros y revistas es motivador ejemplo para estudiosos y expertos en temas sobre la teoría y práctica educativa, así como por las valiosas sugerencias y esclarecedoras enseñanzas sobre el crucial tema. Ahora, Josefina Granja, descansa ya en paz.
Josefina Granja llevó a cabo lo que R.G. Collingwood se propuso, a juzgar por lo que expresó en su Autobiografía el filósofo oxoniense: promover un “rapprochement” entre filosofía e historia y más aún entre teoría y práctica. Tender, así, un puente para comunicar las actividades aludidas, brillante aportación del pensador inglés.  En el caso de la doctora Granja Castro, el “rapprochement” sería entre saberes sobre la enseñanza, comprensión entre práctica y conocimiento de los procesos educativos, tendente hacia una historia epistemológica, con sus propias palabras.
Francisco Larroyo, maestro de maestros, riguroso filósofo neokantiano representante en México de la Escuela filosófica de Baden y prolífico autor de obras en su especialidad, dejó asentada la distinción metódica entre hecho educativo y teoría pedagógica; es decir,  en su estricta terminología: entre “factum” y reflexión.
A Josefina Granja se le recordará en los medios institucionales de educación media superior y superior como diligente estudiosa en el país ocupada y preocupada por tender aquel puente a que se refería Collingwood cuando invocaba la apremiante necesidad de unir las orillas de una hondonada que separaba: lógica por un lado y  ciencias naturales por otra; ética de esta parte e instituciones sociales más allá;  estética aquí y arte, junto con su historia y sus técnicas, acullá.
Dedicó su talento, preparación y tiempo a explorar en archivos, fuentes olvidadas y documentos empolvados todo aquello que tenía y tiene relación con el ejercicio escolar, con las prácticas de la enseñanza con arreglo a las directrices del momento sociopolítico y económico, desde el lejano inicio de nuestra vida independiente hasta los entrados linderos de la pasada centuria.
Una vez ordenados y analizados estos materiales, que dan cuenta y razón cronológica e históricamente, puso las luces de su entendimiento a fin de interiorizarse en la estructura y el sentido ínsitos en el fenómeno pedagógico, con el apoyo en autores como Foucault, Bachelard, Derrida y otros más.
Su libro “Formaciones conceptuales en educación” (1998, 283p) ofrece un esquema amplio, pormenorizado y admonitorio sobre las relaciones entre la escuela, la enseñanza, y las prácticas educativas, con los poderes políticos, económicos y sociales. 
Lleva el contenido de la obra a pensar y a repensar la escuela  en una dimensión que sobrepasa a su organización burocrática, por decirlo así, y lleva a consideraciones teóricas o epistemológicas mucho más profundas, pero de aplicabilidad y utilidad indudables. Así, por ejemplo, conduce a preguntar: ¿son susceptibles de superar, en los hechos, la percepción de los procesos escolares como un mero reflejo de los acontecimientos políticos, sociales, religiosos y cultuales?.
En otros términos, ¿Educar es enseñar a crear o enseñar a reproducir como planteaba nuestro maestro don Guillermo Héctor Rodríguez, el más connotado filósofo neokantiano y sofista innovador del siglo XX?