Por Federico Osorio Altúzar
Un volcán en vías de estallar es el conflicto minero. La más reciente tragedia ocurrida en la mina de carbón, a cinco años del drama en la de Pasta de Conchos, es preocupante por todo motivo. Pero no hay, lo más deplorable de todo, señal de prevenir desgracias en ciernes, con los recursos de la ley y el auxilio de tecnologías modernas a fin de evitarlas disponibles,
El cinismo patronal aunado al contubernio de líderes corruptos y al desdén de autoridades locales, estatales y de la Federación, dan pábulo a la protesta y alas a la frustración. Se enrarece el clima alrededor de la explotación y usufructo de los yacimientos, y los gases letales de la creciente inconformidad, son volátil combustible que podría apresurar inesperados desenlaces.
Por otra parte, se empaña el futuro de la minería considerada fuente potencial de riqueza y empleo; de crecimiento y desarrollo, reserva codiciable y cheque en blanco en tiempos de crisis económica. Pero también se pone entre paréntesis el destino laboral de miles y miles de obreros y sus familias en los más recónditos asentamientos, a causa de la desmedida ambición de administradores y empresarios. Mientras tanto, el sindicalismo blanco enmudece y sufre de ceguera y de sordera crónicas. La impunidad se sobrepone a la conducta irresponsable de autoridades del ramo; la “violación” sistemática a las garantías individuales y colectivas, corroe toda esperanza y credibilidad.
Voces del partido conservador, la del senador panista por ejemplo, se pronuncian por un “golpe de timón” para modernizar la minería de carbón, a fin de que dejen de ocurrir más muertes y accidentes luctuosos como los antes referidos. Un “golpe de timón”, demanda, para restituir derechos gremiales, garantías de seguridad laboral, condiciones idóneas para el desarrollo de la riesgosa y extenuante actividad, evite enfermedades infecciosas, muertes intempestivas y desamparo empobrecedor en el seno de los ya de por sí paupérrimos hogares. La izquierda radical y las tendencias socialistas mantienen cómplice mutismo. La lucha histórica en defensa y salvaguarda del artículo 27 constitucional ha sido vergonzosamente abandonada.
“En una ciudad de Plata” (Gernika, 2011, 352p), novela escrita bajo los más rigurosos cánones del realismo literario, Salvador Azuela Arriaga, abogado de profesión, historiador por impulso vocacional, maestro universitario jubilado, lanza en rojos caracteres un vibrante “yo acuso” en torno a la cuestión minera, una especie de última llamada y grito preventivo a tiempo antes de que los hechos se impongan y digan la última palabra.
De Taxco a Pasta de Conchos y Sabinas, el relato de Azuela cala por todos los rincones del drama minero: los abusos de los poderosos, el acoso sexual con extremos de violencia, la compra-venta de seres humanos y de conciencias, el saqueo de tierras a los lugareños y aborígenes, la persecución y muerte contra los insurrectos, todo lo cual recuerda la reveladora crónica del antropólogo estadounidense Robert C. West en su obra “La comunidad minera en el Norte de la Nueva España. El Distrito Minero de Parral (Biblioteca Chihuahuense, 2004, 198p)
La ficción y la realidad concurren en la novela de Salvador Azuela. Su estremecedora actualidad a la luz de las recientes tragedias, supera las expectativas de todo lector crítico. Éste se convierte poco a poco en parte del escenario, partícipe de la trama que da sentido a la invención; interviene y actúa en calidad de testigo de cargo, coautor de hechos y sucesos dramáticos por el luto y el dolor que nos atañe a todos.