Sin
pena ni gloria terminó el debate de los presidenciables. Habrá que admitir que
tuvo más de lo primero que de lo último.
La tendencia a la compra vedada, implícita, del
voto como que no quiere la cosa, estuvo a la orden del día.
De
lo implícito, no pocas veces, se pasó a lo explícito. Tal fue el caso del
ofrecimiento de múltiples beneficios a los ancianos y a las mujeres. Se habló inclusive
de dos mil quinientos pesos y de mil
quinientos a las mujeres solteras. Y a los adolescentes y jóvenes, se ofreció
becas al por mayor. La condición: dar el voto ciudadano el 1º. De julio
venidero.
Pero
el colmo de los colmos fue el reparto con todo, nombre y dirección, de una
tarjeta bancaria, o mejor del remedo de un documento así, para sugerir, a
cambio del voto, los apoyos económicos que caerán de las nubes como premio a la
bondadosa dádiva. Habrá qué indagar cómo obtuvieron la susodicha información personalizada.
Todo
esto, sin mencionar las escenas paradisíacas que sobrevendrían, dijeron en su
precampaña, si los ciudadanos se pronuncian en favor de X candidato.
Unos
cuantos días faltan para el día clave y para que caiga el telón de lo que ha
dado en llamarse la elección más democrática habida y por haber en la cual el
votante habrá de decidir el futuro económico, educativo y de bienestar en
general.
No
obstante, quedaron lejos del debate temas como la relativización del poder, los
controles de éste con una normatividad específica, así como el rechazo de una
concentración mayor de las decisiones en una sola persona o en un conjunto de
instituciones que darían lugar a la imposición de una dictadura, de izquierda o
conservadora; en suma, al ejercicio del absolutismo y al terrorismo de Estado.
El
libro del doctor Diego Valadés “El Gobierno de Gabinete”, editado por la UNAM
en 2003, se ocupa del tema enunciado como título en este comentario, al “examinar,
afirma, las posibilidades de organización
y el control del poder que ofrece
una institución de oriundez parlamentaria”. Observa, no obstante: “Con
vocación de universalidad institucional, el gobierno de gabinete”.
Por
encima de la prolijidad lingüística, el doctor Valadés analiza el requerimiento
del contenido normativo, haciendo la salvedad de los extremos: la inhibición en
cuanto a su cumplimiento y a la apertura al ludibrio común en estos casos.
El
ejercicio democrático del poder no implica, así, la concentración de su
ejercicio por parte de una persona, como tampoco por un segmento de los
funcionarios designados con ese efecto.
Decir
presidencialismo no agota la posibilidad del gobierno de gabinete como tampoco afirmar
que se está, a secas, al lado del parlamentarismo.
Temas
como éste y su consiguiente dilucidación representan el complejo ensayo teórico;
es decir, su discusión por especialistas y hombres de Estado. La experiencia
sigue en lo que toca a su implementación y práctica.
El
debate de los presidenciables ha dejado, con todo y lo doloroso de la pérdida
de tiempo y los derroches de dinero por parte de quienes les ha tocado hacer el
teatro sin fin, abierta la posibilidad de avanzar.
Mientras
tanto, es urgente la difusión de estudios como el del doctor Valadés, miembro
muy distinguido del cuerpo de investigadores en el área del Derecho, dentro de
la UNAM.
Su
inteligencia, dedicación y honradez intelectual son aportación, de muy alto
valor en nuestra Casa de Estudios.