Todo indica que nos
encontramos en el umbral de un nuevo federalismo, a partir de la actual reforma
del Estado. Late el pulso de una franca recuperación tras las dos últimas
décadas en las que la República fue presa del huracán devastador: el desatado
por el centralismo acaparador de soberanías y monopolizador de atribuciones.
Asoma el rostro de un mandato
ágil y abierto, presto a ingresar con títulos soberanos a la sociedad
internacional y a encarar los asuntos internos con determinación. La reunión
trilateral en Toluca, explica el optimismo. La captura del “capo de capos”, lo
define. Así, cumple con creces el Presidente de la República.
Se abren espacios para
reinstaurar un federalismo que involucre al municipio, con arreglo a la letra y
el espíritu de la Constitución. Un federalismo educativo, hacendario, en las
ramas de los energéticos, de convivencia democrática en política y en el rubro
de la competitividad, dentro y más allá de las fronteras. Un federalismo que va
de la mano con la reforma del municipalismo. Y un municipalismo capaz de reclamar, exigir y hacer válido y
eficaz el Pacto federal.
En el Estado de Sonora, cuna
de caudillos revolucionarios, renombrado por el anterior auge agroindustrial, la
reforma del Estado da pie al surgimiento de lo que podría ser una revolución
pacífica, institucional, tendente a recuperar desde sus raíces la personalidad,
la identidad política y económica del Municipio. En nombre del rescate de
relegadas garantías políticas y jurídicas, el Municipio de Cajeme libra frontal
batalla contra la discriminación del gobierno estatal que, desde hace más del
año, incumple sus deberes oficiales para dar curso a las transferencias y para
ubicar los recursos económicos, suficientes y oportunos, requeridos a fin de
atender las demandas urgentes de seguridad y bienestar social, incluyendo los
capítulos de salud pública y educación.
Por cierto, el municipio de
Cajeme obtuvo, en difícil competencia, el año de 2013, el Premio al
Municipalismo, cuyo reconocimiento fue recibido a fin de año, en Boca del Río,
Veracruz, por el doctor, Antonio Alvídrez, diligente chihuahuense Secretario del
Ayuntamiento norteño, en representación del alcalde Rogerio Díaz Brown.
La distinción de referencia
tiene clara justificación. La Alcaldía citada ha remado contra la corriente del
gobernador panista, Guillermo Padrés Elías, discípulo consentido del ex
mandatario Felipe Calderón y protegido por éste con todo y sus yerros y atrocidades administrativas en Palacio de
Gobierno. No obstante, la obra social brilla con luz propia, a contrapelo. Y
hoy, ni más ni menos, Ciudad Obregón, cabecera municipal, es declarada “Capital
de la Salud en el Estado”.
En estos días, se habla de
una derrama de más de dos mil millones de pesos, gestionados por el munícipe
Díaz Brown ante la Federación para resolver urgencias apremiantes en imagen
urbana, servicios públicos a la comunidad y en política de empleos, haciendo la
hombrada de satisfacer la creciente demanda laboral, mientras en la sede de los
poderes estatales, Hermosillo, se pierden más de diez mil plazas ocupacionales.
Pero la derrota del
conservadurismo, al modo del que abandera Padrés Elías,
no ocurrirá por arte de magia. Los munícipes titulares tendrán que hacer valer
sus derechos y atribuciones en términos perentorios y con las tablas de la Ley
en la mano: demandar a los congresos locales su injerencia en favor y haciendo
presencia, una y otra vez, en las puertas de la Federación. Rogelio Díaz Brown
pone, con dignidad, valeroso ejemplo.
De ese modo, los triunfos del
municipalismo, aunados a los de la reforma del Estado, será experiencia renovadora en la medida que los
titulares de las alcaldías no se dejen intimidar con veladas y alevosas
amenazas.