En
víspera del 46 aniversario de la noche fatal de Tlatelolco, el país viste luto
nuevamente. Decenas de personas resultan sacrificadas por militares y policías,
Cruentos escenario son Chihuahua, Guerrero y Edomex.
Este
2014 es un año de dramáticas evocaciones. En marzo de aquel año, el asesinato
de Luis Donaldo Colosio marcó el principio de la era de la criminalidad como
forma política para acabar con los adversarios.
El
28 de septiembre de 1994 fue asesinado el guerrerense José Francisco Ruiz
Massieu, secretario entonces del CEN del PRI. Al igual que el crimen de quien
sería sucesor de Salinas de Gortari, el proditorio atentado en la persona del
historiador y abogado permanece envuelto en el misterio.
Colosio
Murrieta hubiese sido el Mandatario innovador de la década finisecular y, de
acuerdo con los pronósticos de entonces, Ruiz Massieu el pulso culminante de la
transformación en el México de este siglo.
Las
manos arteras movidas por mentalidades emponzoñadas y enfermas de ambición,
impidieron aquel apetecible curso de los acontecimientos. El macabro golpe de
timón impuso el orden de cosas que todos conocemos. La generación del cambio a
la modernidad, se transmutó en la generación del retroceso hacia la época del nefasto
conservadurismo reaccionario.
Y
en lugar de dar entrada a la táctica de encumbrar a los mejores, hizo irrupción
la técnica de buscar y encontrar a los peores, entendiendo por esto último el propiciar
el triunfo de la medianía política, por no decir, sin rodeos, de la mediocridad
en el desempeño de las funciones administrativas y políticas.
Ruiz
Massieu, ex gobernador de Guerrero, fue maestro, funcionario de la entonces
SSA, hombre de ideas y de hechos, proyectista de un México genuinamente
federalista y ecuménico; es decir, cosmopolita.
Como
académico, actuó al lado de su ilustre coterráneo, el Rector Magnífico (timbre
éste que los españoles dan a sus rectores connotados); investigador del
Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, ahí participó en la pléyade
de eruditos y estudiosos de la talla de Diego Valadés, Sergio García Ramírez e
Ignacio Carrillo Prieto.
Maestro
por vocación, dejó huellas en la historia de Guerrero en calidad de promotor de
la cultura superior. Fundó la Universidad Americana de Acapulco de la cual han
sido rectores, sucesivamente, el C.P. Israel Soberanis Nogueda y el doctor
Mario Melgar Adalid. Fue progenitor de
la Universidad Loyola, hermanadas ambas instituciones por el ideal de una
educación al servicio de la ilustración humanística y científica, con
oportunidades para todos los aspirantes al servicio, de la superación personal
y social. Organizó y dio apoyos materiales a tecnológicos en regiones
marginadas.
En
su visión de futuro, el historiador fue motivado siempre a ponderar los tiempos
con la concepción que Karl. R. Popper llamaba planeación organizada, en
periodos de corto y mediano plazos con arreglo a la ingeniería social en donde
los sucesos pueden ser modulados según objetivos definidos dentro de amplios
márgenes de libertad.
Trazó
perfiles entre el dirigente y el líder lo que conduce a la distinción entre el
político y el estadista. Así, mientras el dirigente actúa con base en
parámetros consabidos y según prácticas comunes, el líder es innovador y
renovador de usos y costumbres. El político, por otra parte, procede sólo para
el presente y con arreglo a formatos que son útiles para realizar acciones del
momento; el estadista, en cambio, tiende puentes hacia el futuro. Es creativo,
reformador y sobre todo de ánimo constructivo y modernizador.
Colosio
y Ruiz Massieu fueron víctimas de la reacción organizada. Y con ello, México
fue subsidiario del retorno al conservadurismo que aún tiende a inmovilizar.