Por Federico Osorio Altúzar
Toma rumbo y sentido la precandidatura de Enrique Peña Nieto. La CNOP ha dado su aval al ex gobernador de Edomex anticipando, con ello, la adhesión de las restantes organizaciones partidistas que son base y sustento del CEN del PRI. Los valores del viejo código democrático se sustituyen por medio de la convocatoria para reconstruir el presente y con el propósito de recuperar el futuro.
Sumar esfuerzos, pide Emilio Gamboa, líder de la confederación de organizaciones populares y rechazar de manera frontal la simulación y las tácticas perversas que se ocupan de sembrar piedras y lastres en el camino de regreso a la Presidencia de la República. La intriga urdida a fin de malversar lo alcanzado, por parte de propios y extraños, no ha prosperado hasta ahora, afortunadamente.
Se afianza, crece y va con paso firme, la generación de la esperanza. “Nuestra generación, afirma el precandidato Peña Nieto tiene el reto de acabar con el miedo”. Los derechos de las mayorías, de obreros y campesinos, han sido transmutados por la política de privilegios y exenciones a favor de los poderosos; es decir, en beneficio de minorías desde la cúspide del poder. Los ideales de igualdad, justicia y equidad han perdido su eficacia histórica. Los contenidos del deber ser democrático resultan mera ficción ideológica y no se resuelven y disuelven en la experiencia social.
Somos una democracia “de nomine”, solo de nombre. Predomina en cambio el Estado unidimensional, gobernado por intereses de grupos y por la voluntad de individuos a su servicio.
El México de la esperanza que emerge de las páginas del libro de Enrique Peña Nieto es el de una nación por hoy fracturada, disímbola, confundida y azorada, víctima del miedo y presa del terror en cada día; poseída por el miedo a caer en las siniestras manos de la pobreza extrema, de la insalubridad fatídica y de la ignorancia letal. Es el México que, como moderna Ave Fénix, tendrá que ser salvada de las cenizas y presta a hendir los nuevos aires de una política de bienestar anclada en una efectiva, radical, reforma de Estado. Todo ello, con el fin de instituir un nuevo código democrático que trascienda en acciones y sucesos constatables.
A reedificar un Estado eficaz, llama el precandidato del PRI. A erigir un Estado eficaz, con arreglo a la nueva normatividad democrática fundada en reformas de fondo, sustanciales, en todo lo concerniente a empleo, seguridad jurídica, pública y social; equidad y justicia tributaria; educación sin discriminación alguna; política en materia de salud y oportunidades de vida recreativa y para contar con techo confortable.
Tiene razón el precandidato del PRI. Se ha perdido una década, pero no la esperanza de vivir, de cambiar hacia lo mejor. Se ha perdido el rumbo, pero no la brújula para retomar el camino de la recuperación en las metas y los objetivos del bienestar. Somos el país del optimismo y la esperanza. No el de la simulación y el de la intriga organizada.