Hay
indicios de que las aguas vuelven a su nivel. La vecindad se hace menos
tirante. Por lo pronto, las amenazas por parte del poderoso vecino bajan de
rispidez y los temibles hechos van mermando su agresividad y encono.
No
todo esto, ´por cierto, ha desaparecido. Hay acciones impremeditadas que se
refieren a lo implacable de las últimas semanas: por ejemplo, los abusos
laborales por parte de patrones inescrupulosos y abusivos que hacen víctima a
nuestros connacionales en desgracia.
La
visita de dos altos funcionarios norteamericanos a nuestro país contribuye a mitigar
la tirantez reciente y lleva a pensar en un paréntesis favorable para la
reflexión y el entendimiento.
Los
secretarios Rex Tillerson y John Kelly externaron la disposición de su Gobierno
al diálogo en vez de insistir en la confrontación.
Y
bien sabemos que el intercambio de pareceres conduce a la negociación. Y de
ahí emergen los acuerdos. Los contratos
y los tratados son la vía idónea para la convivencia y la buena relación.
Tratos
y contratos son la sístole y la diástole de las relaciones internacionales. Los
pactos han de cumplirse por voluntad de los suscriptores. Tiene dos caras la
misma moneda: derechos por un lado, deberes por otro. Los poderosos, en este
caso, no gozan de un arbitrio soberano que no les pertenece, por la sola razón
de su prepotencia.
De
la “Paz Perpetua” de Kant a Los Catorce Puntos del presidente Wilson hay un
camino sembrado de lágrimas y sangre, causados por las guerras, cuyo torrente
se contuvo, momentáneamente, con la creación de la Sociedad de Naciones. Pero,
la falta de coercibilidad y acato por sus fundadores, fue la tumba de aquella
organización mundial.
La
existencia de tribunales en el seno de la ONU abre expectativas inusitadas en
pro de la paz mundial. Ante cualquier controversia, los Estados en conflicto
tienen al alcance formas para allanar las diferencias, antes de llegar al uso
de las armas para resolver los puntos en conflicto.
El
tema de los migrantes mexicanos, por lo que se dijo en la pasada conferencia
entre funcionarios de aquel país y del nuestro, tiene signos de resolución. Al
diálogo habrá de seguirse el acuerdo, comenzando con la definición normativa de
“migrante” y el consiguiente protocolo en el que se precisen derechos y
obligaciones para quienes asuman dicha caracterización.
Vendrá
luego el asunto del TLC en donde los intereses serán otros a los de la dignidad
de las personas, la discriminación y el incontenible racismo, así como las
diferencias ideológicas y religiosas que, por cierto, no han faltado en el
actual distanciamiento.
Entonces
las cuestiones serán de orden práctico y más precisamente de ventajas y
desventajas materiales: económicas, en una palabra. Estará presente el lema del
libre tránsito, la igualdad en las transacciones y el ideal de progreso y la
política del bienestar mutuo.
En
fin, llegado el momento habremos de saber hasta qué grado hemos aprendido las
lecciones que derivan de una vecindad bien llevada y sobrellevada. Se
examinarán los asuntos relacionados con el muro, lo que segrega y motiva a la
desunión.
La cuestión de las
armas y el tráfico de drogas plantean la urgencia de ser analizada y
confrontada dentro de la gravedad que implica. No sólo por los efectos que
derivan de inmediato.
Ante
la virulencia de la retórica del mandatario Trump, el diálogo inicial de estos
días ofrece nuevas y hasta mejores perspectivas para la convivencia entre los
dos países. La política del bienestar tendrá mucho que ver con el buen
entendimiento, siempre y cuando se convalide la divisa: Pacta sunt servanda.