Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 24 de septiembre de 2018

UNIVERSIDADES INDEFENSAS. PERO, ¿IMPONER UNA POLICÍA ESPECIALIZADA?


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El colmo de los colmos es la propuesta relacionada con una policía especial dentro de los recintos académicos: ¿Poner en el interior de los claustros escolares un cuerpo de vigilancia con el fin de terminar con la criminalidad que merodea y se ensaña en su contorno para exterminarla?
¿Una policía universitaria?
Si de lo que se trata es preservar el régimen de libertades en las casas de estudio, un custodio armado no sería sino una provocación más, una especie de convocatoria para convertirla en tierra de disputas sin término, justamente lo que quieren los agentes de la impunidad.
Hoy en día las casas de estudio están en la mira de los criminales. uno de cuyos últimos reductos quisieran para sí con el fin de comerciar sin trabas, con plena libertad, las drogas que envenenan mentes y cuerpos.
Ayer fueron los conventículos, especie de salvaguarda de dogmas y doctrinas. La autonomía académica puso fin al reinado aquél, precedido de la consigna: aquí no entren quienes no comulgaran con sus enseñanzas.
Hoy es la violencia y el tráfico de enervantes los que pretenden sentar dentro, del “campus”, su nefasto señorío.
No obstante, la resolución institucional no está cifrada,  en modo alguno, en poner las instalaciones y a quienes la habitan a disposición de agentes para amedrentar y sacar con la fuerza a los malhechores.
Preservar la autonomía universitaria de gente ajena a los intereses de la enseñanza, la investigación y la difusión de la cultura, es deber no sólo del rector en turno, en el caso que nos ocupa del doctor Enrique Graue. Es tarea colectiva de los universitarios merecedores de esa denominación.
Las autoridades académicas han rechazado ya la propuesta de dar seguridad en los planteles de la UNAM por medio de una “policía universitaria”, cuyo título ya en principio es denigrante.
Con hechos, la UNAM reacciona con acciones que le atañen. Así, ha expulsado a más de veinte alumnos, presuntos responsables de conductas punibles. Según el resultado de éstas, se determinaría si procede o no la cancelación definitiva de inscripción en otras instituciones educativas. Con los mencionados antecedentes, bastaría para negárseles.
A la autoridad corresponde, ahora, continuar las indagatorias de los casos, uno por uno, y fincar los castigos a que haya lugar. La impunidad es coraza que ha protegido a los llamados “porros”. Éstos son, prueba en contrario, aliados de los facinerosos y en estos tiempos de  violencia usados como armas de terror contra las indefensas casas de estudios.
La autonomía universitaria merece el honor de motivar su resguardo y garantía. Es como el lábaro patrio en el sentido de que da certidumbre y valor a todos aquellos que se cobijan bajo la sacralidad de sus colores. Su custodia y legítima defensa está en cumplir los deberes y gozar de los derechos que emanan de su legislación vigente.
La policía universitaria somos todos quienes vivimos en ella y para ella. No habría, finalmente, más escrupulosa vigilancia que la que debemos refrendarle día día.
En esto estriba la cabal defensa de la autonomía, cuyo valor seguirá siendo la esencia del pensar, del enseñar y propagar los valores ínsitos en la misión a cargo de nuestro rector, el doctor Graue, sus maestros, empleados y alumnos.
En su seno nos formamos y adquirimos la madurez y fortaleza para impedir el triunfo de la insensatez, la ilegalidad y el crimen.
Por las nuevas generaciones seguirá, entonces, hablando la cultura universal y nacional; se expresará de viva y elocuente voz el significado que hay en su luminoso lema: “POR MI RAZA HABLARÁ EL ESPÍRITU”.

lunes, 17 de septiembre de 2018

DÍAS DE REFLEXIONAR: LAS FIESTAS PATRIAS



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La noche del 15 de septiembre fue, hasta años recientes, motivo de júbilo popular. Los sucesos políticos degenerativos, junto con los hechos criminales, han convertido la histórica celebración en una página del calendario que cada vez se tiñe más con dramas y  calamidades que habrá de lamentar.
Días de guardar habían sido las fiestas de septiembre. A los juegos pirotécnicos se sumaba el derroche de ingenio para organizar la cena que hacía memorable estas reuniones familiares.
Hoy esta fecha se ha vuelto cada vez inolvidable por la cauda de crímenes, robos y extorsiones sin fin. La quema de personas, dice mucho de ello.
Tan sólo en la capital del país, la criminalidad se ha sobrepuesto a las celebraciones cívicas, cometiendo venganza y muerte entre grupos de malhechores, evitando con ello que la imputación ocupe el lugar que tiene asegurado la impunidad. O lo que es sinónimo: la justicia por mano propia y personal.
El castigo ha perdido completamente el sentido de ejemplaridad. Ya no se ejerce la facultad punitiva establecida en los códigos penales sino el otorgar el “perdón” a los delincuentes como si se tratara de un fuero muy peculiar: delinquir y borrón de cuentas pasadas.
Días para la reflexión y no para el júbilo, días propios para meditar y sacar conclusiones en vez de ocuparlos para la fiesta de los sentidos y con el propósito de borrar de la memoria las horas infaustas del inmediato pasado.
Reflexionar acerca de lo que anhelamos para los seres queridos que trabajarán, soñarán y gozarán como nosotros durante nuestras cortas o largas vidas.
Ni todo está resuelto como para empezar desde la nada; tampoco los asuntos sociales tendrán resultados fortuitos y como caídos de las alturas.
Las promesas adquieren cuerpo y visos de realidad en la medida que tomamos parte en su planteamiento y dilucidación.
Cambiar de apariencia para incurrir en los vicios anteriores, cambiar en las palabras para ocultar las mismas intenciones subyacentes no es sino doble y hasta múltiples maneras para que se infiltren sin temor al rigor de la legalidad los criminales con vestimenta de mansas ovejas.
A lo anterior se adjuntan los temblores septembrinos, las inundaciones y cambios sorpresivos en nuestra acostumbrada forma de vivir.
Ya no sabe a ciencia cierta si lo mejor es vivir conforme a la naturaleza, frente a ella. O proseguir la ruta histórica enseñada por los Galileo, los Newton o los Heisenberg.
El mundo natural y el social cambian y se renuevan con arreglo a la participación humanamente posible y con base en usos y costumbres, como se dice. En verdad, nada es ajeno al hombre.
En este sentido, nuestra responsabilidad se acrecienta según el grado de los compromisos y los deberes que nos incumben, pues nada ni nadie compartirá objetivamente nuestras acciones en cuanto a la titularidad de derechos y obligaciones vigentes.
Así, los días de guardar serán, además, días de repensar nuestro paso por la sociedad en la cual vivimos y actuamos.
Los días de júbilo pueden esperar, están en el calendario no realizado aún;  en el de las ideaciones y conjeturas.


lunes, 10 de septiembre de 2018

“PORROS” EN LA UNAM: EL 68 HA QUEDADO ATRÁS


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Y lo que nos faltaba ha llegado, aunque no para quedarse. La provocación en la UNAM es continuación de lo mismo. Los cárteles tratan de hacer lo suyo ahí en donde más duele: en la casa de enseñanza, de investigación y propagación de la cultura.
Los hechos indican que la cobardía no tiene fronteras. Se ensaña frente a la indefensión.
La autonomía universitaria es lo último que resta a los provocadores con el propósito de hacer blanco de sus macabros dardos a fin de que se imponga la impunidad sobre el Estado de Derecho y pasen a mejor vida la soberanía y el régimen de libertades.
En torno al rector Enrique Graue, no obstante, se ha tendido un cerco por parte de los universitarios dignos de ese nombre que hace recordar la eminencia y dignidad de otros rectores ilustres: Justo Sierra, Alfonso Caso, Salvador Zubirán, Ignacio Chávez, Javier Barros Sierra y Guillermo Soberón, entre otros cuyos nombres nos vienen a la memoria.
 A medio siglo de los nefastos sucesos de 1968, la repetición de la estratagema no deja lugar a dudas: Se trata de liderzuelos, instigadores al servicio de la reacción, la anarquía y la desestabilización.
El México de hoy es distinto al de hace cinco décadas. Somos abanderados y partidarios de la paz, del progreso cultural y del bienestar social. La Universidad que los porros de ahora agreden y tratan de convertir en tierra de nadie, es distinta a la que fue utilizada como experimento de una lucha por el mejor pesebre.
La Rectoría de la casa de estudios está en manos de quien sabe bien que la intimidación y las amenazas no van con el ideal de una autonomía al servicio de la investigación libre y responsable, la enseñanza crítica, la propagación de valores cívicos y morales sobre los cuales se funda el saber, el actuar y el sentir del arte.
Ser universitario en nuestros días es emblema de pensar lo que se quiere y de querer lo que se piensa. Con legítimo orgullo, en modo alguno exento de responsabilidad, maestro, alumno, directivo o coordinador académico y administrativo, llevan el estandarte de la libertad de cátedra y de la extensión cultural sin una doble identificación.
El universitario de los nuevos tiempos se identifica con su institución a través de la historia: de las mutaciones y cambios de sus planes y programas educativos.
Planteles como los de la Escuela Nacional Preparatoria se ufanan por el tránsito de una educación al servicio de la ideología religiosa y política al de un sistema abierto, competitivo y liberado de consignas, dogmas y creencias.
El curso sobre los orígenes de la institución preparatoriana a cargo de los especialistas María de la Paz Ramos y Felipe León Olivares nos motiva a retomar en firme la convicción de que la identidad universitaria no existe al margen de la memoria histórica  a través de sus planes y programas, el refrendo de sus libertades (por tanto de su autonomía) y la presencia de sus ejecutivos, los rectores que la representan, organizan y defienden de sus enemigos, como lo hace ejemplarmente ante la provocación actual el doctor Enrique Graue.

lunes, 3 de septiembre de 2018

FINAL DE SEXENIO. LAS REFORMAS DE PEÑA NIETO


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La toma de gobierno y la entrega del mismo antes ha dejado un sabor de boca que tal vez perdure el sexenio venidero hasta su término en 2024. Y  más allá.
Siempre que se comienza algo, solía decir un ameritado profesor, se hace desde el principio. Y el viernes anterior, con motivo de la instalación del nuevo Congreso, se hizo todo al revés. Se invirtieron los papeles, en una palabra.
Además de que el acto se volvió una especie de debate sin fin, pues no llegó a ser una discusión propiamente parlamentaria, se comenzó de atrás hacia adelante.
Lo que deseamos y queremos decir, con seguridad así lo sigue pensando la mayoría de ciudadanos merecedores de ese término, se trataba de escuchar lo que se propone realizar el nuevo Mandato con el sustento de diputados y senadores.
Sin embargo, lo que se dejó oír fue una retahíla de acusaciones, de diatribas en contra de las administraciones anteriores, en particular la de Enrique Peña Nieto.
En vez de hacer mirar hacia el futuro, como se supone ocurriría en un sistema similar al nuestro, las horas invertidas y el ejercicio retórico de los noveles legisladores se redujo a reprobar las iniciativas del anterior gobierno.  
El senador y ex dirigente universitario Martí Batres no ocultó su gozo con sonrisas y ademanes durante toda la sesión, mientras el de la diputación mayoritaria conducía el cónclave antipeñista, anti Pri, y anti todo lo demás.
Dijo que este Congreso partía desde cero. Y no faltó legislador de minoría que replicara, irónicamente: “Y ojalá no se quede en cero”.
El actual sexenio expira, así, con un saldo que los ciudadanos de “buena cepa” habrán de valorar y calificar, sin particular premura y sin politiquerías partidistas.
A nuestro modo de sopesar sucesos, avances y retrocesos, consideramos que las reformas del presidente Peña Nieto son buena siembra cuya cosecha habría de esperar su implementación y práctica en la experiencia, la  educativa por caso.
Pero en lugar de derruir desde abajo para intentar una reconstrucción desde la nada, como sugiere Muñoz Ledo, lo importante y aconsejable es corregir lo reparable y sobre la marcha introducir las enmiendas pertinentes.
De ahí la idea que postula la democracia en el sentido de  no considerar que ésta ha nacido desde cero y que cada etapa consista en desechar lo realizado con el propósito de levantar el flamante edificio que cobije sueños, aspiraciones y anhelos.
Las frustraciones no dan frutos dignos de ser tomados como alimento saludable. Y aun en tratándose de la política, tal vez especialmente por tratarse de un asunto colectivo y de incumbencia social, requiere de caminar no sin rumbo y construir sobre lo ya realizado sin miramientos, preguntando quiénes lo han hecho, sino con qué finalidad y cómo se ha llevado a cabo y con qué objetivos.
Muchos beneficios espera la ciudadanía de la administración entrante. A su término, ésta podrá constatar todas y cada una de la que hasta hoy son apetecibles y predecibles promesas.
Y no habría porqué ser más papistas en cuanto a lo dicho por el Papa acerca de una posible catástrofe global.
El método de Donald Trump, nuestro poderoso vecino imperial, ha funcionado para bien de los poderosos económicamente en Estados Unidos. La amenaza nunca ha sido el óptimo procedimiento. Hoy va por Canadá, aunque la presa es muy difícil de roer. Menos, mucho menos para sacarle provecho unilateral.
Mientras tanto lo que apremia y es urgente consiste en cuidar y proteger nuestro patrimonio cultural, económico y el bien de los pobladores mexicanos. Sin desatender, por supuesto, nuestro interés cosmopolita, pacifista y celoso de la soberanía.