El
colmo de los colmos es la propuesta relacionada con una policía especial dentro
de los recintos académicos: ¿Poner en el interior de los claustros escolares un
cuerpo de vigilancia con el fin de terminar con la criminalidad que merodea y
se ensaña en su contorno para exterminarla?
¿Una policía
universitaria?
Si
de lo que se trata es preservar el régimen de libertades en las casas de
estudio, un custodio armado no sería sino una provocación más, una especie de
convocatoria para convertirla en tierra de disputas sin término, justamente lo
que quieren los agentes de la impunidad.
Hoy
en día las casas de estudio están en la mira de los criminales. uno de cuyos
últimos reductos quisieran para sí con el fin de comerciar sin trabas, con
plena libertad, las drogas que envenenan mentes y cuerpos.
Ayer
fueron los conventículos, especie de salvaguarda de dogmas y doctrinas. La
autonomía académica puso fin al reinado aquél, precedido de la consigna: aquí
no entren quienes no comulgaran con sus enseñanzas.
Hoy
es la violencia y el tráfico de enervantes los que pretenden sentar dentro, del
“campus”, su nefasto señorío.
No
obstante, la resolución institucional no está cifrada, en modo alguno, en poner las instalaciones y a
quienes la habitan a disposición de agentes para amedrentar y sacar con la
fuerza a los malhechores.
Preservar
la autonomía universitaria de gente ajena a los intereses de la enseñanza, la
investigación y la difusión de la cultura, es deber no sólo del rector en
turno, en el caso que nos ocupa del doctor Enrique Graue. Es tarea colectiva de
los universitarios merecedores de esa denominación.
Las
autoridades académicas han rechazado ya la propuesta de dar seguridad en los
planteles de la UNAM por medio de una “policía universitaria”, cuyo título ya
en principio es denigrante.
Con
hechos, la UNAM reacciona con acciones que le atañen. Así, ha expulsado a más
de veinte alumnos, presuntos responsables de conductas punibles. Según el
resultado de éstas, se determinaría si procede o no la cancelación definitiva
de inscripción en otras instituciones educativas. Con los mencionados
antecedentes, bastaría para negárseles.
A
la autoridad corresponde, ahora, continuar las indagatorias de los casos, uno
por uno, y fincar los castigos a que haya lugar. La impunidad es coraza que ha
protegido a los llamados “porros”. Éstos son, prueba en contrario, aliados de
los facinerosos y en estos tiempos de violencia usados como armas de terror contra
las indefensas casas de estudios.
La
autonomía universitaria merece el honor de motivar su resguardo y garantía. Es
como el lábaro patrio en el sentido de que da certidumbre y valor a todos
aquellos que se cobijan bajo la sacralidad de sus colores. Su custodia y
legítima defensa está en cumplir los deberes y gozar de los derechos que emanan
de su legislación vigente.
La
policía universitaria somos todos quienes vivimos en ella y para ella. No
habría, finalmente, más escrupulosa vigilancia que la que debemos refrendarle
día día.
En
esto estriba la cabal defensa de la autonomía, cuyo valor seguirá siendo la
esencia del pensar, del enseñar y propagar los valores ínsitos en la misión a
cargo de nuestro rector, el doctor Graue, sus maestros, empleados y alumnos.
En
su seno nos formamos y adquirimos la madurez y fortaleza para impedir el triunfo
de la insensatez, la ilegalidad y el crimen.
Por
las nuevas generaciones seguirá, entonces, hablando la cultura universal y
nacional; se expresará de viva y elocuente voz el significado que hay en su
luminoso lema: “POR MI RAZA HABLARÁ EL ESPÍRITU”.