Aunque
no son comunes las obras autobiográficas por parte de quienes han tenido
consigo el poder político, las memorias que han salido de su puño y letra –o
efectuada por amanuenses- revisten importancia. No todas, es verdad. Sin
embargo, son recurso para cotejar, probar, valorar y deducir la validez y el alcance
de la actuación de sus autores.
Es improcedente,
por cierto, tomar como legado documental, fehaciente cien por ciento, las
memorias de referencia.
Sabemos
que historiadores clásicos son objeto de rectificación conceptual o ideológica.
Es el caso de autores cuya obra no deja de ser iluminadora del pasado que
escudriñaron o de un presente inmediato que les fue contemporáneo.
Así,
puede invocarse nombres ilustres como los de Heródoto o Tucídides, Polibio o
Cicerón, Teodoro Mommsen o Winston Churchill.
El
ex Presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), ha dado a
luz obras relativas a su gestión como
titular del Ejecutivo, al par que libros de crítica a sus inmediatos sucesores:
Ernesto Zedillo Ponce de León y Felipe Calderón Hinojosa.
En
2010 se editó “Democracia republicana”, libro de casi mil páginas, reeditado
por cierto al inicio de 2011, cuyo tema es de actualidad a juzgar por las
crisis recurrentes que se ciernen sobre la Nación en estos días.
Se
trata de una vibrante convocatoria a los ciudadanos con el propósito de
reclamar la reconstrucción de la democracia en el país. Propone alternativas y presenta,
además, opciones comprometedoras de todos los sectores de la sociedad.
Plantea el ex
Mandatario la reinstauración de una democracia
con adjetivos.
Es
decir, Salinas de Gortari expone la premura de rehacer desde las bases sociales
a un orden corresponsable en donde ciudadanos y líderes gubernamentales
de
todos los niveles llamen a los sucesos cotidianos y a los trascendentales por
su nombre: sin ambages, circunloquios y protocolos innecesarios.
En
el fondo, hay implícito un respaldo a la tarea reformadora del actual régimen
en lo que tiene de impulso hacia la modernidad, al golpe de timón en todo
aquello que está sembrado de escollos en el oleaje profundo de la estructura
jurídica del México actual.
Durante
su mandato, la administración salinista propugnó por cambios institucionales
tendentes a poner al día, modernizando, los marcos normativos constitucionales
en materia de educación, relaciones laborales, políticas, justicia,
federalismo. ¿Hasta dónde llegó?
El
proyecto en cuestión, ambicioso, trascendía a los tratados y convenios internacionales
a la fecha en tirantez con motivo de la publicitada inseguridad y violencia en
espacios turísticos, como Acapulco, en Guerrero, y los reiterados acosos a
nuestros indocumentados en el vecino país.
La
quiebra en paraestatales, sucede en PEMEX, los asomos de violencia sindical en
las universidades públicas, la amenaza vedada y abierta en torno al sistema de
pensiones y jubilaciones; en fin, la tentación de autoritarismo que ronda aquí
y allá sumado al horrendo espectáculo del deterioro en el rubro de la salud
pública, no dejan de ser un síndrome alarmante de los riesgos políticos,
sociales y económicos que acechan en el horizonte de la Nación.
Las
décadas perdidas a que se refiere el ex Presidente Carlos Salinas de Gortari se
perfilan, a partir del emblemático 1994 cuya rémora tomó auge desde aquel
diciembre negro y llega embozado del terror conservador hasta finales del sexenio
anterior. A partir de entonces, se dio rienda suelta a la depredación y al
botín. Ahí se ubican, sin duda, las más recientes conformaciones del crimen
organizado y sus nefastas consecuencias.
“México, un paso
difícil a la modernidad” (2000, con casi millar y medio de páginas) es otra de
las obras testimoniales del ex Presidente.