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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







viernes, 2 de octubre de 2015

ACUEDUCTO: LA GUERRA QUE NO TERMINA


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Hay contiendas bélicas que duran y perduran más allá de lo imaginable. Por ejemplo, la que se escenifica en el Oriente Medio, la cual data de  tiempos inmemoriales. Otras, de carácter legal, se extienden por décadas, sin que haya señal de llegar a un fin final.
La que se libra en Sonora con motivo del uso y usufructo del agua, lleva años en la etapa crucial: es de índole política y legal. La compleja controversia está plagada de amparos, sentencias y aplazamientos hasta más no decir. A la fecha, sigue su curso dando la impresión de un proceso en donde las partes tienen, todas, la razón. Es decir, extrañamente, como si ninguna de ellas la tuviese.
Salió Fernando Jiménez de la cárcel hará poco más de un mes y se entrevió un lampo de luz. Entonces se dijo que el asunto del Acueducto Independencia, su operación, el trasvase de agua hacia la capital del Estado, Hermosillo, y otros temas colindantes, estaban en vías de inminente resolución.
Con ocasión de la excarcelación de Mario Luna aumentaron los augurios en el anterior sentido, adjudicando su liberación a la intervención de la flamante y eficaz Gobernadora de la Entidad, Claudia Pavlovich Arellano, festinándose inclusive el retorno de Tomás Rojo a la Entidad, como augurio y anticipación de la buena voluntad de la Mandataria, así como del acato, por parte suya, a los Acuerdos de Vicam. Entre éstos, figuraba el relativo a las denuncias por ilegalidad de la precitada obra y por la arbitraria realización de la misma al margen de la consulta a los involucrados.
Mario Luna, el líder liberado, aseveró tan pronto traspuso el encierro que padeció injustificadamente por más de un año, que la lucha por el agua no terminaba aún. Que las condiciones políticas al ser otras a las que prevalecieron durante el despótico mandato de Padrés Elias, propiciaban grandes esperanzas. Y el líder yaquí, Tomás Rojo, dirigente en el exilio, sumaría su terminante juicio a la de su congénere, asegurando que se retomaría la confrontación con arreglo a las circunstancias que se han planteado a partir del 13 de este mes, con el ascenso al poder de la nueva titular del Ejecutivo sonorense. Todo configura, así, el despuntar de la nueva aurora.
En tanto la guerra es la continuación de la política por otros medios, hacía notar Karl von Clausewitz, aquí cabe afirmar que la lucha de la Tribu Yaqui, fragorosa y desgastante lucha que aún continúa, toma nuevo rumbo y asume derroteros perentorios. Adquiere el sentido de una controversia cuya resolución toma inéditos cauces, para bien de los inconformes, dentro de un Estado democrático de Derecho.
Ciertamente, los pueblos indígenas no han estado solos en esta intensa y desigual batalla por el agua. Tampoco han permanecido en el abandono los empobrecidos ejidatarios y los pequeños productores frente al despojo y la voracidad de políticos y empresarios convertidos en depredadores en propiedad ajena y criminales con patente de Corzo.
El Movimiento Ciudadano por el Agua, sus líderes y leales protectores de los derechos que asisten a las miles de familias en desgracia han mantenido, en todo momento, desde el inicio de los atropellos hasta las últimas horas, un papel de encomiable entereza y gallardía. Han puesto ejemplo a seguir entre aquellos que, sumados en pro de la controversia, hoy en día comienzan a degustar, por anticipado, los buenos resultados de una guerra fratricida e incruenta, de efectos impredecibles y, con todo, letales para los más indefensos entre los indefensos.
Aún se recuerdan las palabras de Adalberto Rosas López, adalid del Movimiento Ciudadano por el Agua, con motivo de la liberación de Fernando Jiménez. Su liberación, enfatizó entonces, fortalece la lucha por la cancelación del Acueducto Independencia. “El Acueducto es la obra emblemática del Nuevo Sonora. Es el rostro deforme que los sonorenses rechazamos en las elecciones pasadas”.

“Con estos hechos, abundaría, se fortalece la lucha por el restablecimiento del Estado de Derecho en Sonora y por la implementación de una política de gestión de más agua con la desalación y el PLHINO”.