Enigmas
sin resolver se suman y multiplican en la Suprema Corte de Justicia de la
Nación (SCJN). Al tema de los transgénicos se añaden los amparos contra
Monsanto que, por cierto, en el nombre lleva la paradoja. Asimismo, se agrega
el asunto del Grupo México que nada tiene que ver con el publicitado “Tren de
la Salud” en salas de cine, sino con los abusos laborales y sanitarios de la
trasnacional.
Entre
los pendientes que atosigan a los señores de toga y birrete está el relativo a
la “cannabis índica”.
No
son pocas las expectativas de que está envuelto el debate, considerado por los
más interesados como una resolución que sería histórica, sobre todo si resulta
con signo positivo.
Por
lo pronto, al ser diferida deja una pausa que permite la discusión sosegada y
el manejo de la dialéctica jurídica entre los barones de la justicia, a fin de
emitir una resolución ponderada, racional y acorde con nuestros usos y
costumbres, sin violentar la ética social y el nivel educativo y moral que nos
atañe.
Por
encima de los atavismos, dogmas e intereses que acompañan a uno de los enigmas
más apremiantes de la actualidad, el crucial debate despierta conjeturas que
van desde el trasfondo mistérico hasta los más rudimentarios y frívolos que uno
pudiera imaginar.
Así,
por ejemplo, ¿Qué ha de entenderse por lo “recreativo” y por el término más
rebuscado para no decir sofisticado, “lúdico”, como condición para el uso y
consumo del enteógeno de referencia?
¿Lo
recreativo, en la medida que su uso tiene el propósito de suscitar disfrute de
estados de ánimo que no ofenden a nadie? ¿Recreativo en el sentido de un distractor sin ulteriores efectos en la
salud del adquiriente? ¿Recreativo, en fin, como si se tratara de un pasatiempo
favorable y propicio a la salud mental, sin saldo negativo en la salud de las
personas?
Mucho
tendría que decir sobre al particular, el ministro Arturo Zaldívar Lelo de
Larrea en torno al concepto, que no palabra a secas, acerca de la razón aludida
en favor de su consumo.
Para
el común de nosotros, por recreación entendemos aquella actitud que nos
predispone al goce o disfrute de momentos de esparcimiento del espíritu que, a
menudo, se obtiene a través del goce estético o la lectura, por mencionar
pasatiempos que estimamos constructivos y saludables.
Ahora bien, ¿y
qué hay con lo referente a lo lúdico?
Vienen
a la mente las analogías. ¿Se tratará de efectuar un juego con la connotación
de diversión espontánea? ¿De un juego organizado con el propósito de que los
circunstantes compitan entre sí con el objetivo
de alcanzar un triunfo por el triunfo mismo, sin ulterior interés?
En
el “Camino a Eleusis”, (Breviarios, FCE) al referirse a lo lúdico y a la diversión como búsqueda de
estados de ánimo por medio de consumir el psicodélico en cuestión Gordon Wasson
escribe: “En el habla cotidiana, entre los muchos que nunca han experimentado
el éxtasis, “éxtasis” significa algo
divertido, y a menudo la gente me pregunta por qué no tomo hongos todas las
noches. Pero el éxtasis no es una diversión. Es el alma misma lo que es tomado
y sacudido hasta el estremecimiento”.
Justificaciones
aparte, lo cierto es que el uso y consumo de droga (no se oculta que hay
diversas, muy numerosas clases), tiene causas y efectos de acuerdo con las
regiones en que se lleva al cabo. No es lo mismo en países con un elevado grado
educativo y cultural que en zonas agobiadas por la pobreza y la ignorancia.
Por
lo demás, el crimen organizado, los traficantes del insumo están al acecho de
una decisión que en mucho les concierne para su causa: asaltos en despoblado a
mano armada, secuestros, etc.
Así,
los enigmas mistéricos, individuales y con finalidades aviesas o no, requieren
de una dilucidación pertinente, al margen de consignas, intereses y
proclividades de toda índole.