Tricefálico
es el monstruo con el que batalla el gobierno de la República y los integrantes
de la Federación: estados y municipios. De tres cabezas es el extraño ente,
capaz de amedrentar, embestir y socavar a su presa, dejando una estela de daños
irreversibles en el medio ambiente. Y de toda índole en la economía, el
crecimiento y el desarrollo.
En
Sonora y Chihuahua, Coahuila, Guerrero y San Luis Potosí, por mencionar unas
entidades del país, los vestigios están a la vista. Monsanto para empezar,
enseguida las mineras y después los cárteles de la droga, representan el rostro
del implacable ser cuyas acciones terroríficas van de menos a más, sin que haya
un Teseo capaz de dominarlo y exterminarlo.
Hace
un par de meses, TRIBUNA DEL YAQUI recogía, con oportunidad, la protesta de
agricultores cajemenses en contra de la publicitada transnacional. La razón: la
osadía de Monsanto, cuyas provocaciones no dejan dudar de su fatuidad en el
sentido de convertir el Valle en un vasto campo experimental para hacer pruebas
piloto con semilla transgénica. El pasado fin de mes “La Jornada” informó
acerca del objetivo de Monsanto: producir “maíz tecnificado” en alrededor de un
millón de hectáreas en el sureste mexicano.
Por
lo que se refiere a las empresas mineras, extranjeras y desnacionalizadas, el
repertorio documental sobre su actividad depredadora en Sonora amerita ya una
memoria escrita, auditiva y visual, en donde quede constancia de la voracidad
con la cual socavan, éstas, las entrañas de la tierra, así como el desdén para
violentar las normas protectoras del ambiente, la salud de los pobladores y las
relativas al derecho laboral, ejerciendo la opresión y la esclavitud simulada
de manera impune.
¿Y
qué decir de los cárteles de la droga? ¿Qué podría aducirse como argumento
sobre su apoderamiento del territorio nacional como si fuesen copropietarios del
suelo, de los caminos vecinales y de las autopistas, actuando con lujo de
ilicitudes y cometiendo crímenes sin castigo y extorsiones sin que haya
cárceles para ellos y sus aliados en las altas esferas?
Por
lo que se refiere a consorcios de la clase de Monsanto, apenas si es
mencionable la sorda y desigual batalla que libran los marginados pueblos
indígenas a fin de sobrevivir. Víctimas de la insania de los abusivos rentistas
y de los dueños del dinero público, sufren el acoso por parte de quienes
saquean sus predios, confinándolos a vivir con penurias sin fin: agua
contaminada para sus necesidades más elementales, uso y usufructo de sus campos
de labranza en siembra de estupefacientes, marginación y exterminio por la
falta de escuelas y clínicas, y a causa de los peores de todos los males
sociales: el desempleo y el hambre programada.
En
cuanto a la minería posmodernista que al parecer llegó para quedarse, hay toda
una secuela de horror, drama y consternación entre las familias de los hombres
de pico y pala que va convirtiéndose en un uso y costumbre por lo que tiene que
ver con la propagación de flagelos, entre otros la silicosis y toda clase de
enfermedades incurables y degradantes.
La
práctica de rentar las tierras, enajenarlas al mejor postor, sin importar el
destino de las mismas es, a la fecha, el vicio más extendido entre los
poseedores humildes e indefensos en el panorama agrario del país. Véase si no
el efecto nocivo que deriva del rentismo de los bienes que un día, de Lázaro
Cárdenas hacia acá, fueron posesión inexpugnable, privativa, de ejidatarios sin
fortuna, pero acaudalados por el tesoro de contar con algo propio, el agua y la
tierra, ellos y sus descendientes.
Hoy
la extorsión condena a muerte anticipada a pequeños agricultores, etnias
enteras y ejidatarios por no prestarse a enajenar o a rentar sus predios. El
monstruo de varias cabezas deambula por todo el territorio patrio. El estado de
Sonora no es ajeno a este doloroso embate. Y no hay un héroe como Teseo para
contenerlo. El hilo de Ariadna es inexistente.