Al
fin Mater et Magistra, la Universidad Nacional de México (UNAM) da cátedra sin
par, teniendo como tema la comunicación: la extensión informativa relativa a la
sucesión en la Rectoría de la máxima Casa de Estudios.
Apartidista
por definición, la Universidad Nacional da un paso adelante que impactará en
los usos y costumbres para la selección y elección del aspirante idóneo a
coordinar instituciones de educación superior, públicas y privadas. Asimismo,
da enseñanzas que tienen que ver con el manejo de tendencias y prácticas que en
mucho se vinculan a la manipulación y a la propaganda que conllevan engaño y
triquiñuelas. Por vez primera, los aspirantes entran a la era de la
competitividad, echando mano de los más recientes adelantos tecnológicos en
materia de comunicación. Emplean, así, twitter, facebook, periscope e instagram
con el objeto de dar la más amplia difusión a sus proyectos, planes y
estrategias académicas. La finalidad es obvia: promover apoyo a su propuesta
para acceder a la Rectoría.
Por
mucho que se parezca en cuanto a la función de elegir, la Honorable Junta de
Gobierno de la UNAM no se identifica con partidos políticos que, en términos
generales son, ideológicamente hablando, de izquierda, derecha o del incoloro
centro.
Ciertamente,
sus integrantes son seres humanos, con propensión a errar o investidos de
preferencias subjetivas. Más de una vez han concurrido intereses personales o
de grupo en sus resoluciones.
Sin
embargo, se trata de académicos distinguidos por su saber, sus tendencias e
inclinaciones hacia la objetividad, condición en el ámbito del conocimiento acerca de la naturaleza, la sociedad y del
arte y su historia.
Saben
que su decisión debe estar por encima de intereses efímeros dictados por
situaciones del momento y motivados por mezquinas ambiciones y objetivos
deleznables.
En
pocas palabras, en torno a la elección de Rector habría que descartar, con todo
y los asegunes de que se rodea, de los rituales y acciones mistéricas de que se
inviste la promoción entre los políticos,
en donde lo esencial está en vencer más que en convencer, en ganar más que en
persuadir por medio de la argumentación, el diálogo y la interlocución abierta
a todos. Entre la mayoría de los interesados.
Pero
dejando a un lado las triquiñuelas, engañifas y toda clase de trucos que
imperan en la cuestionada actividad, cabe volver la mirada hacia lo que está
ocurriendo en el precitado campus universitario a unas cuantas semanas de la
sucesión del rector José Narro Robles. Particularmente en lo que se refiere a
una amplia y masiva difusión informativa de proyectos y planes por parte de los
aspirantes a la Rectoría de la UNAM.
En
vez de inhibir, censurar o tergiversar con ánimo inquisitorial las propuestas
de los candidatos, la experiencia consiste en hacer ágil, expedita, accesible y
asequible el contenido de las mismas con el propósito de que los destinatarios
las valoren, sopesando sus pros y sus contras, y con la alta finalidad de que
el órgano calificador y elector tome la decisión colegiada que se derive del
análisis de las opiniones vertidas y conocidas oportunamente.
No
hay aquí afán de esconder o de exhibir por exhibir a los participantes y
directamente interesados. Muy por el contrario, la idea consiste en promover la
libre manifestación de las preferencias por parte de una comunidad altamente
ilustrada por el cultivo, la enseñanza y difusión extra muros del conocimiento
y la cultura.
Bien
por nuestra Máxima Casa de Estudios que abre, con ejemplaridad, las compuertas
informativas sin temores ni consignas, que hacen daño inimaginable al socorrer
la verdad a medias, la realidad con vestimenta que no va con la era de la
modernidad informativa.
Los
usos y costumbres democráticos no sólo han de parecerlo. En definitiva, deben
serlo.