Cambian
los humanos y en consecuencia cambian las instituciones. No hay, por tanto, lo
que se diría un mismo, idéntico y permanente modo o estilo de mandar.
En
sus “Vidas Paralelas”, Plutarco nos dejó el trazo biográfico de estadistas
griegos y romanos, cuyos desempeños son fuente de consulta para mujeres y
hombres públicos de todos los tiempos y escenarios.
Tras
su lectura, las analogías entre helenos y romanos se acentúan o palidecen. Sin
embargo, nos queda claro que, por encima del estilo individual, personal de
gobernar, sobresale el institucional para ejercer el mandato o el poder.
Viene
al caso lo anterior con motivo de la propuesta de Claudia Pavlovich Arellano
acerca de la función pública que han de realizar los medios de comunicación a
cargo del Estado, con motivo del aniversario de Radio Sonora, empresa pública
responsable de comunicar y mantener informados a los sonorenses acerca de la
actividad gubernamental.
Los
medios informativos adscritos al gobierno, sostuvo la titular del Ejecutivo, no
tienen por qué ser “jilgueros ni aduladores del gobierno en turno”. No tienen
por qué ser algo así como Diario Oficial. Mucho menos son instrumentos para
acallar las voces de inconformidad que expresan contrariedad y crítica respecto
de resoluciones y decisiones por parte de los órganos del Estado.
En
vez del halago y el aplauso unánime, es preferible el ejercicio de la
pluralidad y la diversidad de criterios. En lugar de la justificación impuesta
desde las alturas, preferible la persuasión, cuya conquista resulta del diálogo
y la discusión racional, aquello que los griegos del siglo V llamaban
“erística” (nosotros confrontación de las ideas y de los puntos de vista).
No
cabe, ciertamente, en el seno de un régimen pretendidamente democrático la
manipulación como forma o estilo de mandar. No se compagina la acción de
enterar a la comunidad mediante los recursos de la documentación digital,
visual o escrita, con el método de la mentira, bajo el supuesto de que la
repetición de ésta hace del engaño una aserción y del artificio un tratado de
convencimiento.
La
tesis de uno de los regímenes más sanguinarios de la historia moderna, el
fascismo y el hitlerismo juntos,
consistía en que el mejor, políticamente ha blando, era el que mentía
más. Y habría que añadir, no obstante, que el auditorio más displicente, sumiso
y vulnerable, es aquel que está predispuesto a decir “SI” a toda propaganda
urdida y orquestada a sus espaldas, sin su previo alcance y conocimiento.
Si
proviene de un Estado tendente a la democracia, aunque no sea absolutamente
democrático, el modo o estilo de ejercer la comunicación hacia la sociedad ha
de ser institucional y no personal, en la medida que los medios adscritos al
gobierno cumplen directrices de enterar
a los ciudadanos sin la pretensión de que el gobierno lo sabe todo, lo puede
todo y, en consecuencia, le está permitido todo.
En
este planteamiento no hay algo así como secretos de Estado, facultades
discrecionales no escritas; libertad sin controles para la toma de decisiones
al margen del diálogo, la consulta popular, el acuerdo de voluntades, previa
discusión cuando los asuntos así lo pidan.
Finalmente,
procede concluir en que el compromiso de la mandataria de Sonora es lluvia
refrescante en medio de lo que sería un verano sin lluvias, bajo un sol
quemante en medio de Altar, el desierto, sin indicio de algún oasis y no de meros
espejismos.
De
ser así, de suceder un giro que ponga las manecillas del reloj en dirección hacia
un efectivo estilo institucional de informar, no quedaría sino ensanchar los
espacios de la comunicación social con alcance plural y democrático, por lo
tanto. Se daría inicio, así, a la tarea de informar y de opinar, anteponiendo
la objetividad y la oportunidad como criterios iniciales, “a priori”, y no la
acción reprobatoria sin más, o el desfogue o grita sin sentido. En suma, la retórica
como un estilo de halagar o reprobar en forma abrupta y concluyente.