Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 19 de octubre de 2015

HACIA UN NUEVO ESTILO INSTITUCIONAL DE COMUNICAR

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Cambian los humanos y en consecuencia cambian las instituciones. No hay, por tanto, lo que se diría un mismo, idéntico y permanente modo o estilo de mandar.
En sus “Vidas Paralelas”, Plutarco nos dejó el trazo biográfico de estadistas griegos y romanos, cuyos desempeños son fuente de consulta para mujeres y hombres públicos de todos los tiempos y escenarios.
Tras su lectura, las analogías entre helenos y romanos se acentúan o palidecen. Sin embargo, nos queda claro que, por encima del estilo individual, personal de gobernar, sobresale el institucional para ejercer el mandato o el poder.
Viene al caso lo anterior con motivo de la propuesta de Claudia Pavlovich Arellano acerca de la función pública que han de realizar los medios de comunicación a cargo del Estado, con motivo del aniversario de Radio Sonora, empresa pública responsable de comunicar y mantener informados a los sonorenses acerca de la actividad gubernamental.
Los medios informativos adscritos al gobierno, sostuvo la titular del Ejecutivo, no tienen por qué ser “jilgueros ni aduladores del gobierno en turno”. No tienen por qué ser algo así como Diario Oficial. Mucho menos son instrumentos para acallar las voces de inconformidad que expresan contrariedad y crítica respecto de resoluciones y decisiones por parte de los órganos del Estado.
En vez del halago y el aplauso unánime, es preferible el ejercicio de la pluralidad y la diversidad de criterios. En lugar de la justificación impuesta desde las alturas, preferible la persuasión, cuya conquista resulta del diálogo y la discusión racional, aquello que los griegos del siglo V llamaban “erística” (nosotros confrontación de las ideas y de los puntos de vista).
No cabe, ciertamente, en el seno de un régimen pretendidamente democrático la manipulación como forma o estilo de mandar. No se compagina la acción de enterar a la comunidad mediante los recursos de la documentación digital, visual o escrita, con el método de la mentira, bajo el supuesto de que la repetición de ésta hace del engaño una aserción y del artificio un tratado de convencimiento.
La tesis de uno de los regímenes más sanguinarios de la historia moderna, el fascismo y el hitlerismo juntos,  consistía en que el mejor, políticamente ha blando, era el que mentía más. Y habría que añadir, no obstante, que el auditorio más displicente, sumiso y vulnerable, es aquel que está predispuesto a decir “SI” a toda propaganda urdida y orquestada a sus espaldas, sin su previo alcance y conocimiento.
Si proviene de un Estado tendente a la democracia, aunque no sea absolutamente democrático, el modo o estilo de ejercer la comunicación hacia la sociedad ha de ser institucional y no personal, en la medida que los medios adscritos al gobierno cumplen  directrices de enterar a los ciudadanos sin la pretensión de que el gobierno lo sabe todo, lo puede todo y, en consecuencia, le está permitido todo.
En este planteamiento no hay algo así como secretos de Estado, facultades discrecionales no escritas; libertad sin controles para la toma de decisiones al margen del diálogo, la consulta popular, el acuerdo de voluntades, previa discusión cuando los asuntos así lo pidan.
Finalmente, procede concluir en que el compromiso de la mandataria de Sonora es lluvia refrescante en medio de lo que sería un verano sin lluvias, bajo un sol quemante en medio de Altar, el desierto, sin indicio de algún oasis y no de meros espejismos.

De ser así, de suceder un giro que ponga las manecillas del reloj en dirección hacia un efectivo estilo institucional de informar, no quedaría sino ensanchar los espacios de la comunicación social con alcance plural y democrático, por lo tanto. Se daría inicio, así, a la tarea de informar y de opinar, anteponiendo la objetividad y la oportunidad como criterios iniciales, “a priori”, y no la acción reprobatoria sin más, o el desfogue o grita sin sentido. En suma, la retórica como un estilo de halagar o reprobar en forma abrupta y concluyente.