Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







miércoles, 21 de octubre de 2015

PLUTARCO: LAS “VIDAS PARALELAS”

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El nombre de Pericles llena todo un siglo: la centuria de la primera Ilustración de la Humanidad.
Creador de la democracia, durante su régimen se produjo la más grande explosión cultural en los diversos dominios de la creatividad, cuyo paralelo tardará más de dos mil años a fin de producirse otro movimiento, con similar grandeza.
La historia, lo mismo que la medicina, son deudores a la generación del siglo V antes de nuestra Era. Con parecida iluminación brilló la tragedia y la comedia, la ciencia, el arte y la filosofía.
Heródoto y Tucídides dejaron bases permanentes a la actividad de quienes crean y recrean el pasado. Hipócrates traza nuevas formas de indagar el origen de las enfermedades y su consiguiente forma de diagnosticar y encontrar la superación de los males orgánicos. Anaxágoras proseguirá la obra de los jonios, investigadores del origen de la naturaleza.
En suma, Jenófanes hará de la comedia un recurso expresivo y expositivo de la vida ateniense, utilizando la ironía para dar nuevo sentido a las vicisitudes humanas.
La gloria del Partenón no sería duradera como lo fue y lo ha sido sin la obra de Polignoto, Praxiteles y Fidias. Más aún, el Siglo de Pericles jamás hubiese trascendido con la firmeza y ufanía que le son propias, sin el concurso de los líderes del pensamiento que jamás haya sido conocido en la antigüedad; es decir, sin la aportación novedosa de Gorgias, Protágoras, Isócrates y tantos más que dieron nueva dimensión al diálogo, a la discusión, a la retórica y a la argumentación.
Los sofistas, con todo y la caricaturización que de ellos hicieron Platón y Aristóteles, fueron los genuinos revolucionarios de las ideas en aquel glorioso siglo en que se renovaron las artes, la ciencia, la política y la literatura.
La vida y muerte de Sócrates, inclusive, se comprende cabalmente, a nuestro juicio,  como un capítulo, sin duda sobresaliente, de aquella generación  primigenia de la cultura universal. Vivió y murió como la máxima manifestación ética, moral e institucional del siglo de las libertades de expresión y de la responsabilidad personal, individual y social. El maestro de Atenas selló, con su ejemplar conducta, que se piensa como se quiere, pero ha de quererse, objetivamente, lo que se piensa.
Las “Vidas Paralelas” de Plutarco se suman, dentro de ese contexto, a título de posterior testamento del legado del siglo de Pericles aunado al que se gestaba en el seno de la cultura romana, haciendo posible lo que se da por llamar la civilización grecorromana.
Por demás estaría el tratar de poner de relieve el parangón que describe Plutarco con el propósito de enaltecer las figuras entre helenos y romanos, teniendo como puente de unión las hazañas de expansión, no sólo bélicas, de Alejandro Magno.  
Portentosa la obra de Plutarco, el medio centenar de biografías y su correspondiente comparación, lo que da sentido a su denominación, da feliz oportunidad a fin  de penetrar  en los laberintos de la historia: su continuidad y enriquecimiento.
Así, entre Teseo y Rómulo, Pericles y Manlio Fabio, Arístides y Catón,  Alejandro  y César, Demóstenes y Cicerón, hay un hilo que da a entender que no todos los hombres son mortales. Las comparaciones refrendan dicha hipótesis y muestran que lo humano tiene historia, continuidad y permanencia.
Pericles es el inspirador, asimismo, de la noción de universalidad, cuyo cosmopolitismo puso en alto Isócrates.

La cercanía de Aspasia con él, su generosa consejera, así lo demuestra. Era ella oriunda de Jonia.