El
Estado de Sonora sigue siendo noticia. Está en la mira de todos los mexicanos.
Desde hace un par de meses, y mucho antes, la Entidad se encuentra en el centro
de un huracán, cuyo final se contempla entre la consternación y la esperanza.
Entre
el torbellino desatado por la Madre Naturaleza y la voluntad anarquizante
del tristemente publicitado Padrés Elías, Sonora es la expresión de un drama en
vivo. Las lluvias torrenciales han hecho el resto destructivo: han socavado
viviendas y carreteras, dejando un saldo sombrío en escuelas, clínicas y
hospitales. Es decir, todo aquello que dejó como testimonio del desdén, el
abandono y la rapiña el inefable régimen político anterior.
La
intervención puntual y diligente de la hoy gobernadora del Estado, Claudia
Pavlovich Arellano, así como la presencia en tiempo y forma de sus colaboradores
hace avizorar alivio pronto, inmediato, que los sonorenses, particularmente del
sur de la Entidad, demandan en estas horas de la adversidad natural.
En
viaje a la Ciudad de México, la mandataria Pavlovich Arellano cumple sus altos
deberes a fin de gestionar los recursos con objeto de remediar los efectos
causados por el meteoro. Gestiona recursos para reparar los cientos y cientos
de caminos carreteros derruidos en los últimos días. Pero no todo acaba ahí.
Los
rezagos por este concepto han dejado impactos que llevarán tiempo y esfuerzos
con la finalidad de restablecer todo lo derruido en materia de bienestar
social: educación, salud, empleo y seguridad.
Cajeme,
Empalme y Guaymas, según las informaciones, resultan municipios en situación de
emergencia. En estas demarcaciones hay orfandad, desamparo, necesidades
apremiantes en atención alimentaria y médica.
A
la furia de la naturaleza se suma, insistimos, la indolencia, torpeza y
deshumanizada forma de gobernar, por parte del émulo de Felipe Calderón en
Sonora; su delfín, el ex mandatario prófugo de la justicia.
Siguiendo
el ejemplo de la titular del Ejecutivo, el responsable de Desarrollo Social en
el gabinete estatal, Rogelio Díaz Brown, han hecho llegar, con ejemplar
diligencia y pertinencia, los trámites que han conducido a una inmediata y
eficaz respuesta del Gobierno federal, lo cual se traduce en apoyos ya no sólo
a los municipios declarados en estado de emergencia, sino a 16 jurisdicciones más
cuyos pobladores sufren las más deplorables de las inclemencias.
Poco
a poco, día tras día, mes tras mes, se irán cerrando las heridas dejadas por el
desgobierno anterior y las consecuencias provocadas por la eventualidad natural
que hoy todos lamentamos. Lo apremiante hará, sin duda, que las urgencias
acumuladas encuentren resoluciones idóneas, dentro de los cauces de un Estado
de Derecho que, al haber faltado, con todo lo que esto significa, implica ahora
una pronta, diligente y eficaz reconstrucción.
Ayer,
por lo menos asomaba una posible negociación encaminada a levantar el bloqueo
de la carretera internacional por parte de las comunidades indígenas, como
señal de que los entendimientos harán que la guerra se encamine a su fase
terminal por los caminos del Derecho y la concertación de las buenas
voluntades.
Ayer
también se ponía de manifiesto que en política la convivencia entre Estado y
Municipios es condición sin la cual el Pacto Federal es letra muerta y que el
Federalismo puede ser mucho más que una doctrina al servicio de la demagogia
política, populista. Y una manera irresponsable, por tanto cínica, de ejercer el
poder.
Oscuro y con
tonalidades dramáticas es el horizonte que se ve, a la distancia, en el Estado
de Sonora, cuna de hombres ilustres y cuna de sueños y esperanzas de quienes no
habiendo sido oriundos de la Entidad, la consideramos una segunda Patria chica.
Hoy deseamos a
los sonorenses lo mejor. Las riendas de
la política, del bienestar y el progreso social, están en seguras, buenas y
diligentes manos.