Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







martes, 2 de junio de 2015

GÁNDARA MAGAÑA: CANDIDATO DE LA ILEGALIDAD



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Javier Gándara Magaña, ex presidente municipal de Hermosillo, Sonora es, con la venia del Instituto Nacional Electoral (INE), candidato de la ilegalidad. El instituto responsable de velar por el acato a la ley electoral en sus diferentes determinaciones, acreditó la procedencia de la representación del aludido, con lo cual sanciona y legitima su participación en la disputa por la gubernatura de Sonora.
Dada la multiplicidad de acusaciones, denuncias y presuntas ilicitudes atribuidas al candidato del PAN, los ciudadanos sonorenses, incluyendo a la mayoría de sus seguidores panistas, hubiesen esperado la sustitución, en tiempo y forma, del aspirante a ocupar la titularidad del Ejecutivo en la Entidad. ¿Una razón?  Evitar que al daño se añada la ofensa.
Pero en nuestro país, por lo visto, todo pasa; todo puede llegar a ser.
Si se respetara la Ley, dice Adalberto Rosas López, ex Presidente Municipal, a la fecha activo dirigente del Movimiento Ciudadano por el Agua, en ese caso, Gándara Magaña no sería candidato a gobernador del Estado. Más aún, permanecería tras las rejas.
Ciertamente, si se respetara el Estado de Derecho, entonces brillaría con luz propia el principio de la constitucionalidad de la legislación y de la legalidad de su ejecución. En tal caso, no habría estela de inseguridad en el México de hoy, el que nos heredaron los Zedillo, los Fox y los Calderón. Tampoco estaríamos sufriendo el latrocinio organizado de alcaldes corruptos, de mandatarios locales enriquecidos de la noche a la mañana, de diputados y senadores manipuladores al servicio de la corrupción de cuello blanco.
Si se respetara la Ley, con palabras de Rosas López, México ya habría dejado de ser ejemplo de complicidad entre políticos y empresarios “de nomine”, entre juzgadores y tránsfugas de la normatividad, entre legisladores y delincuentes.
Si se respetara la Ley en el sentido del líder cívico de Cajeme, no habría lugar en las cárceles para quienes retienen los recursos bajo su administración, durante sus encargos oficiales, y no utilizarían los dineros de la población en provecho de sus negocios. Jamás osarían duplicar el pago de obras con el propósito de ponerlos en sus bolsillos.
Si, en fin, se respetara la legalidad en todos sus términos y en bien de los ramos de la gestión pública, no cabría tener que vérselas con funcionarios que llegan al colmo del cinismo al acaparar y comerciar con predios urbanos; además cometer el peor de los daños que se pueda inferir: traficar con los bienes municipales o estatales, amparándose en el fuero mal entendido y con objetivos de enriquecimiento personal.
Pero como no se acata la Ley, como no se le respeta en el sentido del deber ser, entonces no tendríamos por qué espantarnos de que haya candidatos a puestos de representatividad como el que en Sonora es motivo de ludibrio, objeto de sorna a nivel nacional. Y hay quienes festinan acerca de que no habría por qué ruborizarse si hubiese alguna oscura gestión para que Padrés Elías, actual mandatario, fuese precandidato en el 2018 para ocupar Los Pinos.
Y en esas circunstancias hasta Caro Quintero y “El Chapo” Guzmán figurarían en las boletas de esos comicios del terror.
Las elecciones que vienen están de por sí marcadas por los cruentos atentados. Son  comicios rodeados de barruntos de tormenta y aún de amenazas  de tornados y tsunamis que, sin duda, no ocurrirán.
La convocatoria en esta situación, en donde el SI condicional lleva a supuestos, presupuestos e hipótesis inasibles, es ejercer el voto con la responsabilidad ciudadana que requiere y exige la decisión personal e intransferible.
La elección de no elegir, que también es una modalidad de elección, es la menos aconsejable. Cierra compuertas a la democracia, a la opción de cambio por la vía de la libertad responsable.