Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







viernes, 5 de junio de 2015

7 DE JUNIO: EN BUSCA DE LA MEJOR OPCIÓN



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Entre el desbordado optimismo y el demoledor pesimismo, los comicios del próximo domingo se avizoran como los más competidos, pero también como los más violentos e inciertos de principio de Siglo.
Cada Estado en donde se efectuarán elecciones tiene consigo vientos alisios y contra alisios. Sin embargo, ninguno como Guerrero y Michoacán.
En los sistemas democráticos se presume, los comicios son para seleccionar a los mejores. Y los mejores son aquellos que tienen consigo expedientes en los que sobresale la honestidad, la lealtad a los principios y la vocación de servicio.
En los órdenes dictatoriales, en cambio, los comicios son recurso en manos del poderoso en turno a fin de convalidar su capacidad de mando. Por medio del sufragio se promueve la selección de los más fuertes. Y los más fuertes son todos aquellos con habilidad y destreza para imponer su voluntad y mantener a la población bajo el imperio de la ilegalidad.
El término medio o intermedio, no existe. Es decir, no hay algo así como elegir entre un déspota y un respetuoso del Estado de Derecho, proclive a ser la imagen de los ciudadanos, y no al revés: obligar a que los ciudadanos se miren en él como si fuese un espejo omnímodo y virtualmente taumatúrgico.
En Sonora, Entidad fragmentada en lo político, lo social y lo económico, los comicios se ofrecen como una oportunidad, gran oportunidad, para hacer predominar el voto en términos de libre competencia. Con todo y los sucesos imperantes en toda la geografía sonorense, puede inferirse que la votación ocurrirá en términos de normalidad, con arreglo a los criterios jurídicos establecidos en la Ley Electoral y de acuerdo con los lineamientos fijados por el  INE.
Concluyen los candidatos sus campañas y terminan, es de esperarse que así continúe, percibiéndose un clima de relativa calma, aunque de difícil entendimiento entre las organizaciones partidistas que configuran la competencia.
Javier Gándara Magaña, por un lado, cierra su accidentada campaña declarándose “a priori” vencedor. Llega a la meta que le trazaron sus organizadores con el ánimo aún dispuesto para dar a sus correligionarios y seguidores, sobre todo en la capital del Estado, la esperanza de un triunfo que, a decir verdad, se observa no como algo difícil, sino imposible de convertirse en realidad.
Claudia Pavlovich, por otra parte, culmina su campaña con un registro que va de menos a más, describiendo una ruta que es propia de los ganadores: así, la de los clamorosos atletas que suelen dar ventaja a sus contrincantes y acelerar  el ritmo en la recta final.
“Las cosas como son”, afirma con aplomo el dirigente del Movimiento Ciudadano por el Agua”, Adalberto Rosas López. Retirado de la política militante, él mismo presidente municipal por el PAN en Cajeme (el PAN de otros tiempos, si dirá), Rosas López es un activista en pro de las causas sociales que ameritan su participación. Enarbola el Derecho a la Disidencia como bandera de combate, libre y responsablemente, en beneficio de la comunidad en la que desarrolla su actividad. Conoce objetivamente a sus coterráneos; los pondera críticamente por su experiencia política  y trato personal. 
La mejor opción, dice, es Claudia Pavlovich Arellano, candidata por el Partido Revolucionario Institucional. Tiene consigo, asegura, propuestas alentadoras, plausibles, de reivindicación. Ha formulado compromisos cuya resolución es apremiante: legalidad, acato al Estado de Derecho, gestión  de agua para todos en paz y concordia, protección a los más débiles, respeto a los usos y costumbres de la Tribu Yaqui; fin al acoso y al encarcelamiento arbitrario de líderes sociales.
En fin, los sonorenses tienen desde ahora un horizonte abierto a la legalidad, a la certidumbre y al derecho a la libre y digna convivencia.