Entre el
desbordado optimismo y el demoledor pesimismo, los comicios del próximo domingo
se avizoran como los más competidos, pero también como los más violentos e
inciertos de principio de Siglo.
Cada
Estado en donde se efectuarán elecciones tiene consigo vientos alisios y contra
alisios. Sin embargo, ninguno como Guerrero y Michoacán.
En
los sistemas democráticos se presume, los comicios son para seleccionar a los
mejores. Y los mejores son aquellos que tienen consigo expedientes en los que
sobresale la honestidad, la lealtad a los principios y la vocación de servicio.
En
los órdenes dictatoriales, en cambio, los comicios son recurso en manos del
poderoso en turno a fin de convalidar su capacidad de mando. Por medio del
sufragio se promueve la selección de los más fuertes. Y los más fuertes son
todos aquellos con habilidad y destreza para imponer su voluntad y mantener a
la población bajo el imperio de la ilegalidad.
El
término medio o intermedio, no existe. Es decir, no hay algo así como elegir
entre un déspota y un respetuoso del Estado de Derecho, proclive a ser la
imagen de los ciudadanos, y no al revés: obligar a que los ciudadanos se miren
en él como si fuese un espejo omnímodo y virtualmente taumatúrgico.
En
Sonora, Entidad fragmentada en lo político, lo social y lo económico, los
comicios se ofrecen como una oportunidad, gran oportunidad, para hacer
predominar el voto en términos de libre competencia. Con todo y los sucesos
imperantes en toda la geografía sonorense, puede inferirse que la votación
ocurrirá en términos de normalidad, con arreglo a los criterios jurídicos
establecidos en la Ley Electoral y de acuerdo con los lineamientos fijados por
el INE.
Concluyen
los candidatos sus campañas y terminan, es de esperarse que así continúe, percibiéndose
un clima de relativa calma, aunque de difícil entendimiento entre las organizaciones
partidistas que configuran la competencia.
Javier
Gándara Magaña, por un lado, cierra su accidentada campaña declarándose “a
priori” vencedor. Llega a la meta que le trazaron sus organizadores con el
ánimo aún dispuesto para dar a sus correligionarios y seguidores, sobre todo en
la capital del Estado, la esperanza de un triunfo que, a decir verdad, se
observa no como algo difícil, sino imposible de convertirse en realidad.
Claudia
Pavlovich, por otra parte, culmina su campaña con un registro que va de menos a
más, describiendo una ruta que es propia de los ganadores: así, la de los
clamorosos atletas que suelen dar ventaja a sus contrincantes y acelerar el ritmo en la recta final.
“Las
cosas como son”, afirma con aplomo el dirigente del Movimiento Ciudadano por el
Agua”, Adalberto Rosas López. Retirado de la política militante, él mismo
presidente municipal por el PAN en Cajeme (el PAN de otros tiempos, si dirá),
Rosas López es un activista en pro de las causas sociales que ameritan su
participación. Enarbola el Derecho a la Disidencia como bandera de combate,
libre y responsablemente, en beneficio de la comunidad en la que desarrolla su
actividad. Conoce objetivamente a sus coterráneos; los pondera críticamente por
su experiencia política y trato personal.
La
mejor opción, dice, es Claudia Pavlovich Arellano, candidata por el Partido
Revolucionario Institucional. Tiene consigo, asegura, propuestas alentadoras,
plausibles, de reivindicación. Ha formulado compromisos cuya resolución es
apremiante: legalidad, acato al Estado de Derecho, gestión de agua para todos en paz y concordia,
protección a los más débiles, respeto a los usos y costumbres de la Tribu
Yaqui; fin al acoso y al encarcelamiento arbitrario de líderes sociales.
En
fin, los sonorenses tienen desde ahora un horizonte abierto a la legalidad, a
la certidumbre y al derecho a la libre y digna convivencia.