El
7 de junio es fecha consagrada a la Libertad de Prensa. Ayer coincidió el día
con la realización de comicios constitucionales en varias Entidades del país.
Esto quizá hizo palidecer la conmemoración antes mencionada. Sin embargo, se trata
de alusiones y ejercicios similares. Uno es el de la voluntad de expresarse, al
margen de cortapisas, sobre lo que es y lo que debiera ser; otro, el de
manifestar las preferencias sobre quiénes serían los mejores en el llamado arte
de mandar.
Decir
lo que se quiere y querer lo que se dice es, en esencia, el cimiento de la
libre expresión. De ahí dimana su ejercicio y aplicación: así, la facultad de
enseñar, de investigar y publicar los hallazgos y la posibilidad de comunicar a
los demás el rendimiento y los beneficios de la cultura.
Justamente
el martes anterior la UNAM, a través del rector José Narro Robles, entregó reconocimientos a distinguidos académicos
que han sido y seguirán siendo paladines en la historia de la enseñanza superior
en México, por la defensa de la Autonomía Universitaria.
Guillermo
Soberón Acevedo, a sus 90 años de edad, fue el único ex rector con vida,
asistente en la magistral ceremonia, condecorado con la presea que enaltece la
vida y obra de universitarios ilustres que han defendido con su propia vida y
sus ejemplares enseñanzas lo que es la libertad en una de sus principales
vertientes universales. Él es uno de los más notables atalayas del régimen de
libertades que impera en la UNAM y en todas y cada una de las instituciones de
enseñanza profesional.
Asistimos
en calidad de invitados especiales a la conmemoración con la que se honró a uno
de los grandes baluartes de la Autonomía
Universitaria, al descendiente del ilustre refundador de la Universidad,, el
maestro don Justo Sierra. La celebración del centenario de Javier Barros Sierra
en mucho nos atañe, a distinguidos académicos y modestos servidores del Alma
Mater. Su magisterio y lúcido ejemplo nos estimula a ejercitar en los ámbitos
en donde nos encontremos a poner en práctica su punual devoción y entrega a la
causa de la libertad entendida como cimiento de los valores de la libertad y,
por tanto, de la convivencia democrática.
Los
comicios de ayer, ejemplifican la puesta en ejercicio de una de las libertades
con arreglo a la cual la voluntad de elegir hace posible la promoción al poder
público de representantes populares que más se aproximan al ideal de la
excelencia y de confiabilidad para configurar leyes y hacer que se cumplan las
existentes,. Asimismo, y sobre todo, cumplirlas con transparencia y la legalidad
exigible, la que incumbe a todo funcionario, legislador o miembro del poder en
el que radica la justicia jurídica.
Elegir
es potestad de los ciudadanos: cumplir con los designios del querer cívico y de
los principios de la legalidad y la constitucionalidad. La jornada de ayer
domingo es un escalón en la infinita pendiente para convalidar el régimen de
libertades y responsabilidades que a
todos nos incumbe.
La
libertad de prensa nos atañe a todos los que tenemos que ver con la palabra
hablada o escrita. Tenemos, por cierto, en nuestras manos el ejemplar de un
soldado de la expresión, Sergio Anaya, con el título de su obra “Días de Radio
en Cajeme” en el que rinde tributo a los pioneros de la actividad de comunicar,
en forma cotidiana, a los radioescuchas, remontando su investigación a los
tiempos heroicos de la información a distancia. Él es, en el sur de Sonora,
infatigable comunicador a través de la información virtual y por medio de videodocumenentales
que dan vida al pasado mediato e inmediato. Ahí, tiene su sitio un
radiocomunicador diligente e inteligente, Benjamín Pérez Díaz, quien no requiere
de presentación alguna. Muy comentado en
las remotidades de la sierra sonorense y chihuahuense.