Prosigue
la guerra de la Tribu Yaqui, misma que conoció y afrontó con arreglo al Estado
de Derecho el general y Presidente, “Tata Lázaro”, así conocido por las tribus
indígenas de Chihuahua y de Sonora , incluyendo las del centro y del sureste.
Conocido,
aplaudido y aclamado cada 18 de marzo por la hazaña de recuperar para México la
riqueza de los mantos petrolíferos, pasa desapercibido como el principal
defensor de los aborígenes apátridas en su propio país. “Tata” lo llamaban los
denostados indígenas de la Alta y Baja Tarahumara, lo mismo de las etnias que
viven acosados por voraces encomenderos de las riberas del Mayo y del Yaqui.
“Tata”, con el significado más generalizado de “padre” o de “jefe”, se alude a
personas con ascendiente y capacidad para ayudar y facilitar las cosas ante la
adversidad.
Los
indígenas del Sur de Sonora invocan al
“Tata Lázaro” con reconocimiento y em
forma de rendir tributo por lo recibido en actos y resoluciones de suyo justas y
equitativas. En el ritual de los usos y costumbres sobre los que se cimienta la
identidad y fortaleza de la comunidad de los yoremes, está la presencia del
“Tata” como un buen augurio de que todo irá mejor.
En
letras indelebles está redivivo el mensaje del Primer Mandatario emanado de la
Revolución: “…nuestro problema indígena no está en conservar “indio” al indio,
ni en indigenizar a México, sino en mexicanizar al indio. Respetando su sangre,
captando su emoción, su cariño a la
tierra y a su inquebrantable tenacidad, se habrá enraizado más su sentimiento
nacional y enriquecido con virtudes cívicas que fortalecerán al espíritu
patrio, afirmando la personalidad de
México”.
Sobre
el Decreto Resolutivo de Titulación, de 1940, ciertamente han pasado casi 75
años, los que se cumplirán en el venidero octubre. Después de aquel documento
histórico que condensa una conquista insólita en la ancestral guerra de la
Tribu, se han sobrepuesto decretos tras decretos cuyo sentido ha sido el de
mediatizar el legado cardenista, como da entender Tzivi Medin en “Ideología y
praxis política de Lázaro Cárdenas” (Siglo XXI, 1987)
Hoy
diríamos que encima de aquella bienaventurada
resolución se han acumulado sentencias sobre sentencias que en el papel traducen laudos en favor de la
Tribu relativos a la controvertida polémica en torno al Acueducto
Independencia. ¿Acaso esto último se justifica por lo de hace cuatro
décadas cuando los atropellos dieron, con lujo de impunidad, libre curso a las
invasiones en Río Muerto o en la década de
los noventa cuando los yoremes fueron víctima del despojo en “La Cuchilla”, con
la venia de la propia Federación?
El
ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas volvió a suelo sonorense y vio con sus propios
ojos la ola de corrupción tras la que se encuentra insepulto el Decreto
Resolutivo de su señor padre, publicado en el Diario Oficial hace 75 años. Junto
estuvo con la gobernadora electa, Claudia Pavlovich, y con Alberto Vizcarra
Osuna, tenaz dirigente del Movimiento Ciudadano por el Agua, defensor de los
derechos de la Tribu frente al despojo que se hace a pesar del Decreto
Resolutivo formulado por quien sigue llevando el honroso título de “Tata
Lázaro”.
Ciertamente,
la primera dama que en breve ocupará la silla desde la cual habrá de
restituirse el Estado de Derecho, Pavlovich Arellano, tiene ante sí retos
insoslayables. Entre otros: refrendar con acciones positivas los Acuerdos de
Vícam, intervenir en el enclave de su jurisdicción para lograr que las sentencias
atiendan la ecuanimidad salomónica y que contribuya a que brille la justicia
social, la transparencia administrativa y la lucha contra la corrupción. Dos
líderes yoremes tratan de respirar los aires de la libertad y miles de familias,
asimismo, demandan el retorno del orden, la seguridad y la paz social en la
Entidad.