En términos
de John Kenneth Galbraith, autor de “La Sociedad Opulenta” la tarea primordial
de investigadores, estudiosos y líderes gubernamentales, consiste en disipar
creencias erróneas en torno al enriquecimiento económico producido por la
ilusión o el espejismo que hace depender del consumo en masa la era de la
holgura y el bienestar.
Algo similar
ocurre con el binomio salarios-inflación, según el cual una modificación
sensible en los primeros redundará, causalmente, en la segunda. De ahí la
inferencia inmediata: si se quiere evitar el alza de la canasta básica, habría
que frenar el alza de las percepciones de los trabajadores. Al paso del tiempo,
de cumplirse la severa admonición, no quedarían ni obreros prestando sus
servicios, ni consumidores contratándolos, como tampoco mercancías en los
mercados.
En el Senado
de la República, Patricio Martínez García, chihuahuense connotado, tribuno y
político de ideas y realizaciones, en su propuesta a la iniciativa para
reformar leyes que tienen que ver con la
figura del salario nivelatorio enunció argumentos que hacen de la antítesis un
punto de partida para replantear y resolver lo que no tiene por qué ser enigma
indescifrable en la teoría y menos, por lo tanto, óbice para generar conflictos.
O bien, pretexto para anular acciones de equidad y de justicia social.
Los
trabajadores, dijo en voz alta el senador norteño, merecen una “retribución
justa por su aportación a la paz laboral en los momentos difíciles” que ha
afrontado y afronta la Nación. En la actualidad, abundó el ex Mandatario, “no
tenemos un problema social por sí mismo; pero tenemos un problema social en
estos momentos que tiene base económica por una mala remuneración que se hace a
las grandes masas”.
Los
acuerdos, siguiendo la propuesta del legislador, que se han hecho en pro de la
estabilidad de la economía, le han dado a la empresa, al empleador, posibilidades
de hacer negocio y de crecer; pero no se ha cumplido con quienes hacen posible
la producción y contribuyen a la productividad. Y hace constar lo siguiente: en
el país hay más de nueve millones de trabajadores que perciben tres salarios
mínimos o menos. Además, y es de suyo abrumador, el salario mínimo ha perdido
en los últimos 25 años más del 75 por ciento de su poder adquisitivo.
Ante dicho
escenario, el senador Martínez García propone que la figura del salario
nivelatorio se conciba y ejercite como incentivo de apoyo a los trabajadores,
según el área geográfica que se corresponda.
Textualmente
sostuvo: Esta aportación patronal adicional sería establecida como resultado de
la negociación individual entre el patrón y el trabajador bajo lineamientos que
en su momento la reglamentación señale para esta negociación. El papel de los
sindicatos, aquí, es factor condicionante.
En medio de la
presente crisis política, económica e interpartidista que enfrenta México como nación soberana, en
tanto país de leyes, incluyendo la crisis de seguridad que amenaza con echar
por tierra la modernización de la República, el destino de las reformas
estructurales últimamente concertadas está entre paréntesis. Los comicios de
julio próximo tienen qué ver, sin duda, en esta cruenta batalla por el poder.
Por lo
anterior, el salario debiera dejar de ser un mero referente, por ejemplo,
medida para determinar multas y castigos de carácter fiscal. Le incumben
derechos esneicales que atañen al trabajador, cimiento y pilar de la familia. Dicho
salario ha de ser palanca para remover la ignorancia a través de la escuela, la
insalubridad con base en hospitales y oportunos medicamento. Con la seguridad, por
medio de cuerpos policiales capacitados técnica y moralmente.
Así, la hora
actual y los tiempos que vienen serán los de un México en paz, concordia y
prosperidad. El salario nivelador es el mejor de los inicios.