Muy a menudo los extremos se alcanzan
entre sí. El Instituto Politécnico Nacional (IPN), por caso, está inmerso en dramática
batalla por sobrevivir, después de cumplir tres cuartos siglos de existencia
como máxima casa de estudios tecnológicos. Otros centros de estudios, en el
interior, se empeñan por sostener, contra viento y marea, su integridad dentro
de los márgenes de la constitucional que los define.
El ITSON (Instituto Tecnológico de
Sonora) a los sesenta años de edad lucha por la integridad de su estatus como
institución de enseñanza superior, autónoma, laica y de carácter público, al
servicio de la formación de
profesionales en distintas disciplinas científicas y humanísticas. Y en tanto
palanca del desarrollo tecnológico y económico de la Entidad.
El Politécnico, cuna en la que mecieron
ideales de la Revolución desde el punto de vista educativo, abandera la batalla por su autonomía. Retoma el ideal de
la libertad de enseñanza, los derechos de organización de sus planes y
programas de enseñanza, la responsabilidad de ejercer los recursos que le
otorga el Estado para sufragar su vida académica y cubrir las percepciones de
sus académicos e investigadores.
Asimismo, con el propósito de actualizar sus
acervos bibliográficos, la infraestructura de laboratorios y contar con los
medios para acondicionar sus campos deportivos.
Y en el otro extremo del mapa educativo,
decenas o centenares de planteles pequeños en dimensión pero gigantes en
calidad, por la entereza de alumnos y lucidez de sus directivos, libran
ejemplar contienda con la finalidad de sostener incólume su identidad, el
estatus que le otorga el Estado tocante a la autonomía y, en consecuencia,
ponen en alto los derechos académicos de libertad de cátedra y de
investigación. En suma, tocante al ejercicio de sus recursos, a toda prueba,
para el logro de planes y programas y el
sostén comunitario en favor de alumnos, profesores y directivos. Todo ello, con
transparencia y honestidad.
Reformas sí, pero no reformismo. Reforma
para refundar el régimen académico en términos de autonomía y
corresponsabilidad. Reforma para consolidar ideales revolucionarios en el plano
académico y reforma para ejercer sus órganos de cogobierno en el más amplio y
estricto sentido del término.
Pero no reformismo, sólo por reformar;
con la mira política de enmendar lo que va bien, de cambiar lo que ha funcionado
con eficiencia y eficacia.
En el Instituto Tecnológico de Sonora
(ITSON) se han encendido focos rojos para advertir acerca de los riesgos que hay
en la iniciativa ante el Congreso del Estado para modificar la Ley Orgánica cuyo contenido normativo ha
sido, y es, el fundamento jurídico sobre el cual se erige el plantel de
educación superior, pionero en tiempo; por lo tanto primero en derecho, como un
modelo de eficacia educativa y como origen principal de la prosperidad
económica, empresarial y del crecimiento industrial y agrícola de la región.
Ostenta el ITSON, sin pretensiones ni
alardes, sitios destacados en el concierto de universidades y tecnológicos del
interior de la República. Tiene el primer lugar nacional entre las
universidades públicas estatales en porcentaje de profesores con posgrado; segundo lugar nacional
en porcentaje de profesores con reconocimiento de la SEP. Cuenta con 5
programas de posgrado reconocidos por el CONACYT. Y entre diversos rubros como
institución sobresaliente, el primer lugar en porcentaje de publicaciones, con
la colaboración de autores e instituciones
internacionales.
El Consejo Directivo del ITSON con toda
razón preguntaría: ¿Reforma para qué? ¿Con qué finalidad u objetivo? ¡Reforma o reformismo?, ¿De qué se trata?
Los tiempos políticos son horno
quemante. No están como para tentar demonios.