El huracán de la violencia, por lo
visto, tiene paternidad. Aunque se formó en la clandestinidad, el sentido de sus
efectos no deja duda de su árbol genealógico. Dio principio en la periferia y
sólo en los últimos días se asienta en la capital, haciendo extremos de
violencia, pero teniendo consigo la benevolencia de la autoridad local.
Por enésima ocasión, la UNAM ha sido
objeto de la agresividad por parte de los “profesionales” de la provocación, quienes echaron mano de la táctica de parapetarse en el manto de la
autonomía, principio supremo que da solvencia para ejercer a plenitud la libre
y responsable investigación, la docencia, la difusión y la extensión de la
cultura.
¡Fuera partidos políticos!, diría el
Rector José Narro lo ocurrido el sábado anterior.
En Guerrero, la complicidad del
mandatario depuesto con el defenestrado alcalde de Iguala, dejó ver el origen
del complot y preparó a su modo el escenario para el derrumbe del proyecto modernizador avalado en el H.
Congreso de la Unión.
Lo que no lograron los anarquistas en el
susodicho Foro, los aprendices de la manipulación
pretendieron conseguirlo con remedos de una intifada que va del secuestro a la
ejecución de prisioneros, y del incendio de oficinas al hurto en expendios
comerciales. Hasta ahora, amparados en la tolerancia y el exceso de impunidad.
Inciertos indefinidos y equívocos daban
la impresión de ser los choques propiciados por la turba organizada con el objetivo de cometer
actos vandálicos, provocaciones a cualquier costo. Es, ciertamente, obra de enfermos
y mentes desquiciadas. En fin, de grupos manipulados, al servicio de torvos
intereses.
Por
fortuna, lo que nos parecía claro se ha vuelto transparente. Y lo
verosímil es, por hoy, verdad inobjetable. Y no por lo que acaba de expresar de
viva voz el Presidente en la ceremonia inaugural de la Ciudad de la Salud, sino
porque hay coherencia en la hipótesis que nos sigue siendo lógicamente válida.
El objetivo era, es y se perfila hacia el futuro como un banal propósito y su
efecto, es el feroz embate contra las principales instituciones del país.
Una a una, las reformas aprobadas tienen
un destino común: la transformación de México, la renovación nacional y la limpia de escombros abandonados por los
pasados regímenes en manos de la reacción. Tras del ataque al plan para
desmantelar la educación laica, siguió el embate al sistema de seguridad a fin
de poner en malos términos a la Nación como lugar incierto para el turismo y para
las inversiones extranjeras. Y así también con la reforma energética y con la
electoral en víspera ésta de los próximos comicios.
El proyecto de Nación, dice el Presidente, va en
firme. Seguirá su itinerario, aunque los
cielos se desplomen.
Da la cara el Jefe del Ejecutivo frente
a la provocación personal, de sesgo ofensivo. Sobre la posesión de la casa
familiar, objeto del infundio, hace notar que la Primera Dama de México, quien
la adquirió con su trabajo profesional, será
quien demuestre el origen legítimo de la
propiedad ante las instancias que correspondan. Y pondrá, así, punto final a las
maledicencias.
Lo mismo, o algo similar, se puede comentar
con motivo de la acusación en contra del Gobernador de Chihuahua, César Duarte,
a quien derechistas e izquierdistas lo cuestionan por lo que llaman
enriquecimiento inexplicable. A las pruebas se remite.
Cabe acotar que las provocaciones suelen
volverse “boomerang” sobre las cabezas de sus manipuladores. A medio año de las
elecciones, los anarquistas pueden hacer sus apuestas. Pero en política, como en
todo suceso que rodea nuestra vida personal, lo que se siembra es lo que habrá
de cosecharse.
El “Origen de las Especies”, con Darwin,
se confirma en la experiencia humana. La práctica de los injertos no contradice
la hipótesis originaria, la convalida.