Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







jueves, 6 de noviembre de 2014

MUNICIPALISMO TUTELAR: PROPUESTA DE REFORMA

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Por largo tiempo hemos esperado del Senado de la República una moción de reforma tendente a convertir al Municipio en eficaz célula tutelar de nuestro Estado democrático de Derecho.
Republicano, federalista, revolucionario y democratizador a partir de 1874 hasta alcanzar en la Carta Magna de 1917, su consagración como órgano eminentemente garante  de la participación de los Estados en la integración de la voluntad cívica, sitio que a la fecha ostenta,  el Senado asume a la fecha sus funciones reguladoras con el objeto de establecer condiciones de posibilidad  en la práctica de sus atribuciones. En su seno, se debate la iniciativa para redefinir el concepto con arreglo al cual despliega el ejercicio  de sus libertades, entre otras para administrar sus bienes, su patrimonio institucional.
Miembro distinguido, discreto y circunspecto, precedido de larga y bien calificada trayectoria en la administración pública, como también en la  misión de hacer leyes buenas y previsoras, el senador chihuahuense Patricio Martínez García ha presentado al supremo foro federalista  el proyecto de Decreto con el fin de reformar el artículo 115 constitucional, en cuya norma suprema toma asiento el Pacto Federal, motor que alienta la soberanía y el régimen de autonomía entre Estados y Municipios.
El ex diputado federal, presidente municipal de Chihuahua capital y Gobernador de su Estado, el ahora senador de la República, ha propuesta adicionar el inciso b) del párrafo II del precitado artículo constitucional con el propósito de impedir a las administraciones locales  que enajenen los bienes inmuebles: terrenos, construcciones,  jardines, parques, unidades deportivas y baldíos.
Bien se sabe la situación de precariedad que priva en la mayoría de los 2 mil quinientos municipios dispersos en el territorio nacional. Son comunes las noticias sobre el estado de pobreza y marginación en dichas circunscripciones, lo cual motiva a los alcaldes y a los órganos auxiliares de autoridad a poner en manos de particulares, alienándolos,  pertenencias ciudadanas cuyo destino es para beneficio de la población municipal.
Asimismo, es consabido que más de un Ejecutivo Estatal ejerze castigos pecuniarios, aplique sanciones de naturaleza partidista en contra de munícipes que no son de su gremio y que, por añadidura, actúan como “torpedos marinos” mediante denuncias y señalamientos, por lo demás fundados en Derecho.  Y paladinamente retienen los recursos y transferencias federales que, en rigor, corresponden a las autoridades municipales. Lo hacen arbitrariamente, y de manera impune.
Víctimas directas de estas incalificables acciones son los ciudadanos más necesitados entre los necesitados. Y son reos indefensos, igualmente, los alcaldes en desgracia, maniatados para ejercer en tiempo y forma los programas sociales que acusan mayor apremio.
¿Y qué hacer entonces? ¿De dónde echar mano para sufragar los gastos en materia de seguridad, para el pago de servicios de alumbrado, dotación de agua para el uso doméstico?
Tomar el camino del endeudamiento, no es la mejor de las opciones habidas y por haber. Dejar la carga de pagos por créditos las más de las veces onerosos, tampoco es aconsejable.
¿Y qué tal, entonces, la enajenación de bienes públicos, propiedad de la municipalidad? ¿Qué decir de la venta subrepticia de predios fraccionables, por caso, con apariencia de donaciones y sello altruista o filantrópico? He ahí, una de tantas pruebas y tentaciones.

Lo anterior indica que, llegada la hora de las reformas, este proyecto para modificar el ejercicio libérrimo de administrar los bienes públicos, es motivo de reconocimiento. Es como salir de una maraña que ha crecido subrepticiamente en los jardines del federalismo, en medio de las plantas de la libertad. Y todo ello, en nombre de la democracia.