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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







miércoles, 12 de noviembre de 2014

LA TRIBU YAQUI: ENTRE LOS DERECHOS HUMANOS Y EL EXTERMINIO



En un escenario de paradojas se ha convertido, en estos últimos años, el espléndido y progresista valle irrigado por las refrescantes y prolíficas aguas del Río Yaqui. En esos parajes nacieron próceres de la gesta de 1910 y en dichas tierras se libró la revolución pacífica que hizo florecer el desierto por obra y gracia de sus emprendedores en el primer tercio del  siglo XX.
Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, oriundos de la región, héroes de la contienda armada, colocarían las primeras piedras de la paz y la institucionalidad del México contemporáneo. Por otra parte, Norman E. Borlaug y su equipo de colaboradores en los laboratorios del Centro de investigaciones del Noroeste (CIANO detonarían, asimismo, la Revolución Verde usando las solas armas de la experimentación para mejorar las variedades de trigo y, de ese modo, saciar el hambre en zonas devastadas por la enfermedad y la miseria.
Hoy, en día, la próspera, productiva y sobre todo pacífica región en donde la abundancia hizo decir al trovador que “hasta el más chico gana su tostón”, ahí, en ese generoso girón del territorio patrio ocurren sucesos que contradicen la idea de que las revoluciones, toda revolución, tecnológica o humanista, violenta en sus orígenes o bien fraguada y llevada a cabo en el aula o el taller, los resultados contribuirían inequívocamente a la sana convivencia y solidaridad, al goce de la riqueza social, a  los frutos de la relativa igualdad. En suma, al disfrute  del trabajo personal, en términos de paz y armonía.
Ayer apenas, dentro de la aludida demarcación, en la ponderada capital de los ocho pueblos yaquis, representantes de la Comisión de Derechos Humanos (ONU) escucharon a líderes de la Etnia relatar los atropellos y la violación de sus garantías en sus personas y bienes. Denunciaron, con lenguaje claro, el cúmulo de acciones criminales, toleradas y encubiertas todas por la crasa impunidad. Expusieron, con pruebas a la mano, el contubernio y la inepcia como también las torvas alianzas de la autoridad estatal con órganos de justicia de la localidad y el contubernio de organismos dependiente de la administración federal.
Ciertamente, casos de injusticia extrema los hay en todos los rincones del planeta: En el Medio o el Lejano Oriente, por ejemplo, como también en el Este europeo donde el aniversario clamoroso con motivo del derrumbe del Muro de Berlín se ha confirmado que no siempre lo que es válido en la teoría se corrobora en la apabullante realidad.
Los pueblos yoremes tienen consigo, en efecto, un historial de valerosas y heroicas guerras por su precaria existencia. Han estado, en el siglo antepasado, a punto de ser barridos de su ancestral territorio, el cual han defendido con sangre y luto (cárcel ahora) en contra de extranjeros y voraces connacionales.
Consorcios foráneos los han despojado, les contaminan sus ríos y cuencas hídricas; los quieren doblegar a través de hábitos viciosos; además los injurian y vituperan. También los acosan por medio del hurto y el decomiso de sus aperos de labranza. Sin embargo, en la guerra contra el acoso del Ejecutivo estatal por motivo de la defensa del agua, la Tribu no ha estado sola. Junto a ellos están a su lado, codo con codo, productores del campo, ejidatarios y particulares del talante de Adalberto Rosas. Sobre todo, tienen el apoyo franco, incondicional y oportuno del alcalde Rogelio Díaz Brown y de su segundo de a bordo, el Dr. Antonio Alvídrez. Igualmente, de legisladores en el Congreso, Local y de la Unión. Faustino Félix Chávez en San Lázaro y Abel Murrieta en Hermosillo, la capital, entre otros hacedores de leyes.

Las reformas en materia de Derechos Humanos no alcanza a los descendientes de Cajeme. Es paradójica esta plena realidad.