Monstruos marinos, agresivos y
temerarios eran los perversos acechantes que en ambas riberas del Estrecho de
Mesina aguardaban el paso de naves cuyos tripulantes, las más de las veces
desprevenidos, solían ser presas indefensas de aquéllos. Ulises hubo de sortearlos
en retorno a su palacio de Ítaca.
Parecería mal intencionada la
comparación, pero se ocurre con motivo
de la insólita acometida que acaba de
sufrir el mandatario de Chihuahua, César Duarte, quien fue acusado por
senadores del PAN y del PRD, señalándosele como un furtivo adquiriente nada menos que de un banco. Y por la
increíble cantidad de ¡65 millones de pesos!
Objetivo de los aludidos seres
mitológicos, el moderno Ulises está
indiciado por sus astutos acusadores
como si fuese un verdadero tránsfuga de la legalidad y no el titular del
Ejecutivo de una Entidad en plena recuperación. Un Estado que, hasta hace poco
más de tres años, era paradigma de inseguridad, ejemplo de contubernio entre
algunas autoridades y malandros del crimen organizado.
En efecto, el Estado Grande, Chihuahua,
cuna en la que mecieron grandes esperanzas
por el movimiento revolucionario de 1910, ha venido recobrando su perfil
de solar en el que se asienta gente buena y emprendedora, afanosa en el cultivo
del campo y en industria manufactureras.
Tierra de libertades y apta para el
libre ejercicio cultural y político, en esta administración Chihuahua puso en
práctica los ya conocidos juicios orales a fin de dar expedición a la justicia
en los tribunales, y promovió formas para confinar a los delincuentes de
acuerdo con índice como el de alto grado de peligrosidad, colocando a las
cárceles del Estado en modelos a seguir.
Retomó el gobernador Duarte la política
de apertura comercial con naciones allende el Atlántico, misma que contribuyó a
que la Entidad norteña lograse el calificativo de Estado empleador en los
primeros años de esta centuria. Vuelve, asimismo, al plano nacional, y no por obra y desgracia de sus detractores,
sino por el mérito propio de sus hombres
públicos que dan continuidad a programas lamentablemente interrumpidos sin
razón o fundamento.
Volviendo a la política del golpeteo, de
las artimañas, los infundios y las calumnias, César Duarte es ahora blanco de
los Scilas y los Caribdis representados por autores frustrados de la politiquería
al estilo del “Quítate que me pongo yo”, a cuyo efecto las ideologías, en el
mejor sentido del término, no tienen nada qué hacer; son lo menos importantes.
En cambio, lo que sí tiene para ellos relevancia es la toma del poder a toda
costa; es decir, su obtención por medio de la razón de la fuerza y no a través
de la fuerza de la razón.
Los antípodas se unen sin importarles
dogmas, tesis y antítesis. La negación de la negación es su emblema y su
táctica con el propósito de vencer. La ejercen sin calcular riesgos por dicha
temeridad y sin ponderar el que dicha estrategia, a la postre, los habrá de
poner en el lugar que les toca. Y que tienen merecido.
Está en camino la demanda por difamación
asumida por la institución financiera Progreso, involucrada en la calumnia sin
sustento, afirma el Ejecutivo estatal, con la seguridad de no temer lo que no es causa de
temor. Asegura tener consigo pruebas contundentes que abonan su conducta de
Mandatario de la Entidad.
Ahí están, en todo caso, entidades que
podrían atestiguar lo anterior: SCHP, CNB y el IPAB, entre otras.
Y vale la sabia moraleja en el sentido de que la
mentira dura hasta que la verdad llega. No al contrario.
Al ser así, César Duarte, Gobernador de
Chihuahua, puede dormir y seguir laborando
en digna paz, con su conciencia moral y política puesta en favor del progreso
social, la seguridad pública y la prosperidad de sus coterráneos.