Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 25 de mayo de 2015

LA GUERRA DE LOS YAQUIS: ZAPATA A CIEN AÑOS



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Concluyó entre vítores y reconocimientos la primera parte del periplo de la Tribu Yaqui, haciéndonos evocar la heroica lucha de Zapata y de Villa por los derechos agrarios en los  prolegómenos de la Revolución. El triunfal recorrido desde Sonora hasta el Distrito Federal pasando por los estados de Chihuahua, Coahuila, y Morelos indica el sentido de la admonición de los descendientes de Cajeme y Tetabiate en el sentido de que se dicten resoluciones a sus reclamos o bien esperar las consecuencias que esto implica. Pasta de Conchos no se olvida.
Son varios los años de lucha los que sobrellevan los indígenas de  Sonora y de Chihuahua. Son ya innumerables los vejámenes que han soportado sus  líderes y dirigentes, incluyendo las organizaciones cívicas que les dan apoyo, entre otras las del Movimiento Ciudadano por el Agua y el de autoridades, por caso las de Cajeme, así como de grupos al margen de compromisos políticos o económicos.
Han enarbolado con acendrado nacionalismo los legados que hacen  de México una Nación con pasado, presente y un  futuro libre de ataduras políticas y en  plenitud autonómica fundada en sus leyes, usos y costumbres.
Sin dejar de reconocer las implicaciones ideológicas del levantamiento del EZLN, la rebelión de la Tribu Yaqui expuesta ante treinta estados de la República y con la presencia de sus representantes y líderes en setenta y cinco comunidades marginadas, lo cierto es que ningún levantamiento social hasta ahora se identifica con la gesta zapatista como la iniciada en el Sur de Sonora, apoyada por ejidatarios y productores de la Entidad con la misma pasión, patriotismo y espontaneidad como la encabezada por Zapata en Morelos y Villa en Chihuahua.
Un país “teñido de sangre” encontraron en su recorrido los disidentes de la Tribu. Un país víctima de la impunidad, de la voracidad de los pudientes y envenenadores presa de la ambición de extranjeros y facinerosos al servicio de la depredación de bienes y haberes de los mexicanos. Un país abrumado por la imposición de la reacción más violenta de cuantas han asolado y saqueado a México desde tiempos de la Reforma y del movimiento social de 1910.
Los ideales de Zapata renacen en un clima distinto al de hace más de cien años, pero se asemejan día a día a los suyos en este México abrumado por la intromisión reaccionaria de principios de siglo, montada en el crimen organizado y la devastación sistemática y criminal de los vende patrias de hoy, de los criminales de cuello blanco, más temerarios y violentos que los de la época  de Santa Anna.
Tierra y Libertad fue el lema de  Emiliano Zapata. Tierra para los desheredados por la invasión de los españoles. Tierra, aguas y derecho a la vida reclaman los de la Tribu Yaqui para quienes, siendo legítimos dueños del agua y de sus tierras, están siendo despojados de éstas por los actuales depredadores. Castigo para quienes dieron inicio a la emigración más afrentosa, que aún no se le ve fin, Lbertad para los sometidos y cárcel para hacendados y latifundistas, invasores a secas, en un México con independencia política, pero sin libertades en lo económico y en la toma de decisiones.
La chispa de la disidencia está encendida. La caravana de los indios yaquis ha cumplido su cometido dentro de los márgenes del derecho a la rebelión, tolerada ciertamente por la administración actual del Presidente Peña Nieto. Pero está en el aire el hacer la plena defensa de la reforma por medio de una movilización que concurra en la defensa de las reformas constitucionales del actual régimen. Entre tanto, se advierte con buenos ojos la guerra de los yaquis: no está a la ventura. Coincide con la visión de un México en pie de lucha: el México de la Posrevolución en vigente y responsable deuda.