Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







miércoles, 20 de mayo de 2015

AMPARO CONTRA EL ACUEDUCTO: ¿ÚLTIMA VICTORIA?



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De plácemes la Tribu Yaqui, el próximo viernes podría ser su arribo a la capital del país con el fin de celebrar la magna concentración en la que habrá miembros seguramente provenientes de etnias originarias de la Selva Lacandona y de la Tarahumara, sin faltar mineros de Zacatecas y jornaleros de San Quintín.
Con seguridad estarán acompañados en la Plaza del Zócalo metropolitano por  líderes de los ocho pueblos indígenas de Sonora; también por dirigentes de organizaciones cívicas como la que preside en la cabecera del municipio de Cajeme, Ciudad Obregón, el dinámico dirigente del Movimiento Ciudadano por el Agua, Adalberto Rosas López, en apoyo invariable a los verticales luchadores por los derechos del agua, el aire, la tierra y la dignidad de las etnias y de los productores.
Se echará de menos la asistencia del diputado con licencia, Faustino Félix Chávez, distinguido defensor de la Tribu, hoy en motivadora campaña para alcanzar la alcaldía de Cajeme, una vez en su poder, desde la cual sin duda validará el triunfo de los hoy indoblegables luchadores del Sur de Sonora.
En otras ocasiones, formó parte visible de la caravana de los yaquis funcionarios públicos de la talla de Rogelio Díaz Brown y Antonio Alvídrez Labrado, Presidente y Secretario del Ayuntamiento de Cajeme, uniéndose codo con codo en la más enconada batalla por obtener justicia jurídica, la cual parecía no tener fin. En cambio, crecía la impresión de estar ante una desigual lucha en donde campeaba la corrupción y la tergiversación orquestada en contra de los grupos demandantes.
Hay indicios que llevan a pensar que fue necesario que mediara el incidente del avión para que el titular de CONAGUA, David Korenfeld, hiciera mutis y se pudiese entrever una tenue luz al final del impenetrable túnel de la ilegalidad, de las reiteradas violaciones al Estado de Derecho y de la inaplicabilidad de la ley, imperando la impunidad sobre la validez y eficacia de las normas obligatorio.
Esta vez, la multicitada “veda electoral” no fue óbice para que el Juzgado Octavo de Distrito emitiera la resolución que, junto con las anteriores,  pasará al expediente en el que podrá leerse y releerse, interpretarse y comentarse, el zigzagueante proceso que tuvieron que recorrer  productores, ejidatarios y yoremes integrantes de la indómita tribu de los yaquis.
El anunciado debate por la gubernatura pondría en su lugar al sexenio de la indignidad y de las ilicitudes en cadena. Lo precede la resolución jurisdiccional aludida. Quizá deje, esperamos, duraderas y sabias enseñanzas.
 El amparo reitera la ilegalidad del otorgamiento de los títulos de concesión emitidos por CONAGUA; ordena a las autoridades responsables que otorguen el derecho de audiencia a la Tribu Yaqui, y que se acaten las formalidades esenciales del proceso. La consulta es una de éstas.
Punto relevante en dicho amparo es el relativo a que se informe a la Tribu, en forma y tiempo, acerca del procedimiento y sus consecuencias; ofrecer condiciones para el desahogo de pruebas; hacer posible los alegatos a fin de exponer los derechos reclamados.
No hay plazo que no se cumpla. A la emisión de fallos, sentencias y amparos en favor de los inconformes, se suma éste que conlleva visos de resoluciones en firme, imperativas que, en caso de ser ejecutadas, bien pueden conducir a un fin final, en donde la justicia, la equidad y la legalidad, resplandecieran con luz propia.
Por fin, el derecho asume las riendas en este magno y afrentoso suceso de impunidad, ilegalidad y abuso del poder. La política, la ideología y los intereses personales quedarían, de ese modo, sujetos a los dictados de la normatividad jurídica. La victoria de la equidad haría posible el principio de dar a cada quien lo suyo, pero conforme a Derecho.