Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 4 de mayo de 2015

GUILLERMO HÉCTOR RODRÍGUEZ: (1910-1988)

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              (Al colega Amadeo Peralta Adame, brillante intérprete de la  filosofía de Kant)

El 4 de mayo de 1988  murió el maestro Guillermo Héctor Rodríguez en el Puerto de Veracruz. Sin embargo, vive en nuestras mentes y corazones: en las de aquellos que recibimos sus enseñanzas. en quienes alienta el “eros” pedagógico que prodigó sin límites.
En lo personal, evoco con suma gratitud su figura, el eco de su voz, sus ademanes en la cátedra y su bonhomía dentro y fuera del aula.
Durante tres décadas tuve la fortuna de contar con su orientación y con su estímulo para continuar abrevando en las límpidas fuentes de la filosofía clásica y moderna, desde Protágoras y Gorgias hasta Kant y Hans Kelsen.
La mejor forma de respetar a Platón y sus discípulos, sostuvo, es leerlo y estar o no de acuerdo: discutirlo y poner en el tapete de la polémica su pensamiento a la luz de la revolución cultural que representó en todo su esplendor el siglo V de Pericles. 
“Conocer es crear y no reproducir”, fue el enigmático enunciado para mí en el tablero de materias contiguo a la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM), lo cual motivó el haberme inscrito en su cátedra de Filosofía de los Siglos XIX y XX”.
Si conocer es crear y no reproducir, entonces habría que echar por la borda, con todo y el respeto que merecería Platón y la Escolástica, pasando por el “rabioso presente” (como él solía decir) existencialismo, el marxismo e incluso el Positivismo Lógico en portentoso auge por ese tiempo.
Si conocer es crear y no reproducir, entonces las verdades absolutas y eternas carecerían  de razón de ser y por lo tanto de sustento lógico y epistemológico. Son, así, inconsistentes las teorías de Fichte, Heidegger, Marx y Sartre. Asimismo, las filosofías de Hartmann y de sus seguidores.
Si conocer es crear y no reproducir, entonces  habría que revalorar y estudiar a fondo a los sofistas y a los estoicos, a Sócrates sin los devaneos de la Academia y del Liceo; a los empiristas ingleses, a los maestros de la Escuela de Marburgo (Cohen, Natorp, Cassirer), a Karl. R. Popper, a Hans Kelsen. Sin dejar de hacer largas y exhaustivas estancias con el pensador de Könisberg, Emmanuel Kant.
Si conocer es crear y no reproducir, entonces  la verdad es una tarea abierta, infinita, ilimitada como proponía el viejo y siempre joven Anaximandro. Si es así, entonces la voluntad es la voluntad jurídica creadora de instituciones sociales y libres de ataduras ideológicas de la derecha o de la izquierda, de cualquier signo o conjunto de dogmas.
Finalmente si conocer es crear y no reproducir, entonces el arte es el arte del genio. Por lo mismo, la belleza del arte no está en función de las propensiones políticas o religiosas, sino de su objetividad en cuanto a las innovaciones técnicas y de estilo.
Así, como los fieles en el umbral del templo, había que despojarse entonces de prejuicios y atavíos que no son compatibles con los sanos afanes del culto desinteresado.
No pocos desertaron en el arduo camino hacia el conocimiento sin compromisos con la verdad, la justicia y la belleza en sentido absoluto.
Del maestro Rodríguez es la anécdota del “gato negro” dentro de un cuarto oscuro. El metafísico dice haberlo visto y da santo y seña, mientras que el teólogo jura y perjura que lo tiene entre sus manos, aludiendo con ello a que posee ya la Verdad, así con mayúscula. Y esto, no deja ser divertido. Pues, al fin de cuentas, lo del gato negro no es sino mera conjetura, con todo y los dichos del metafísico y del religioso. Resulta que  no había, en efecto, ningún gato negro en aquel cuarto oscuro.

Herederos de su enseñanza, hoy evocamos al maestro kantiano y kelseniano  en toda su humana universalidad. Y cabe expresar de él lo que él dijo en la tumba de don Antonio Caso: “No todos los hombres son mortales”.