Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







miércoles, 27 de mayo de 2015

ANIVERSARIO EN JESUSALÉN: EL MOMENTO OPORTUNO



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Conmemoró Israel, el 17 de este mes, un aniversario más de la reunificación de su capital histórica: Jerusalén. Al cabo de la Guerra de los Seis Días, y de la pesadilla fraguada por los émulos de Arafat, los israelíes determinaron consagrar su victoria sobre los países árabes dispuestos a “echarlos al mar”, devolviendo a Jerusalén su majestad como sede milenaria que le corresponde desde los tiempos bíblicos en que David reinó en relativa paz y concordia.
Una semana después, el 24 de este mes, se efectuó una ceremonia en la que se dio lectura a una de los libros emblemáticos de la experiencia hebrea, el libro de “Ruth”, como parte de las festividades de Peregrinaje que relata la decisión de la moabita para acompañar a su suegra, Noemí, tras su retorno de tierra de Moab y tras haber perdido a sus dos hijos, quienes perecieron después de haberse unido a dos mujeres de aquella comunidad.
La decisión de Ruth, la moabita, de acompañar a su suegra viuda a tierras de Israel en Belén, adquiere su principal sentido al subrayar su gesto con las palabras: “…A donde quiera que tú fueres, iré yo, y donde quiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios…Sólo la muerte  hará separación de nosotras dos.”
Llegadas a Belén, Noemí nunca más aceptaría que la llamaran por su nombre, sino con el nombre de Mara.
Con la historia de Ruth se evoca el valor de una decisión, la trascendencia de una elección asumida con determinación, plena libertad, responsabilidad; con fe y fidelidad, de la cual derivan sucesos y hechos singulares.
Sabido es que a raíz de este acontecimiento tendría origen la rama genealógica en donde se ubica David, la figura regia de mayor abolengo en Israel. Del hijo de Ruth y de su nuevo esposo, Booz, nacería Obed y de éste Isaí padre, nada menos, que del rey de los judíos.
Hasta ahí el relato bíblico.
Proviene de esa historia la importancia antes aludida acerca del valor de asumir, libre   
y responsablemente, una decisión. Es decir, de lo relevante que es elegir un cierto rumbo motivado por la convicción de que ello es lo mejor, lo idóneo, queriéndolo, así, subjetiva y objetivamente.
Con ese efecto, el pueblo hebreo conmemora una de las tres festividades a las que da significado político, religioso y social.  Toma  la decisión de Ruth, la moabita, como un eco de identidad que repercute en el corazón de su suegra, Noemí, y da lugar a sucesos que dan contenido a su ejemplar nacionalismo.
La filosofía clásica griega y en particular la sustentada con sentido crítico por los sofistas del siglo V de Pericles, utilizaban el término “kairós” para significar la oportunidad, la atingencia y la idoneidad de la toma de decisiones por parte del sujeto moral, por la persona éticamente considerada.
José Solana Dueso en su libro “El camino del ágora” (Prensas Universitarias de Zaragoza, 2000) afirma sobre el relativismo sustentado por el filósofo de Abdera, Protágoras, respecto del término “kairós”: “…Constituye el marco teórico y conceptual que puede acoger sin distorsiones la constelación de significados que dicho término contiene…Remite a un campo en el que se pone de relieve lo crucial y crítico, el instante oportuno, la respuesta adecuada a una situación”.
Cabría reflexionar aquí sobre un tema de suyo relegado: la desvinculación de la filosofía griega con el pensamiento hebreo, la teoría antropocéntrica de los sofistas y la experiencia cultural judaica, dado que hay, por otra parte, eruditas comparaciones y estudios profundos en donde se destacan los vínculos, por ejemplo, del pensamiento helénico con el de los persas, los hindúes, los egipcios, por citar algunos.
Sócrates y el pensamiento hindú, por un lado, y el pensamiento hebreo con el de los diálogos de Platón, resultarían así, en cierto modo, correlativos.