Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







jueves, 21 de mayo de 2015

DESPUÉS DEL DEBATE: SELECCIÓN DE LOS MEJORES



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Entre los términos más socorridos previamente a los comicios del 7 de junio están los de competitividad, diálogo y controversia, así como los de propuestas y compromisos en labios de los candidatos. Con diferente énfasis, por supuesto.
El debate efectuado el pasado martes en Ciudad Obregón, deja un sabor agridulce en el ánimo de  los sonorenses.
Para empezar fue el segundo encuentro organizado a fin de que los ciudadanos se enteren, de viva voz, acerca de los compromisos de los representantes que militan en  diversas agrupaciones partidistas. No obstante, los destinatarios han quedado al final de cuentas con la impresión de que la mayoría de los contendientes salieron con la disposición de refrendar, por no decir repetir al pie de las letras, las mismas consignas doctrinarias.
Y esto, a decir verdad, hace que desmerezca la competencia a los ojos de una ciudadanía ávida de conocimientos para normar el criterio y definir sus preferencias hacia quienes serán los futuros delegados y ejecutores de su voluntad. Como pocas veces, el horno de la política local y estatal, incluyendo el nacional, no está para hacer falsas presentaciones, equívocas ofertas y ambiguas promesas. Hay saciedad de todo esto.
Mucho menos, las cosas están como para sacar el bulto ante las inquietudes legítimas de la población, la cual exige que la transparencia, la anticorrupción, la impunidad y la ilegalidad sean llamadas por su nombre propio. Es  decir, que se ponga punto final a la simulación, la cual es la peor de las plagas para la convivencia democrática y cuyo virus merece ser enfrentado con todas las de la ley.
Volviendo al debate pasado, el denominador común muestra que fue dominado por la argumentación “ad hominem”, recurso utilizado para atacar al oponente o bien a los oponentes en su individualidad o en su carácter subjetivo de adversario. Suele llamarse a este género de disputas como el de “dimes y diretes”, en donde el desenfado más que la franqueza y el rigor favorece a todo aquel que tiene más información o sabe manipularla para lograr efectos de persuasión y relativo convencimiento.
Viene al caso el relato de Plutarco en sus “Vidas Paralelas” sobre el estilo oratorio de Demóstenes, el célebre tribuno ateniense. Cuestionado acerca de su forma de argumentar contra su oponente, la cual dejaba mucho que desear dado que era un radical opositor a sus convicciones respondía que el hombre ante él podía ser su enemigo, pero en todo caso debía prevalecer el interés de la ciudad”.
En política como en tantos otros avatares de la vida, nada hay prescrito. Personajes de condición social desahogada y de origen incluso aristocrático suelen ser, a la postre, quienes han demostrado acompasar los latidos de su comprensión con las reales carencias de las mayorías; al contrario, a menudo individuos cuya cuna no se meció entre pañales finos actúan y proceden como si fuesen caudillos encumbrados que, al ejercer el poder a su cargo, humillan y escarnecen a los marginados; es decir, a los de su propia condición social y económica.
La argumentación “ad hominem”, así, deja mucho que desear. Antepone lo subjetivo a lo objetivo, lo trascedente a lo efímero, lo real a lo ilusorio de la ideología,   
El tercer debate, en caso de haberlo (el segundo fue una réplica del primero) bien podría ser organizado con el objeto que sea una fehaciente demostración de que los aspirantes tienen qué ofrecer, que sus propuestas son viables y que la planeación de obras públicas en ningún momento estará inspirada en caprichos personales de los futuros delegados de la voluntad popular. En suma, que a los debates se dará el sentido de búsqueda de los mejores. Y los mejores son aquellos que anteponen la voluntad ciudadana a los impulsos egoístas y vituperables.