Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 11 de mayo de 2015

INDÍGENAS INERMES VÍCTIMAS DE REPRESIÓN Y BARBARIE

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Poco antes los rarámuris, ahora los triquis. Ambas comunidades han sido últimamente víctimas de la apatía oficial de los gobiernos local y federal en la península bajacaliforniana. Lo más triste y doloroso aún es el hecho de que  las organizaciones protectoras de los indígenas no se hacen oír y mucho menos atender por las instancias responsables. Éstas hacen caso omiso a pesar de los cruentos  sucesos en que hay versiones de muertos y constancias de heridos graves y lesionados. Hay relatos de trabajadores en letal y total desamparo, junto con sus familas.
Tratados como apátridas, lacerados por ostentosos hacendados y latifundistas,  los jornaleros aborígenes descendientes de quienes fueron los legítimos dueños del territorio cuyos actuales poseedores hacen uso y obtienen usufructo con lujo de expoliadores  sin escrúpulos, ahora son objeto de discriminación sistemática dentro y fuera del país. La indefensión los hace víctimas irredentos.
Las crónicas periodísticas dejan pocas dudas sobre la acción exterminadora de seres humanos, tolerada e incluso perpetrada por cuerpos policiales al servicio de quienes detentan capitales y riquezas a expensas de la explotación organizada y propiciada por las autoridades en connivencia con las autoridades de la Federación. Es el caso de la conducta punible de la Secretaria de Gobernación, específicamente la del mal llamado servidor público, Luis Enrique Miranda, corresponsable junto con el titular, de esta y otras acciones vituperables.
Dejados en el vil abandono por sus gobiernos locales los rarárumis de Chihuahua y los triquis de Oaxaca, es decir, por sus irresponsables mandatarios, todo hace indicar que se trata de convertir y pervertir la justicia jurídica dejándola en mano propia a fin de que sea un camino, el camino, para alentar conflictos, suscitar masacres, provocar enfrentamientos con el propósito de revertir la justicia jurídica. Y dar, así, cauce expedito y autorizado a la represión y la barbarie.
Pero cunde el cinismo sobre nuestras conciencias cuando ocurre lo siguiente: nos causa asombro y terror la noticia sobre la desgracia de los migrantes norafricanos que perecen por decenas en aguas del Mediterráneo antes de alcanzar las costas europeas. Mientras tanto  da la impresión de que nada sucede, de que todo es normal  y que en nada nos afecta la tragedia recurrente de  connacionales, de ciudadanos den situación de extrrema marginación y cruel indefensión.
El drama dado a conocer el sábado anterior en el que decenas de miembros de la comunidad triqui son víctima de atropello policiaco, es mucho más que un incidente intrascendente. El cuadro de atropellos en el humilde asentamiento de los jornaleros es elocuente del abuso policial, de la cínica soberbia por parte de ricos productores y de la situación inerme de los trabajadores y sus familias.
Ante esos hechos de violencia por parte de los que todo lo tienen, incluyendo la protección oficial, no queda sino subrayar los asomos de defensa mancomunada, del uso de la protesta organizada como la anunciada por el EZLN y de organizaciones similares. El derecho a la protesta civil pasa de la inconformidad a la desobediencia organizada, con todos los riesgos reales y latentes de orden social.
La metáfora del pájaro tirando a la escopeta deja su carácter de invención y adquiere el significado de la búsqueda de medios que no encuadran en los de una sociedad regulada y fundada en la legalidad.

Ejemplar, así, ha sido y es la lucha de la Tribu Yaqui ante la adversidad organizada desde el poder político en Sonora. Ejemplar es la participación civil, ciudadana de las agrupaciones de ejidatarios, productores y miembros de la sociedad en la defensa de los derechos de la Etnia.