Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 5 de enero de 2015

ELECCIÓN EN LA SCJN: JUSTICIA PRONTA, OBJETIVA Y EFECTIVA



Elegir presidente de la Suprema Corte de Justicia había sido, hasta el pasado viernes 2 de este mes, un asunto de trámite: sólo de aparente dificultad. Bastaba que el jefe del  Ejecutivo Federal emitiera su voto decisivo desde el solio del máximo poder para resolver el enigma en caso de haberlo, habida cuenta de que en este país nada se mueve si no es por la voluntad del señor Presidente.
Se trató, como se sabe, de la más polémica elección en la historia de la SCJN, a juzgar por las 32 rondas de votación durante las casi cinco horas empleadas para alcanzar el histórico desempate. ¿Fue Juan N. Silva Meza, ahora ex titular del Supremo Tribunal, quien cambió su voto para resolver la encrucijada? ¿O fue Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, ministro finalista en la contienda quien puso, con el sentido de su voto, término a la referida controversia? 
Para unos, la elección en la cúpula del PJF evidencia deplorable y riesgoso divisionismo.  Para otros, refleja la crisis sociopolítica que ronda por todos los confines del país. Y no faltan quienes opinan que es la expresión de un conjunto de indefiniciones que revelan hasta qué punto hay separación y no coordinación entre los Poderes Públicos, como también indeterminación en  lo que se refiere al clásico dualismo aún en boga que impide saber quién es, en definitiva, el defensor de la Constitución Política: el Presidente de la República o el máximo órgano colegiado.
Más allá de conjeturas y especulaciones, los ciudadanos estamos en espera de que nuestro Máximo Tribunal impartidor de justicia, de que sus ministros, magistrados y jueces pasen de ser catalizador de buenas intenciones, de promesas y compromisos sexenales, a fin de que sus fallos, sentencias y resoluciones trasciendan de las Salas y del Pleno del precitado órgano y se conviertan en el antídoto eficaz para evitar epidemias sociales,  graves e irremediables, como para reparar daños que se vuelven ofensa por la errática, parsimoniosa  e inequitativa administración de justicia jurídica.
Luis María Aguilar Morales, flamante Ministro Presidente de la SCJN, propone el desarrollo colegiado de propuestas que giran sobre el eje principal de los Derechos Humanos, dando a éstos el carácter fundamental del Estado Democrático de Derecho, Ahí, su plena realización consistiría en la constitucionalidad de la legislación y en la legalidad de su ejecución.
Se compromete a dar su más resuelto apoyo a fin de que la máxima de dar a cada quien lo suyo, conforme a Derecho (justicia jurídica), sea la estrella polar a que se refería Rudolf Stammler en sentido de guía confiable y certera. Pero también con el significado de fuente creadora de experiencias constatables en la medida que el órgano colegiado funcione como hermeneuta innovador en todas y cada una de sus resoluciones, elevando el término “aplicación” a concepto que hace posible la individualización dinámica y progresiva de las normas constitucionales bajo su interpretación.
Implícitamente el Ministro Aguilar Morales asume la grave responsabilidad de coordinar y llevar a su feliz término, por la vía de la competencia que atañe a la SCJN, la reforma constitucional de 2014. Explícitamente da su concurso a fin de que el Máximo Tribunal sea la salvaguarda, el Ombudsman constitucional, defensa de las garantías que certifican la dignidad de las personas, sin hacer distinción alguna de clase social y con pleno respeto irrestricto a los grupos vulnerables.

El relevo en la cúpula de la SCJN fortalece el porvenir inmediato y mediato de la reforma constitucional, afianzando por la vía institucional la defensa del contenido de las nuevas disposiciones en todo lo que tiene que ver con el Estado de bienestar, el imperio de la justicia y la igualdad.