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Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







sábado, 17 de enero de 2015

REMEDIAR Y PREVENIR: LA CUENTA REGRESIVA


En la lucha contra el deterioro ambiental Sonora no está sola. Hay frentes de combate en Baja 
California y Chihuahua, para no citar sino entidades representativas en la precitada batalla, donde se registran perjuicios al parecer irreversibles. En la Península los efectos incluyen la muerte de aves y especies marinas, mientras en los dos Estados aludidos las denuncias se refieren a graves daños en la salud de niños, mujeres y ancianos. Lo grave en estos y en otros muchos casos es la desafiante impasividad sumada a la inepcia y al contubernio de autoridades locales y federales.  Los bochornosos sucesos pueden calificarse como crimen de Lesa Humanidad.
La visita del Presidente Enrique Peña Nieto a Chihuahua (Ciudad Juárez) marca el triunfo en lo que se refiere a la guerra contra el crimen organizado. Pone en alto la prevalencia del Estado de Derecho sobre la impunidad y las perversas alianzas del poder con líderes de la criminalidad, la corrupción y el tráfico de drogas. No obstante, prevalece ahí la inseguridad y la desprotección, según se desprende de la contaminación encontrada en más de 400 niños con padecimientos de plomo en la sangre.
En Sonora, los pobladores de las márgenes del río Sonora sufren las consecuencias por el derrame de tóxicos atribuidos al Grupo México, cínicamente tolerados por el gobierno estatal y organismos como la CONAGUA, PROFEPA y SEMARNAT, ahora en extraña y solícita solidaridad con las víctimas de este otro crimen de Lesa Humanidad. 
País considerado protector de los Derechos Humanos y líder en la causa que abandera la batalla contra la degradación ambiental, los casos hoy en boga desmienten esta campaña mediática, haciendo válida  la sentencia popular en el sentido  de que vale más prevenir que lamentar. Y remediar a tiempo.
En Sonora, el PAN presume aún a su Gobernador, el delfín del innombrable ex ocupante de Los Pinos, Felipe Calderón. Ignora el reclamo de miles y miles de ciudadanos en pública protesta por lo siguiente. Uno: la remediación ambiental en todo aquello que admite reparación, dado que la recuperación por los daños ambientales se calculan en más una década, si bien fueran las cosas. Dos: el caos y las contingencias con daños en el ambiente que se pronostican, con motivo de la operación ilegal del llamado Acueducto Independencia.
En la sorda batalla contra los abusos, el contubernio disfrazado de tolerancia y las alianzas oficiales encubiertas por el denso manto de impunidad, no vale el argumento de que somos un país de leyes, el cual palidece frente a frente de la irresponsabilidad de líderes partidistas, jefes de gobierno y aún de órganos encargados de hacer justicia pronta, confiable y expedita.
Convertido el Supremo Tribunal en portador de arma en ristre, esto suele ocurrir en la letra, pero no en los hechos. Sus fallos dan la impresión de ser disparos con arma de madera. Se escuchan, pero a nadie llegan. Unas veces es el cambio de estafeta en la cúspide del Poder Judicial; otras, el deceso de uno de sus ministros integrantes. Y otras más, por la sordera y ceguera de organismos y funcionarios irresponsables que no acatan sus sentencias y resoluciones.
En Sonora, la última llamada de la SCJN ha pasado a ser campanadas a la que, por cierto, a nadie inhibe, intimida ni impresiona. Los aplazamientos se suceden uno al otro motivando la mofa, el descrédito y la frivolidad.   

Sin embargo, aún es tiempo para remediar lo remediable y prevenir antes que lamentar.   Un Estado en plena marcha hacia la modernización lo exige y demanda cumplir a los ciudadanos, cuya voluntad es origen y fundamento del Estado democrático de Derecho.